Capítulo 15

46 8 0
                                    

Me fui poco después de ver cómo, descansando, creyendo que aún me oía tocar el piano, se había quedado dormida. Estaba apoyada sobre mi hombro, con unas facciones que ahora, a tan poca distancia, pude distinguir sin ningún problema.
Puse mi mano en su cabeza, y por la curva de las piernas, formada gracias a su rodilla, pude cogerla en brazos. Subí sin hacer ruido hasta divisar su habitación. La tendí en la cama, y luego la arropé.
Era tan preciosa...
Justo entonces oí un portazo. Mierda. Me quedé en silencio, en shock, sin saber qué hacer. La puerta del balcón seguía abierta, podría bajar por allí sin problemas, tal y como entré. ¿El problema? Que a esas horas no había ninguna luz, lo que llevaba a peligrar el estamparme de bocas contra el suelo, a unos diez metros de altura. Me apresuré porque unos pasos atacaban a mi corazón, haciendo que latiera tres veces más rápido de lo normal. Salté por el lado derecho del balcón, rezando porque fuera el que tenía las plantas enredaderas en la pared. Bingo, tuve suerte. Los pasos se oía cada vez más claros... Entonces una voz susurró el nombre de Phoebe.
-¿Phoebe? –La voz se acercó cada vez más.
Un silencio inundó el espacio existente, hasta que oí chirriar los muelles de la cama.
-Siento todo por lo que has tenido que pasar en cuestión de días... –Un suspiro abandonó su cuerpo–. Yo sabía lo de tu madre... Desde que se fue de casa, desde ese día que te dijo que se iba por trabajo. –La risa que vino después de esa frase me sentó como una patada en la entrepierna. ¿Acaso se lo estaba tomando a broma el famoso Grey? Vergüenza–. Nunca pensé que me fuera a dejar. La amaba tanto... Nos amábamos tanto. Aún no me hago a la idea de, bueno, de que ya no vaya a estar paseando o cocinando en cualquiera de nuestras casas; no me creo que ya no pueda ver esa cara, a la que tanto te parezcas y de gracias a Dios cada día por ello.
Me estaba empezando a resbalar, perfecto. Todo iba como la seda. En cuestión de segundos me iba a cenar el suelo, así, con ganas y hambre.  

-Cielo… Lo siento, no sabes cuánto…
Dos segundos más, o menos. Agradecí al cielo y a yo que sé que más el que Christian abandonara la habitación rápido, ya que a lo lejos se oía como sonaba un móvil. En cuanto, de reojo, pude ver que salía de allí la única rama que tenía agarrada se rompió. Mi espalda rebotó contra el suelo, no tan fuerte como pensaba, pero de todos modos dolió, haciendo que me quedase un rato allí, tirado boca arriba intentando recuperar la respiración que se me había esfumado.
Me levanté y hui, cual preso de una cárcel.

No sabía qué hora era, otra vez, pero mi madre no paraba de darme la lata con que alguien llamaba a la puerta preguntando por mí. No tuve más opción que bajar a atender a quién fuera que solicitaba mi presencia.
-¿Sí? –Dije tirando de ella. Me acababa de levantar, y desde que estuve en casa solo llevaba los vaqueros, lo que hizo que mi Naila me mirara con los ojos muy abiertos.
-Podrías taparte un poco campeón.
Pasó sin permiso de nadie, aunque tampoco se lo impedí.
-Lo siento, me acabo de levantar. –Cerré la puerta y me senté en la otra esquina del sofá.
-Bueno. –Se cruzó de brazos por debajo del pecho–. ¿Cómo ha ido todo?
Mi mente estaba en Los Mundos de Yupi, seguramente columpiándose en algún parque.
Bostecé sin reprimirme.
-Bien, ya nos hablamos. Y creo que todo ha vuelto a su punto de partida.
Intenté no dar detalles que destacasen lo que pasó, aunque se acabaría enterando, prefería que lo hiciera por parte de Phoebe.
-¿En serio? –Alzó de tal forma sus brazos que hizo de notar su cuerpo.
-Sí. –Dije cortante apartando la vista.
El silencio nos sentenció de tal manera que, no sé cómo, di una y otra vez las gracias porque mi madre bajara por las escaleras preguntado por aquella chica tan ansiosa, con hambre de saber que pasó la noche anterior. Me libré de que me devorara.
Naila la saludó dejando libre el sillón. Momento que aproveché para adueñarme completamente de él. Poco después de una de las típicas charlas cortas de presentación de las mujeres abandonó la casa. Dejando claras las intenciones al venir.
Ese ‘¿Cómo ha ido todo?’ que me dijo, al quitarle el polvo, se podía ver con claridad un ‘¿La has jodido más o lo has arreglado?’
De todos modos no tuve problema en explicárselo todo a mi madre, salvo lo del beso. Eso era un tema aparte, que todavía no sabía que podría haber significado o qué efectos habría tenido en Phoebe. No tuve mucho que hacer ese día, así que decidí llamar a Dier para ver si no podíamos ver poco después de comer.
Quedamos sobre las seis en la entrada de mi calle, en la cual me pasé esperando media hora eterna.
-¿Dónde estabas? –Dije con un tono de enfado.
-Perdona tío…
-A ver –le aclaré–, dime por qué narices vienes tan tarde y luego te disculpas.
-Verás… He recibido una llamada.
-¿De quién?
-De mi madre.
Su voz se rompía por momentos.
-Por favor dime que tus padres no se han separado.
Me alegró que aquello que dije le hiciera reír.
-No es eso. –Se sentó en el suelo–. Liam… Mi padre ha muerto.
Eso no me lo esperaba.

SecretsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora