Capítulo 7: Cartas

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Tengo una idea muy loca, pero no estoy segura de que sea buena. Solo sé que Orielle la aceptará cuando se la plantee. Me desplazo corriendo por toda la casa, está mucho más ordenada de lo que creí. Aún faltan los vidrios y algunas puertas que quedaron destruidas por mi demostración de poder. Saludo a Mark y Yulieth al pasar por su lado, ellos me ven asombrados y me devuelven la sonrisa de inmediato. Si supieran lo que tengo en mente, no me sonreirían así. Salgo de la casa y me detengo en seco. No se me ocurrió pensar en dónde podría estar Orielle. Este no es el pequeño departamento donde vivíamos. Estamos dentro de un pueblo oculto en el bosque. ¿Por dónde voy a empezar a buscar?

Se me viene a la mente el recuerdo que tuve en mi pequeña huida de la casa de Yulieth. Ese recuerdo de mamá y el lobo azabache. Esa sensación que tuve era tan real, tan palpable que estoy segura de que puedo recrearla. La sensación de expandir algo dentro de mí, expandir una especie de onda y percibir todo lo que está a mi alrededor. Percibir la energía espiritual. Cierro los ojos y dirijo mi atención hacia un grupo de pobladores, pero no siento nada. Sé que están ahí porque es lo primero que vi al salir de la casa de Mark, pero no siento nada.

—¡Vamos, Ely! No te desanimes, esto es solo el primer intento. Sabes cómo hacerlo —me digo con total seguridad y me lo creo de inmediato.

"Yo sé cómo hacerlo", lo repito mentalmente.

Cierro los ojos y recuerdo el bosque, la sensación de miedo y prisa que me embargó en la búsqueda de ayuda, la sensación de ser abrazada por mi mamá, la calidez de esa mirada lobuna, la sensación de estar rodeada de todo y nada a la vez. Siento que algo se desprende de mí y se expande, se estira de forma irregular, como si no se hubiera movido en mucho tiempo. Abro los ojos y dirijo mi atención a todo lo que está a mi alrededor. Siento el viento, el aroma del bosque y una sensación de familiaridad, nostalgia, anhelo y miedo.

Cierro los ojos de nuevo y me concentro en todo. Aparecen destellos, destellos brillantes. Todo era un arcoíris de colores vivos, salvo un destello blanco al fondo.

Sonrío.

—Te encontré.

Dejo ir los sentimientos que me embargaron, sobre todo el miedo. No quiero darle demasiada importancia y seguir ignorándolo o huyendo de él. Solo me concentro en la felicidad de recuperar algo que creí completamente perdido: el uso de mis poderes.

Corro por este pueblo, lo atravieso por completo, dejando atrás las hermosas casas azules, las verdes y todos estos lobos que me miraban con fastidio por dejar que una sacerdotisa como yo corra por su pueblo sin ninguna restricción. La vislumbro entre tanto follaje y grito para llamar su atención.

—¡Orielle! —Ella voltea y me sonríe.

—¡Ya te levantaste! — está rodeada de destellos de colores intensos y vívidos.

Los lobos.

—¡Ya era hora! —molesta el tonto de Daniel.

—Cállate, Daniel. No la molestes. No vaya a ser que le dé una rabieta como la de ayer. —ignoro el comentario del chico con cabeza de anciano.

—¿Cómo me encontraste? —pregunta Orielle.

—Percibí tu energía espiritual. —causo el asombro de todos los presentes, incluso el del chico de cabello gris, Francis.

—¡No puede ser! —grita emocionada Orielle. Me río a carcajadas por su entusiasmo.

—Pues sí. La verdad es que recuerdo que lo hacía antes y traté de imitarlo como lo sentí en mi sueño. Me concentré viendo a las personas fuertemente y lo conseguí.

Noche de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora