Capítulo 10

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   Al abrir los ojos, Filch se vio tumbado en una cama. Neville Longbottom estaba echado sobre un canapé, no muy lejos de él, junto al armario de luna. Un ángel y un demonio velaban sobre ellos al lado del armario…

   Después de los espejismos y de las ilusiones de la Cámara de los Suplicios, la precisión de los detalles burgueses de aquella pequeña habitación tranquila parecía también haber sido inventada para desorientar aún más al individuo, lo bastante temerario, como para internarse en aquellos parajes de pesadilla viviente.

   Todo ese mobiliario, que era de una conmovedora cursilería hogareña, tan apacible, tan razonable, en el fondo de los sótanos de Hogwarts, tal decoración desconcertaba a la imaginación más que todas las fantasmagorías pasadas.

   Entonces apareció Voldemort en aquel marco anticuado, preciso y limpio, lo que sorprendía aún más. Se inclinó y dijo en voz baja a Filch:

-¿Estás mejor, Persa?

   Filch no contestó, entre turbado y un tanto disgustado con Tom después de todo lo que había hecho. Miró entonces a Neville para no seguir contemplando el gesto tan apacible que tenía el otro, como si no hubiera sucedido nada de todo lo anterior; el muchacho seguía dormido. O al menos Filch esperaba que estuviera dormido.

-Ha vuelto en sí mucho antes de que supiéramos sí tú estabas vivo, Persa –dijo Voldemort siguiendo la mirada de Filch mientras terminaba de echar un poco de ron en una taza que le alcanzó al viejo squib –Se encuentra muy bien… Duerme… No hay que despertarle…

   Por un momento Voldemort abandonó la habitación, y Filch, apoyándose en el codo, miró a su alrededor… encontrándose, a una considerable distancia de él, sentada en un rincón de la chimenea, a Luna Lovegood. Ya no llevaba el disfraz de dominó negro que había estado usando para el baile de Halloween, ahora lucía un vestido blanco que se ajustaba perfectamente a su figura. Un vestido blanco como de novia.

-Señorita Lovegood –llamó Filch, pero se encontraba aún demasiado débil que apenas él mismo había llegado a escuchar su voz, luego cayó nuevamente sobre la almohada sin fuerza alguna.

   Entonces Luna pareció fijarse en él al fin, llegando a su lado para colocarle una mano en la frente, comprobando su temperatura, luego se alejó. En ningún momento tuvo ni una sola mirada para Neville Longbottom, y simplemente volvió a sentarse en el sillón donde estaba anteriormente, completamente en silencio.

   Tom regresó sólo unos segundos después, con unos frasquitos que dejó encima de la chimenea. En voz baja, para no despertar a Neville, dijo a Filch después de sentarse a su cabecera y de tomarle el pulso:

-Ahora ya se encuentran ambos fuera de peligro. Pronto los conduciré a la superficie de la tierra. Para complacer a mi mujer.

   Dicho lo cual se levantó y, sin dar explicaciones, volvió a desaparecer.

   Filch volvió a mirar el perfil tranquilo de Luna bajo la lámpara. Leía un libro diminuto de lomo dorado, ajena a cualquier otra cosa que sucedía en la habitación. No parecía estar bajo la maldición Imperio, Filch sabía que Tom jamás colocaría a su Ángel de la Música bajo esa maldición, pero tampoco parecía estar comportándose como ella misma. ¿Qué le había hecho Tom en los momentos que ellos se encontraban en la Cámara de los Suplicios?

   En los oídos del Filch repercutía aún el tono natural con el que el otro había dicho: «Para complacer a mi mujer»

   Muy suavemente, Filch volvió a llamar, pero Luna ni siquiera se movió…

ÁNGEL DE MÚSICA (Luna - Voldemort)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora