Capítulo 21

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-¡No!
-¡Que sí!
-Ya te he dicho que Ashton entra en el tercer compás y nosotros en el cuarto.
Me mantuve en silencio mientras esos tres tontos discutían sobre sus entradas en la canción. Era nueva, algo que se me había ocurrido anoche. Les había gustado tanto cuando les enseñé la maqueta (que no era ni eso), que quisieron grabarla al instante. Hasta Peter estuvo de acuerdo, y para que esté de acuerdo con grabar una canción de iluminación repentina… En cualquier caso, nos pusimos poco después de desayunar. Entre hacer el idiota, y discutir cambios y mejores, pudimos acabar la que, ahora sí, era la maqueta básica.
No recuerdo cuando acabamos la canción oficial, pero supimos que esa iba a ser la sorpresa para todos los espectadores del concierto de pasado mañana. No es muy usual que, en el concierto de tu ídolo cante una canción que no forma parte del programa.
Los días pasaron rápidamente. Yo sin móvil, y seguramente mi madre intentando contactar conmigo. Desde que estuve en el pueblo lo sabía, se había vuelto a encaprichar de su olvidado hijo. Por una parte agradecía no estar anclado al mundo social.
 
                                                               ***

-Tío tío tío –me decía Michael en dirección al escenario–, ¿sabes qué?
-Dispara.
-¡Nuestro primer concierto!
Ashton y Calum se rieron.
-Michael, no es nuestro primer concierto –aclaró Calum sonriendo.
-Sí, bueno. Me refiero al primero oficial. Siempre hemos sido teloneros de otros cantantes…
-En eso tienes toda la razón –Ashton y su asquerosa pero perfecta sonrisa tenían razón.
-Bueno, pues si es el primero habrá que dar lo mejor –dije, a lo que todos me sonrieron, alzando las copas que en este caso eran los extremos de nuestros labios–. Adelante.
Ya colocados en nuestras sillas, Ashton unos metros más arriba con su batería y luego, en el suelo, los demás formando una media luna, cada uno con su guitarra y el micrófono bien enganchado a nuestras orejas, la música al principio era lenta, pero solo estábamos empezando.
En cuanto finalizó, todos nuestros fans, e incluso gente que había venido a acompañarlos, salieron con una gran sonrisa de nuestras vistas. No había telón, así que simplemente nos metimos para dentro. Dios, cuanto sudor. Dar un concierto en invierno me llevó a pensar que incluso pasaría frío, pero no. Estaba asado de calor, como si una vieja bruja, como la de Hansel y Gretel me hubiera estado cocinando durante horas a pleno fuego. No mentía, era incomprensible que fuera hiciera un grado y nosotros viniésemos de allí con el cuerpo a mil. La gente gritó durante los siguientes veinte minutos, pero no podíamos volver a salir o se quedarían allí para siempre usando siempre la misma estrategia.
De vuelta en el hotel me aburrí, pero es porque el trabajo de músico, me dejaba mucho que desear. Quiero decir, me encantaba estar con los chicos, tocar mi amada guitarra e ir de concierto en concierto mientras que los meses pasaban, pero la rutina siempre ha sido eso, solo rutina.

                                                                  ***

Como sufrimos en enero (quitando el día 25, que fue el cumpleaños de Calum, bestial guerra de mieve) y febrero se podría deducir en dos palabras. Hotel congelado. Literalmente, estuvimos cuatro días debajo de las nieves que taparon la entrada principal del hotel. Teníamos comida y agua para más de dos meses, pero el frío había conseguido que la calefacción y las calderas se fundieran. Cuatro fatídicos días envueltos en mantas hasta las narices, Michael hasta la frente, siempre andaba de allí para allá como si fuera un gusano de seda dentro de su capullo. En el fondo no era tonto, solo de mente joven.
Después de eso los días pasaron tranquilos, y Peter empezó a programar un tour. Antes de eso íbamos a tener un mes libre, él nos dejaba elegir. Entre todos hablamos seriamente, y deducimos que, si el tour duraba otro mes, mejor hacerlo a principios de verano. Estábamos casi entrando en abril, así que lo mejor sería preparar todo ese mes, vacaciones en mayo y el tour en junio. Perfecto.
Me acuerdo, con exactitud, que todos los días sin falta, todos, cada uno se iba a su habitación reventado. Organizar países, lugares, entrevistas, pasajes, viajes, tickets, entradas, firmas… Era agotador, y eso que cada día se hacía corto. En el caso de que hubiera sido al revés nos hubiéramos muerto, fijo.
El mes llegó a su fin, justo cuando sacamos nuestra última canción en acústica y habían empezado a anunciar por la televisión y radios que las entradas para nuestro concierto estaban a la venta. Peter estaba todos los días al teléfono, incluso el primero de mayo, en el que cada uno tomaba un vuelo. Yo salí el último del hotel. Calum se iba a Australia, Sidney, a visitar a su hermana, que al parecer se iba a casar; Ashton volvía a su ciudad, solo que en un vuelo diferente al de Calum, puesto que a él le llevaba a Hournsby. Michael no quiso ir a Australia como todos los demás, prefirió irse a… Taití creo, fue el último con el que hablé. Antes de salir del hotel Peter me paró en seco y me dio una caja envuelta.
-Toma Liam, es un regalo.
-¿Por qué?
-Por nada en especial –me dedicó una de esas sonrisas de abuelito–, disfruta de tus vacaciones.
Entonces desapareció dentro del estudio. Entré en el taxi después de acomodar mi maleta en la parte trasera del coche, solo. Menudo taxista más asqueroso. Me centré en la caja en cuanto entré. Venga ya… Esta vez Peter se había pasado… Un móvil nuevo no es un regalo de vacaciones, directamente es que no existen los regalos de vacaciones, no desde que ya no vas al instituto. Nuevo, el último modelo. Tenía dentro hasta horarios programados, y un primer croquis del tour que nos esperaba a la vuelta en junio. Peter, en ese momento me convertí en tu fan número uno. (Ya lo era antes de que me diese el móvil).
No pasaron ni veinte minutos cuando ya había pagado al rancio y borde taxista que se marchó en un abrir y cerrar de ojos. Que amable. Me dirigí a facturar  mi única maleta. Apenas había gente para el vuelo que iba a tomar, después de todo no mucha gente iba a mi pueblo, mucho menos a su ciudad. Aquello fluyó de manera rápida, y pocos minutos después estaba sentado en la zona de mi puerta de embarque esperando a que llamaran a los pasajeros para entrar, lo cual tardó más de lo que me esperaba. Retraso en el avión. Saqué el nuevo móvil, y empiezo a curiosear. Ya le había mandado un mensaje a mi madre cuando estaba en el taxi de que seguramente iba a llegar por la tarde, no es que estuviera cerca que se diga. Embarqué sobre las tres de la tarde, lo que… Si sumaba… Llegaría sobre las once, puede que incluso once y media. En el mensaje puse tarde-noche, ahora que mi madre viera lo que iba a hacer. Si no contamos el tiempo que me pasé durmiendo pues no podemos contar nada, porque no me desperté en las explicaciones de auxilio que siempre dan al entrar al avión, y tampoco en la cena (para qué si lo que te dan es tamaño casa de muñecas).
Aterrizamos cuando fuera estaba la luz de una luna llena plena, que si, como no, por razón del hambre que tenía, parecía un enorme, pero gigantesco, queso de bola.
Ya en la cinta pude recoger mi maleta, tras haberla perseguido como cinco metros desde que entró por la ventanita. Cuando la cogí, como un efecto dominó tiré a un niño pequeño.
-¡Oh perdona! –Me acerqué y le ayudé a levantarse–. Perdona pequeño.
Detrás de él apareció otro, pero de unos trece años.
-¡Eh tú! –Dijo a pleno pulmón. Todo el mundo nos miró–. ¿Qué le haces a mi hermano!
Que niño más valiente, me reí por dentro. 
-Supongo que darle sin querer con mi maleta.
-¡Ya lo he visto!
De repente, apareció una chica. Ojos verdes fuertes, un pelo rubio cobrizo, que incluso con la débil y mugrienta luz del aeropuerto resaltaba. Era alta, y su mirada era desafiante en cualquier aspecto.
-¡Jamie! ¡Tom! –Les gritaba a los niños, supuse–. ¡A casa! ¡Papá lleva esperando fuera desde que dijisteis que queríais ir al puñetero baño!
-Joe… Vámonos, que ha llegado la gruñona… –Dijo el niño más mayor.
-¿Gruñona? ¡Voy a darte yo gruñona…! –Cuando alzó la vista hacia mí las pupilas se le dilataron como platos–. Perdona… Si te han… Molestado…
-No te preocupes –dije tranquilo mientras cogía mi maleta y empezaba a andar.
-Perdona –dijo mientras me cogía del brazo–, ¿eres Luke Hemmings? –Su voz era un susurro.
-Sí… –Dije bajando la voz de igual modo.
Qué raro que alguien que fuera a ir a  aquella ciudad conociera a mi grupo. Era incluso más increíble que me conociese a mí.
-¿Me podrías firmar un autógrafo? Soy muy fan de tu grupo…
Vaya, los colores que aparecieron en un rostro eran asombrosos. Me recordaba, de alguna forma, a la chica pelirroja a la cual abracé en aquella firma de discos. Lo asemejé cuando toqué su mano, para poder coger el rotulador y el papel que me ofrecía. La gente había dejado de mirarnos en cuanto los dos enanos esos se habían ido a esperar a la chica a unas sillas de ahí cerca. Cuando ya tenía su autógrafo me ofreció una mano, la cual acepté, y ella presionó con calidez y suavidad.
-Ha sido todo un placer, de verdad. Mil gracias…
-No hay de qué –le sonreí.
Luego desaparecí y pude seguir oyendo a la chica a lo lejos.
-¡Qué os bajéis del carrito! ¡Es solo para maletas enanos!
Pero bueno.
Salí y allí estaba mi madre, con una gran sonrisa como recibimiento. El abrazo en el que ambos nos envolvimos fue asombroso.
-Te he echado mucho de menos Liam…
-Y yo a ti mamá.
-Verás… He… –Su voz se tambaleaba, y fue entonces cuando la vi a pocos metros de nosotros–. He traído a Phoebe conmigo.
Aquellos ojos con tonos grisáceos chocaron contra los míos, provocando un cortocircuito de quien sabe qué nivel, pero seguramente de un incendio no se iba a librar nadie. 

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