Capítulo 5

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  La noche cerca del Lago Negro había sido una de las más extrañas que Neville había vivido en mucho tiempo, y no únicamente porque pudo vencer su timidez (al fin) frente a Luna, sino porque en un momento, mientras él la tenía abrazada intentando darle confort de algún tipo, incluso sin saber exactamente qué era lo que estaba sucediendo, la joven se apartó del abrazo al momento que le sujetaba una mano con un arrebato casi violento y poco frecuente en ella.

-Vamos –instó apresurándose hacia el castillo a la carrera, mirando hacia atrás como para ver si Neville la estaba siguiendo, aunque ella lo tenía aferrado de la mano y hubiera sido imposible que el muchacho no lo hiciera.

   Pero la realidad era que sus ojos claros no miraban a Neville, sino mucho más atrás, hacia la sombra erguida al límite del Bosque Prohibido…

   Neville no entendía lo que estaba sucediendo, primero parecía como si Luna le tuviera miedo al castillo (o a algo que estaba en su interior) pero luego se estaban dirigiendo justo allí, de manera apresurada, como si ese fuera el lugar más seguro para cualquiera sea el peligro del que estuviera huyendo. Nada tenía sentido, y lo hubiera tomado como una broma si no conociera bien que Luna no era una persona de bromas.

-Luna –la llamó cuando, habiendo entrado al castillo, la joven tomó el camino hacia la torre más alta, la Torre de Astronomía, un lugar que Neville evitó pisar desde que dejó de ser un estudiante. Toda la historia sobre el asesinato del director Dumbledore en esa torre era algo que aun no podía sacar de sus recuerdos –Luna –la llamó de vuelta cuando pareció que ella no le había escuchado.

-Arriba –simplemente respondió –Vayamos más arriba.

   Le costaba seguirla por las escaleras de caracol, y el agarre en su mano se hacia por momentos más apretado hasta casi ya no poder sentir sus dedos. Luna seguía corriendo, sin detenerse siquiera las veces que miraba por encima de su hombro como si tuviera miedo que Neville no la estuviera siguiendo o pensara que algo más los estaba siguiendo.

   Una vez en la Torre de Astronomía Luna no se detuvo allí, sino que, aun arrastrando a Neville en un agarre férreo, abrió la barandilla y salió al exterior, subiendo por la escalera exterior que los llevaría hacía la parte más alta de la torre.

  Pronto se encontraron debajo del tejado, en un laberinto de vigas que el muchacho tenía mucho miedo de pisar porque podía venirse abajo con su peso. Al contrario de Luna, que parecía que ya había estado allí antes y se movía con una absoluta gracia sin siquiera mirar hacia abajo, contemplando las nubes sobre sus cabezas.

   Neville, con suma precaución, se acercó a ella sujetándole por la cintura para llamar su atención, pero una vez Luna lo miró no pudo decir absolutamente nada antes de que ella dijera febrilmente:

-Nada… Te aseguro que no me sucede nada.

-Yo te defenderé de lo que sea, Luna –dijo Neville con seguridad –De lo que sea. Sólo dime qué te ocurre. A qué le temes tanto.

   Luna lo miró con extrañeza, como se mira a un fenómeno de valor y virtud, y parecía valorar en su justa medida tanta audacia a inútil. Abrazó con un arrebato de ternura a Neville como para recompensarlo por mostrar su deseo de protegerla contra los peligros siempre posibles que encierra la vida.

   Neville comprendió y se puso rojo de vergüenza. Se sentía tan débil como ella...


   A la mañana siguiente, Luna volvió a desaparecer.

   A Neville le costaba creer que nadie parecía estarse tomando enserio que algo malo estaba sucediendo. Era verdad que todos sabían que Luna era demasiado extraña en su comportamiento y que se manejaba diferente a todos, pero nunca en un extremo como en el que estaba actualmente. De todos modos, nadie más parecía verlo y descartaban el asunto cuando él se los planteaba…
 
   A excepción de Snape, aunque Neville no había notado la especial atención con la que el oscuro profesor lo escuchaba ni estaba enterado de todo lo que estaba haciendo para dar con la verdad de todo el misterio.

******
 

   Hacía siete meses que Luna oía sin ver al Guardián de las Criaturas. La primera vez que lo hizo, creyó que aquella voz suave que muchas veces parecía acompañarle mientras cantaba cuando estaba sola en su habitación era algún fantasma, pero nunca vio ninguno y luego se enteró que los fantasmas nunca entraban a las habitaciones de nadie, respetando la privacidad. Entonces, ¿de dónde provenía esa voz que, además de cantar, había empezado a hablarle, contestar a sus preguntas?

   Luna siempre recordaba aquella leyenda que su padre le contara desde que era una niña, la leyenda del Guardián de las Criaturas que decía que sólo las almas puras podían llegar a escuchar. Y, imbuida en esos recuerdos, fue que una vez le preguntó a esa voz de hombre si él lo era. La voz le contestó que era en efecto la voz del Guardián que ella había anhelado tanto.

   A partir de aquel momento se estableció una gran intimidad entre la Voz y Luna, quien confiaba ciegamente que todo lo que le decía era verdad.

   El Guardián le dijo que había llegado de lo profundo de los bosques porque había visto su hermosa alma y la manera tan dulce en la que trataba con las criaturas mágicas, ofreciéndole darle clases todos los días. Luna aceptó con gran ardor y no faltaba a ninguna de ellas después de la cena, cuando todos ya se habían retirado a sus habitaciones y ella no tenía ninguna otra responsabilidad por el día. Al final, cuando las clases terminaban, el Guardián siempre le pedía que le cantara, único pago que quería a cambio de su tiempo, algo que la joven hacía con mucho gusto; siempre le había gustado cantar y los que la escuchaban decían que lo hacía magníficamente.

   Pero entonces las cosas cambiaron un día. El día que Luna le habló al Guardián de Neville.

   Luna no era una chica como las demás, nunca había pasado por esa etapa “enamoradiza” por la que sus compañeras de habitación, por lo que para ella había sido un poco más difícil darse cuenta que ese cariño que sentía por Neville era mucho más que el que se siente por un amigo. Pero cuando cayó en cuenta de ese hecho, su alegría fue tan grande que no sabía cómo exteriorizarla, no tenía con quién hablar sobre el tema para que pudiera guiarla. Ginny, quien había sido la más cercana a ella, estaba de gira con su equipo de Quidditch; y no se veía contándole algo así al profesor Snape, que si bien era uno de los que siempre la escuchaba no creía que apreciara una charla como esa.

   Hasta que un día el Guardián, notando su cambio, le preguntó que le sucedía. Luna no tuvo ningún reparo en contarle el lugar tan importante que Neville ocupaba en su corazón. Entonces la Voz calló. No importó cuanto Luna lo llamara, o le suplicara que le contestara, el Guardián no lo hizo.

   Aquella noche Luna no durmió, el corazón apretado en el miedo de haber ofendido al Guardián de alguna manera.

   Al día siguiente, por fortuna (o más bien desgracia, aprendería Luna después) el Guardián había vuelto. Le habló con una gran tristeza, declarándole que si había decidido otorgar su corazón ya no era una persona pura, y por lo mismo él ya no podría acercársele.

   Lo dijo con tal acento de dolor humano que Luna actualmente se reprochaba no haber notado algo extraño y empezar a desconfiar a partir de aquel día, comprender que había sido víctima de alguien más. Pero su fe en aquella aparición, a la que tan íntimamente se mezclaba el recuerdo de su padre, seguía siendo absoluta. No temía nada tanto como el hecho de no volver a oírla. Por otra parte, hacía solo unas horas que Neville se había reído de ella cuando le contó sobre el Guardián; él, que nunca antes lo había hecho, ahora se burlaba como todos. Entonces supo que su amor no era correspondido, que el cariño que sentía no valía la pena tanto como para perder al Guardián; por lo que le juró que Neville, en realidad, no era más que un hermano para ella, y que nunca sería otra cosa, su corazón estaba vacío de otro tipo de amor…

   ¿Cómo pude dejarme engañar hasta ese extremo? Era lo que actualmente se estaba preguntando Luna, reprochándose haberse comportado como una niña impresionable… Pero ya no había marcha atrás. Ya no podía desligarse de ese engaño. Tal vez cuando pensaba que sólo se trataba de un hombre sufriente, condenado a vivir en lo más bajo del castillo, aún tenía una opción, pero ahora… Ahora sabiendo que quien le había estado hablando, enseñando, ayudando en sus clases, cantando con ella todos las noches no era otro que Lord Voldemort… Ahora simplemente era imposible.

ÁNGEL DE MÚSICA (Luna - Voldemort)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora