Capítulo 3

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   Al día siguiente encontró a Luna en el desayuno como todas las mañanas antes de su extraña marcha la semana anterior; se la veía tan normal como siempre que Neville por un momento dudó que la noche anterior (donde ella se había comportado tan extraña) hubiera sucedido… Pero sólo bastó que ella volviera sus ojos hacia su dirección para confirmar que no se trató de un sueño sino que fue muy real.

   Luna le contempló con unos ojos tristes, igual que la sonrisa que le regaló, unos segundos antes de volver su atención a madame Pomfrey, con quien había estado hablando momentos antes.

   Neville se sentía culpable de haberse reído de ella, nunca antes lo había hecho, como era el caso de la mayoría de las personas que la conocían al escucharle hablar de las numerosas criaturas de las que solo ella creía, incluso ante su propio rostro sin siquiera tener en cuenta sus sentimientos; por eso no le sorprendía que ahora estuviera tan dolida con él.

   Se había comportado como un completo cretino y ahora estaba pagando las consecuencias, pensó intentando reprimir un suspiro. En ese momento debería haber estado feliz y tranquilo de saber que Luna no estaba en ninguna relación y por lo mismo aún tenía oportunidad con ella. Pero no, su brutalidad de la noche anterior había sesgado cualquier oportunidad que hubiera podido tener, pensó con pesar al momento que se levantaba para su primera clase del día.


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     El día había transcurrido insoportablemente lento, como habitualmente estaba sucediendo y a lo que Neville ya se estaba acostumbrando.

   No volvió a ver a Luna en ninguna de las comidas, y según lo que escuchó había decidido comer en la que anteriormente había sido la cabaña de Hagrid antes de que el semi gigante se marchara a Francia a vivir con madame Maxime. Neville esperaba que no fuera por él.

-Tendrías que hablar con ella, Minerva.

   Neville volvió la cabeza a un lado al escuchar la voz de Snape, por lo general indiferente o maliciosa (o en una mezcla inusual de ambas), sonando preocupada por primera vez.

-Hablaré con ella está noche –concedió la directora –Pero ambos sabemos que Luna ya es extraña de por sí.

-Sí, aunque no así –negó –Algo me huele muy mal en todo esto.

   Neville desvió la mirada antes de que se percataran que los estaba escuchando, su corazón latiéndole con desesperación en el pecho. Él sabía que algo estaba mal después de la charla de anoche con Luna, pero parecía que era mucho peor de lo que se había imaginado si Snape, de todas las personas, estaba preocupado por la actitud de la chica.

   Antes de que la cena terminara oficialmente, se levantó y salió del Gran Comedor sin percatarse de la mirada que le dirigieron sus colegas ante su caminar apresurado.

   Sin saber cómo, porque ni él mismo tenía claro hacia dónde se estaba dirigiendo, sus pasos le condujeron a la habitación privada de Luna. Llamó a la puerta. No le contestaron. Entonces entró, aunque se sentía mal invadir la privacidad de la joven, necesitaba saber qué estaba sucediendo. La habitación estaba vacío. Un mechero de gas ardía agonizante. Encima de un pequeño escritorio había papeles y sobres. Estuvo a punto de acercarse para verlos cuando oyó de pronto unos pasos en el corredor… No tuvo tiempo más que para esconderse en el tocador, corriendo la cortina para no ser visto; no quería ser encontrado allí husmeando sus cosas, ¿cómo se lo explicaría?

   Luna entró a la habitación. Neville contuvo la respiración. Por alguna extraña razón, sabía que había hecho bien en ir allí y mantenerse escondido, a pesar de que su consciencia se lo reprochara. Algo le decía que iba a asistir a una parte del misterio y que quizás iba a empezar a comprender…

   Luna dejó caer su bolso sobre la silla del escritorio, el gesto cansado luego de un largo día de clases. Suspiró dejando caer su cabeza entre las manos, los ojos cerrados… De repente, alzó la cabeza pareciendo escuchar. Neville también escuchó ¿De dónde venía aquel ruido extraño, aquel ritmo lejano?… Un canto sordo que parecía salir de las paredes, las palabras eran inteligibles pero parecía acercarse cada vez más, hasta que parecían atravesar las paredes… Y, de pronto, la voz estaba en la habitación delante de Luna. Luna se levantó y habló a la voz como si hablara a alguien que se encontraba a su lado.

-Aquí estoy —dijo— Ya estoy lista.

   Neville, que miraba con cautela a través de la cortina, no daba crédito a sus ojos… que nada veían.

   La fisonomía de Luna se aclaró. Una hermosa sonrisa vino a posarse en sus labios, una sonrisa como la que tienen los convalecientes cuando empiezan a creer que el mal que les ha herido no se los llevará.

   La voz sin cuerpo reanudó su canto, y lo cierto es que Neville jamás había oído nada igual en el mundo. Lo sintió traspasado el corazón, y luchando contra el encanto que parecía arrebatarle toda voluntad y toda energía, y casi toda lucidez en el momento en que más la necesitaba, consiguió apartar la cortina que lo ocultaba, ya sin importarle lo que Luna pudiera pensar de él por estar allí escondido, y avanzó hacia ella.

   Luna se acercaba hacia el fondo de la habitación cuyo panel estaba ocupado por un gran espejo que le devolvía su imagen, no podía verlo puesto que estaba detrás de ella y enteramente tapado por ella.

   Luna seguía avanzando hacia su imagen y su imagen bajaba hacia ella. Las dos Luna —el cuerpo y la imagen— terminaron por tocarse, por confundirse, y Neville extendió los brazos para retenerlas a las dos a un tiempo. Pero fue repentinamente lanzado hacia atrás, mientras un viento helado le azotaba el rostro. Y no vio a dos, sino a cuatro, ocho, veinte Luna, que giraban a su alrededor con una ligereza tal que parecían burlarse de él y que huían con tanta rapidez que su mano no podía tocar a ninguna. Finalmente todo volvió a quedar inmóvil y se vio a sí mismo en el espejo. Pero Luna había desaparecido.


ÁNGEL DE MÚSICA (Luna - Voldemort)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora