Capítulo 10

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Nuestros labios se separaban por una medida que era imposible de darse con números. Su mirada se clavaba en mis ojos, deseando más y más la unión de aquellas dos sonrisas. Me tentaba tanto…
-Es una mofa señorita Grey –me alejé de ella cuando casi había cerrado los ojos, riéndome levemente.
Abrió éstos y su mirada desprendió chispas, de tal manera, que parecían fuegos artificiales.
-Todos sabemos jugar Jones.
Mi sonrisa no cesaba, sin embargo la suya se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Supongo que por la broma.
El timbre de la puerta principal empezó a sonar varias veces, y ella, con paso ligero y un movimiento lujoso de caderas se dirigió a ésta. Al abrir mucha gente esperaba fuera, con bolsas en las manos, como agradecimientos por la invitación. Phoebe ofreció entrar a todo el mundo, saludando. Un pequeño escalofrío recorrió mi espalda, y de repente, como un fantasma, Christian Grey apareció por detrás de mía, dirigiéndome una mirada letal, para perforarme todos y cada uno de mis órganos. Se acercó a los invitados y también los saludó.
Esperé sin saludar a nadie, hasta que allí estaban… Eran Dier y… No me acuerdo de su nombre, pero su cara me sonaba mucho.
Dier fue mi mejor amigo desde preescolar, y el único que me visitaba a casa cuando mis padres me mantenían encerrado en ella. Phoebe les saludó con un abrazo realmente acogedor, me hubiera gustado que me lo diese a mí. La chica que iba con él era guapa, y dado como la abrazó Phoebe, parecían muy buenas amigas. No logro acordarme de ella…
Mis ojos no se apartaron de ellos, deseando que me mirasen; y boom, Dier y su mirada coincidieron con la mía.
-¿Liam Jones?
Me reí.
-Dier –dije sonriendo–. Cuanto tiempo tío.
-Pues sí la verdad –se acercó y me tendió la mano. Al aceptarla nos dimos un abrazo acompañado de palmadas en la espalda–. Te he echado de menos Jones.
-Y yo Corle. –Su apellido siempre me causaba risa, no sé por qué la verdad.
El abrazo cesó y las dos chicas se acercaron a nosotros.
-¿Te acuerdas de Liam David Jones? –Le dijo Dier a la chica que venía con Phoebe.
La chica me miró de arriba abajo, escaneando cada centímetro de mi cuerpo. Parecía que tenía rayos x o algo por el estilo.
-No, la verdad es que no.
-Es aquel chico que no dejaban salir de casa, ¿te acuerdas ahora? –Le explicó haciendo un leve gesto hacia mí.
Pensó, o al menos eso indicaban sus ojos, que seguían posados de manera exagerada en mi cuerpo.
-Creo que sí… ¿Es aquel que visitabas todos los días?
-¡Sí!
-Ya me acuerdo –se acercó a mí–, seguramente tú no te acuerdes de mí, solo te veía a veces. Soy Naila –me tendió su mano.
-Lo siento, pero es cierto; no me acuerdo de ti. –Acepté su mano y la apreté con cuidado, mientras que ella no se cortó un pelo en expresar su fuerza–. Encantado.
-Igualmente.
Phoebe nos miró sonriendo, esperando para poder hablar, sin interrumpir aquel reencuentro.
-Bueno, vayamos a la sala de la cena, ya van a ser las nueve. –Dijo Dier sonriendo.
-Claro –le siguió Naila.
Yo simplemente les seguí, y mientras que las dos chicas iban delante hablando Dier se acercó a mí, supongo que para ponernos al día.
-Tío, ¿qué ha sido de ti? –Suspiró–. Te mandaba mensajes pero nunca contestabas.
-Sí… Lo siento, mi trabajo se volvió algo difícil.
-No importa –este chico tampoco abandonaba su sonrisa–, cuéntame, ¿qué tal todo?
-Bueno, cuando llegué al pueblo; cosa de una semana y media; a mi madre casi la violan. Resulta que mi padre tiene otra novia porque ambos están separados, y bueno… Nada más.
Su cara era de un asombro inimaginable, literalmente la boca le llegaba al suelo de loa abierta que estaba.
-Venga, que no es para tanto…
-¿Qué no es para tanto? Has tenido más novedades que yo en toda mi vida… –Miró al suelo–. Pero lo siento Liam, por lo de tus padres.
-¿Tú lo sabías?
-Que va –ambos divisamos la entrada del comedor a pocos pasos–, si no me lo hubieses dicho nunca me hubiese puesto al corriente.
No dije nada más, puesto que entrabamos en la sala de la cena. Naila no me quitó los ojos de encima ni un minuto. ¿Tenía monos en la cara? Tal vez otro animal, no sé.
La cena fue fluida, con muchas conversaciones. En una de ellas con Dier descubrí que antes de que me fuera del pueblo, y antes de que Phoebe se mudara, todos jugábamos juntos, aunque la mayoría de las veces estaba solo con Phoebe. Cuando ella se fue solo me quedaba él, y ahí estuvo, a mi lado.
Poco después dejaron servidas las copas de champán. Solo eran las diez y media pasadas, así que nos dirigimos a la sala de baile.
Vi cómo, antes de salir, Grey le pedía a los camareros que mejor llevaran las copas a la sala del baile, para brindar allí.
Mucha gente bailaba, sin embargo yo me entretenía poniéndome al día con Dier, el cual no dejaba de mirar a varias chicas de la sala. No nos podíamos quejar, todas eran guapas. Como no, linaje Grey. La mayoría era familia, salvo algunos amigos.
Se acercaba el cambio de año, entonces me propuse conseguir algo. Me acerqué con paso decisivo a Phoebe, que estaba hablando con varias chicas en un grupo, donde también estaba Naila. Dier vino detrás de mí, aunque le paró un hombre con una gran sonrisa. Pobre, le había cazado un familiar.
-Phoebe –dije con una voz tensa, pero sin aparentar ninguna emoción.
Se dio la media vuelta, acompañada con un seguimiento de las miradas de todas aquellas chicas, acabando en mí.
-¿Me concedes un baile? –Me tembló un poco el labio, lo admito, aunque esperaba que no se me hubiese notado mucho.
Todas empezaron a cuchichear, mientras que ella no dejaba de mirarme. Se acercó un poco a mí. Entonces le tendí la mano, la cual ella aceptó.
-Encantada.
¡Por dios es que aquellos labios me llamaban a gritos! De todos modos intenté contener mis ganas de poseerlos, tirando levemente de su mano hacia la pista.
Avisaron de que en menos de un minuto brindaríamos, aunque los dos hicimos caso omiso, siguiendo el paso firme hacia la pista. Empezó a sonar un vals, y mientras todos miraban el reloj que daba las doce nosotros bailábamos. Sus pasos eran tan ligeros que parecía una pluma; una pluma tan preciosa que me daba miedo romperla. Necesitaba proteger esa pluma, sin embargo todavía no podía.
Todos gritaron al unísono para felicitar el año, y entonces fue cuando la dejé caer sobre uno de mis brazos, haciendo que arquease su espalda sin quitarme la mirada de encima. Nuestros labios volvían a posicionarse como hace unas horas, sintiendo como querían unirse en un baile eterno.
-Feliz año nuevo señorita Grey.
-Feliz año nuevo señor Jones.

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