Un amor y un solo corazón

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Para empezar, los demonios no podía estar con humanas. Pero si hubo un rey que rompió algunas reglas, que producto de esto nacieron dos hermosas niñas. Princesas poderosas que desafiaban las leyes misma impuesta para mantener el orden, pero con el tiempo se volvieron las defensoras del mismo equilibrio junto a su gran amigo Sparda.

El legendario oscuro caballero que traicionó a su misma especie por defender a los humanos o eso es lo que dicen.

El demonio albino quedó impregnado de la belleza de la mayor de las hijas del Rey. Sintió cosas que su cuerpo no tendría que sentir, vio la vida humana y demoníaca como algo necesario solo porque ella se lo mostró.

Sin darse cuenta estaba enamorado de la pequeña futura reina del Inframundo. Con el tiempo su pecho exigía de las atenciones de la muchacha pero se dió cuenta que ella no daba la mano a cualquiera como su hermana. No, la señora infernal tenía un claro propósito en su vida y no estaba para juegos tontos. Ella quería honrar a su padre y proteger la vida misma.

Sparda estaba fascinado por tal determinación pero le costaba respirar cuando la pequeña Aset lo trataba como un hermano. Su corazón, si es que precisaba de uno, saltaba de tristeza por no reconocer un valor de sus afectos hacía ella.

Y un día, se animó hacer algo que no sabía que hacer.

La nieve tapa la entrada principal, dificultado entrar a la casa del oscuro caballero. Con algo de dureza entro y dejo su abrigo en el perchero de siempre. No sentía frío, solo aparentaba ser normal para que los humanos no molestará con preguntas idiotas.

Escucho unos pasos apresurados bajar de la escalera y vio a la pequeña hermana Nebehet bajar con rapidez.

-No voy a volver hasta mañana en la anochecer, bye.-salio como un trueno y no dejo ni siquiera preguntar a Sparda por su repentina huida.

No le dió importancia y siguió el camino a la biblioteca. Cuando llegó vio a una pequeño cuerpo sentado en un sillón leyendo plácidamente.

-¿Mi hermana ya salió?.-su voz salió tranquila e hizo que el corazón del albino saltará de emoción.

-Si, no me dejó ni siquiera despedirme.-ella se rio en voz baja y el sonrió como el tonto enamorado que era.

-Siempre igual.

-No la culpo, tiene que cumplir con su rol de emperatriz de la lujuria.-se acercó al pequeño cuerpo y vio el vestido gris claro abultado porque sus pies los tenía sobre el sillón. Su cabellera negra estaba sujeta a un rodete simple. El mayor tenía ganas de acariciar su mejilla pero se contuvo, no quería molestar a la señora.

-¿Dónde estabas?.

-Por ahí.

-Vamos Sparda, se que algo te pasa.

-No me pasa nada, estoy bien mi lady.-ella lo miro solo unos segundo que bastaron para que Sparda se le lanzará encima para abrazarla. No podía permitirse muestra de afecto de ese estilo a nadie, solo a ella.

-Tengo hambre y sueño.-ella dejo su cabeza en el hueco del cuello del albino y el aspiro el perfume de su pelo. Contento con que su pequeña lo dejara hacer tal acción.

-Ya debe estar la comida, los criados deben de estar terminando.

-Supongo.-cerro el libro que ella estaba leyendo y dejo que la tranquilidad que le proporcionaba el abrazo y el calor de chimenea dominará su cuerpo a tal punto que se durmió.

Sparda sabía que ella estaba dormida. Entonces intento algo a lo que jamás pudo llegar a imaginar.

Hipnotizado por la bella tranquilidad que proporcionaba Aset dormida. Acercó su rostro al suyo, a centímetros de dar el más grande paso de su vida, la puerta de la biblioteca fue tocada y tuvo que aparentar una normalidad que fue una tortura para el caballero. Un criado entro avisando que la comida estaba servida. Sparda los despacho con un simple gesto de cabeza y decidió a duras penas despertar a la pequeña que tenía a su lado. 

La morocha abrió los ojos y le sonrió al mayor con una tranquilidad propia de su sueño. Juntos se fueron al comedor y cenaron con paz, pero el mayor no podía estar tranquilo. Aquel gran paso que estuvo a punto de hacer podría cambiar todo. ¿Estaría dispuesto a dejar todo a un lado y permitirse abrir su corazón?.

Conocía muy bien el carácter de la menor, era vivaz y muy agresiva. Tiraría años de amistad a la basura simplemente porque quiere probar sus labios rojizos que siempre lo tienta hasta la muerte. 

Sonrió como idiota cuando sus ojos se centraron en él. Cuando eso pasaba ya nada importaba, el mundo no existía y las inseguridades pasaban al segundo plano. 

Al terminar de comer, ambos se despidieron y cada fue por su lado. Pero el mayor aun así no podía sacarse de la cabeza suave tacto de su piel.


~*~*~*~

La noche era bastante fría, pero para Sparda solo era un fresco aire del viento. La pequeña que estaba ahora viendo un precioso amanecer se llevaba toda su vista. 

Habían arrasado con una ola de demonios que impidieron otra vez más su entrada al infierno. Fue decepcionante el no poder cometer su misión que ya siglos de los siglos aun no se llevaba acabo.

-Bueno, esto ya es costumbre.-Nebe se puso a lado de su hermana y suspiro como siempre hace cuando esta triste, libera todo su aire por la boca dejando en el ambiente su triste que gobierna su corazón.

-Yo diría que si.-Aset se dio la vuelta para mirarla, le sonrió con una de esas sonrisas tiernas que desprende cuando esta cerca de su pequeña hermana. La morocha le acomodo un mechón de pelo rojizo a su hermana detrás de la oreja y luego la abrazó con fuerza.

Sparda se acerco y las abrazó a ambas, le rompió el corazón de saber que ya no había tiempo. Odiaba la espera, odiaba el hecho de tener que esperar otros 100 años más para verlas. Era como la familia que jamás imagino tener. Sintió el olor de sus fragancia, era como un campo minado de flores y fruta, vivo retrato de la naturaleza.

-No se si pueda soportar unos 100 años mas.-se separo de las dos gemelas. Ellas se rieron y con toda segura le dijeron.

-Para nosotras jamás es fácil.

-Me imagino.-quedaron un buen rato en silencio, hasta que el sol ya estaba a punto de salir del horizonte. 

-Es hora.-Nebehet miró por última vez a su hermana y a su gran amigo. Cuerpo se hizo polvo y el viento se llevó consigo su recuerdo. 

Aset miro a su amigo y le sonrió, se acerco a su rostro y le dio un cálido beso en su mejilla. Sparda tomó su rostro e hizo lo que siempre deseo, beso sus labios en un toque suave a penas visible. Cuando abrió sus ojos, su pequeña ya era polvo brillante desapareciendo con el viento.

Cayó de rodillas, su corazón era una mezcla de melancolía y euforia. Lloró, como siempre hace y luego se levanto para regresar al oscuro lugar solitario. 

Pasaron los días  retocabas sus labios por la viva sensación del beso. Luego entendió que solo el podría recordar ese maravilloso recuerdo. Se habló a si mismo:

"No te empeñes mucho, ella esta hecha para alguien mas. Alguien que pueda sostener su mundo y su corazón. El desgraciado tendrá a la criatura mas bonita y misteriosa que puede existir. No la harás sufrir, lo se pero se que ella puede que a ti si. Solo te pido, rompe este maldito bucle sin fin." 

Beso su medallón que le regaló el antiguo Rey infernal, dejando así la promesa establecida.

One Shots Devil May CryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora