Capítulo 16

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Seguíamos ahí, yo a su lado, tendiéndole mi mano una y otra vez para que se levantara del suelo, donde estaba naciendo un nuevo mar.
-Dier por favor. –Le dije por cuarta vez–. Vámonos a casa, estarás mejor que aquí, te lo prometo.
Vaya, parece que con él lo de a la tercera va a la vencida no es del todo cierto. Digamos que a la cuarta por fin se levanta y consigo que se apoye en mí, sin dejar de llorar, para ir en mi moto hasta su casa.
Nos costó un poco (Dios y ayuda) llegar a su casa. Sus explicaciones no fueron de gran ayuda. Por explicaciones me refiero a indicaciones, y por indicaciones me refiero a gruñidos sorbiendo esa velilla de mocos. Conseguimos llegar, sin matarnos.
-Venga, bájate.
Por muy raro que parezca, me hizo caso.
-Liam, lo siento.
-Calla. –Mi miró impactado–. Esta semana no he oído nada más que disculpas, incluyendo las mías.
-Pasa.
Nos dirigimos a la puerta, como almas en pena deambulando por un antiguo cementerio. En cuanto abrió la puerta una niña pequeña se abalanzó a sus brazos.
-¡Di! –Dijo con una sonrisa formando un par de hoyuelos–. ¿Y mamá?
-Mamá todavía está en el hospital Bey.
La pequeña se bajó de sus brazos.
-¿Y papá?
Bajó la mirada. Como para no, estaba más hundido que una casa abandonada.
-También sigue allí.
La sonrisa volvió a aparecer en aquellos diminutos labios.
-Venga, ven. –Bey le cogió de la mano y él se puso de rodillas, ambos mirándome–. Preséntate.   
-Soy Beyma Lowers. –Me tendió la otra mano que aún tenía libre. Mirando al suelo sonrojada.
Me agaché y acepté aquella diminuta mano comparada con el tamaño de la mía.
-Encantado de conocerte Bey, yo soy Liam.
-Liam… –Repitió con una voz muy aguda para mi gusto.
Asentí y volví a ponerme de pie, soltándole la mano.
-Dier, creo que deberías descansar. Si te ocurre algo, o necesitas a alguien con quien hablar solo llámame o mándame un mensaje, vendré lo antes posible.
Su mirada formó una vidriera de colores neutros, una mezcla de grises, recordándome a todas esas nubes que invadían los cielos cuando querían desahogarse.
-Gracias.
No le di importancia a eso, era mi mejor amigo… Desde siempre, para lo que me necesitara.
Me di media vuelta y me monté en la moto, después de ponerme el casco, aplastando todo muy voluminoso pelo. Que desperdicio, tendrían que inventar algo para remediar estas cosas. Arranqué, dando un último vistazo a la puerta donde se encontraban los hermanos Lowers, despidiéndose de mí. El cuerpo me temblaba. Sus padres no se habían separado, pero uno de ellos había muerto. Eso es mucho peor.
No es que me sintiera culpable, pero había sido un insensible, lo que me taladraba el pecho, destrozando todas sus capas de protección. Reprimí mis ganas de llorar, tenía que ser fuerte, por Dier, la pequeña Bey y su madre… Por todos ellos.
A pesar de lo que me había enterado, después, mis pensamientos se iban al recuerdo constante que aún rondaba mi cabeza; Phoebe.
Una y otra vez veía en mi mente esa imagen. Nuestros labios juntos, mis manos en su cintura y sus palmas en mi pecho.
Por favor, tiempo muerto Pepito Grillo. Iba a explotar si seguía así…
Bajé de la moto, cogiendo el casco para limpiarlo, necesitaba un repasillo. Abrí la puerta. Qué casualidad, no había nadie.
Mi habitación estaba impoluta, y no había sido yo. En cuanto iba a empezar a limpiar aquel protector oí el timbre de la puerta, el cual fui a atender.
-Hola…
Necesitaba gua, tenía la boca completamente seca.
-¿Phoebe…? –Tartamudeé un poco–. ¿Qué haces aquí? –Dije mientras me apoyaba en el marco de la puerta.
Antes de contestar jugueteó con varios mechones de su pelo.
-Emm… Verás… –Resopló–. Yo solo quería…
-Sabes lo de Dier.
Sus ojos se clavaron en los míos.
-Sí.
La dejé hueco para que pudiera entrar, y en cuanto lo hizo, me desplomé de espaldas contra la puerta. Ella se limitó a contener la respiración, admirando como un niño pequeño, me ponía a llorar.
-Lo siento… No deberías de estar viendo esta faceta de mí…
Bajó la mirada, pero la alzó al ver como caía una de mis lágrimas al suelo. Se acercó tanto que mi corazón se aceleró, y tan rápido, que no pude pensar en qué hacer o cómo actuar.
-Quiero conocer todas tus facetas Liam. –Susurró en mi oído.
No pude articular palabra, y las lágrimas seguían descendiendo por mis mejillas. Una vez ella, otra yo. Era un círculo vicioso, del que no salíamos ninguno.
Puso una mano cerca de mi ombligo, por encima de mi camiseta, mientras que no pude evitar rodear su cintura con mi brazo, y unir mi mano a la suya.
-Tranquilo, estoy aquí, contigo Liam. No te preocupes.
Esas palabras me relajaron todo el cuerpo, sumando el suave beso que dejó en mi mejilla, haciendo que me sonrojara levemente, sin saber qué pensar sobre eso. La confusión me invadió. Socorro, estoy siendo hechizado, otra vez, como hace nueve años.

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