Capítulo 12

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No pude salir de mi habitación en todo el día, pensando en cómo narices iba a arreglar todo lo que había hecho en una noche. Que no olvidemos, que fue año nuevo. Bravo Liam, todo un imán apara las chicas.
Mi madre llegó sobre las doce, y no subió en ningún momento a ver cómo estaba. Aunque, venga, éramos mi madre y yo… Todo seguía igual que hace unos años, sumándole la súper cagada que acababa de cometer horas antes.
Mi cuerpo no respondía a nada de lo que mi cerebro pedía, rogaba o suplicaba.
¿Phoebe volvería a hablarme? ¿Se lo contaría a su padre? Dios… Todas estas preguntas estallaban en mi cabeza como asteroides contra la Tierra antes de la extinción de los dinosaurios, intentando exterminar aquella culpa que no se iba a ir por mucho que yo lo quisiese. Era cierto, si no hubiese bebido más de la cuenta no le hubiera dicho nada, pero lo único que recordaba eran varias (muchas) copas de champán alrededor mío, bailando con toda la gente en la mansión Grey.
Me recosté en la cama y dejé que mis ojos se cerraran, poco después se activó la bomba. Mierda. Estaba empezando a recordar todo gracias al efecto de la aspirina. Bendita o maldita, la verdad es que no lo sé.
El baile con Phoebe se disipó en cuanto la alcé de nuevo, sin haber dejado que nuestros labios se unieran al mismo ritmo de aquella balada. Fue entonces cuando la música cambió y el champán se incrementó. Las luces se pintaron con los colores del arcoíris, haciendo que el efecto fuera mayor. Bailé hasta no poder más, siempre cerca de Dier o Phoebe, aunque de Naila ninguno se libraba. Estaba tan preciosa con su vestido rojo que no pude dejar de mirarla, hasta que el alcohol empezó a actuar. Las imágenes se volvieron borrosas, con un pasillo y llaves delante de una moto de por medio. Sentí las manos de Dier rodeándome la cintura para arrancar e ir a mi casa. Que creo que fue por una apuesta con Naila.
-Si no eres capaz de tomarte cinco copas de champán seguidas la fiesta sigue en tu casa.
-Soy capaz, pero toda esta gente no cabe allí.
-Bueno, pues solo nosotros cuatro.
-Está bien.
El fuerte champán fluyó por mi garganta, haciendo que me atragantase a la cuarta. Por lo tanto ganó Naila, he aquí la razón de que fuéramos a mi casa. Al yo llevar moto Phoebe aceptó a ir en coche con Naila, siguiéndome por detrás de la moto. Por un momento perdí la imagen del flashback, hasta que nos vi a los cuatro delante de la puerta, riéndonos por la excelente coordinación que teníamos mi cuerpo y yo cuando íbamos a introducir la llave en la cerradura de la puerta. Tres mil intentos después, (estoy redondeando porque si no) pudimos entrar. Fue entonces cuando nos acomodamos en el salón y hablamos del pasado.
-¡Ah! ¿Y te acuerdas de cuando Phoebe y Liam iban de la manita en los recreos? –decía Naila con una sonrisa pilla.
-¡Es verdad! Era entonces cuando a la vuelta en el autobús Liam no paraba de hablarme de lo mucho que ‘’quería’’ en ese entonces a Phoebe –aclaró gesticulando con los dedos de las manos lo de que la quería.
Mi yo presente le miró con asco al decir eso. Gilipollas. Sin embargo el borracho no hizo nada más que reírse.
-¡Liam s e un buen anfitrión y tráenos algo de beber a todos! –Dijo Naila moviendo la mano como si saludara desde el sofá del fondo.
Me levanté con el cuerpo pesado.
-Te ayudaré –dijo Phoebe.
Fue entonces cuando Naila y Dier empezaron a reírse como posesos, de tal manera que se les oía hasta con la puerta de la cocina y del salón cerradas. Phoebe estaba callada, y yo sentía el calor en mis mejillas.
Abrí la nevera y saqué algo de agua, sin pensar siquiera que lo fuese. En fin, al menos no me equivoqué con salsa de tomate u otra cosa. Al acabar de servir los vasos, después de haber echado más líquido fuera que dentro de ellos paré a Phoebe antes de que pudiera salir por la puerta, con dos de los vasos en las manos.
-¿Qué? –Dijo con tono seco. El alcohol la hacía más interesante, o al menos su efecto.
-No me digas que no lo sientes.
-¿El qué?
-¿Qué va a ser? Una resistible atracción.
Se echó a reír.
-Jones déjame pasar.
-No.
-No te lo voy a pedir otra vez.
-Como quieras.
Le quité los vasos de las manos y, peligrando que se cayeran los dejé en la encimera, sin apenas mirar. De nuevo la tenía arrinconada.
-¿Estás tan ebrio que no te puedes controlar?
-No. Es solo iniciativa.
-Oh, entiendo. –Me puso una de sus manos sobre el pecho–. Déjame salir de aquí Jones, soy la única que no ha consumido alcohol.
-Así de responsable es usted señorita Grey.
Asintió e hizo fuerza contra mi cuerpo, intentando salir.
-No voy a dejar que te vayas.
-Claro que sí.
-No, que va.
Madre mía, hasta el Liam borracho debería de haberla dejado que se fuera, era sentido común. Phoebe Grey no era cualquiera.
Entonces empujó con más fuerza.
-Me das pena Jones.
-¿Ah sí? ¿Y eso?
-Apestas.
-Bueno, al menos yo soy capaz de decir lo que pienso de alguien.
Mierda… Así que fue por mi estupenda y natural capacidad para controlarme por lo que la cagué…
-¿Lo que piensa? –Se rio­–. Y dígame, ¿qué piensa?
-Pienso en como tu madre y mi padre se lían cada noche sin que nosotros lo sepamos.
Sus ojos perdieron color, y sus pómulos se desvanecieron en el tono más pálido que pudiera existir.
-Repite eso.
-He dicho que –una mano me cruzó la mejilla, dejándomela con un ardor tan fuerte que se tintó de rojo en cuanto abandonó ésta.
Las lágrimas fluían por todo su rostro, haciendo que el suave y perfecto maquillaje se destrozara. Salió corriendo de allí, aprovechando mi impacto y la poca fuerza que entonces ejercía. Salí de allí, unos minutos después de oír un portazo en el piso de arriba, olvidándome del agua. Miré sin palabras a Dier, que se tiró de cara contra el sofá que tenía delante a modo ballena, cayendo después boca abajo contra el suelo. Solo llegó a decir que me ganaría el sitio para dormir.
Ya entendía todo… Yo era un imbécil, con un síndrome muy grave.

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