2 de Noviembre de 1.992
Querido amigo:
Me he dado cuenta que Sam y Patrick se encontraron con un planeta totalmente nuevo extraño llamado «universidad» el cual algunos pocos tienen el privilegio de conocer cuando grandes. Al parecer los colonos de ese nuevo planeta han contagiado a Patrick y Sam de la «nueva onda universitaria».
Durante los dos días que estuvieron aquí, no tuvimos ningún encuentro cercano, no fuimos al túnel como lo tenía planeado, no fuimos al Big Boy y tampoco nos sentimos infinitos. ¿Sabes? La tarde en que fui a su casa, al regresar a la mía, tomé la lista de «cosas por hacer» y la quemé en la chimenea.
Sam y Patrick sólo estuvieron herméticos, encerrados en la casa de sus padres y aunque los fui a visitar, me sorprendió la respuesta de su madre:
—Buenos días, Charlie —dice mientras sostiene la puerta entreabierta.
— ¿Se encuentran Patrick y Sam en casa? —pregunto.
—Sí están —responde aún con la mano en la perilla de la puerta.
Pensé que me diría «adelante, pasa. Están arriba» pero no, jamás lo hizo. Sin aparentar ser grosera, me respondió
—Escucha Charlie, lamento decirte que Sam y Patrick están muy ocupados con asuntos de la universidad y prefirieron que incluso yo —se puso la mano en el pecho—, no los interrumpiera. Dijeron que vinieron por la cita con el Instituto que apenas acabe el baile, partirán hacia la universidad.
—Está bien. Me iré pero por favor, cuando hable con ellos, dígales que estuve aquí.
—Así será, pequeño Charlie.
Ahí terminó nuestra conversación. Ni siquiera podía imaginármelos. ¿Cuán ocupados podrían estar para no atenderme? Y no me estoy dando el lujo de creerme importante pero es que, después de todo el tiempo que estuvimos juntos, no me cabe en la cabeza cómo esto puedo estar pasando. Siento una rara sensación de ira que no es normal en mí.
Quizá lo que vaticiné hace algunos meses de que puede que los chicos me estén considerando como un estorbo es real, y que sólo estuvieron conmigo por algo de pena y que me están olvidando o qué se yo. Pero no sé qué sentir, si rabia o tristeza, si culpa o no sé qué otro sentimiento podría describir mi situación.
«Tendrán nuevos amigos», pensé mientras caminaba hacia mi casa desde la casa de ellos. Han de ser chicos con más onda y con mejores ideas que yo, ideas de fiesta e ideas para otras cosas que no sé; chicos guapos y chicas lindas, quizá ahora se codean con los más populares de la universidad, cosa que me parece rara porque jamás me hubiera imaginado a Sam y Patrick en esas.
Todo está terminado, siempre es lo mismo pero sólo sé una cosa que ya conocía desde hace mucho tiempo, las cosas cambian, los amigos se van y la vida no se detiene por nadie.
Por nadie, pero me es difícil aceptar que ya no volveré a ver a los chicos de la misma forma, aunque a Sam ya no la veía de la misma forma hace rato y creo que es señal de que en el fondo, ya lo sabía y que me estaba preparando inconscientemente para éste rudo y drástico cambio en mi vida.
¿Me escribirán? o... ¿Yo les escribiré?
Las palabras de su madre: «Sam y Patrick están muy ocupados con asuntos de la universidad y prefirieron que incluso yo, no los interrumpiera», me dejan aun más pensativo y un poco perplejo. No hay nada más triste que una amistad que algún día pensé que iba a ser para siempre, acabe de esta manera. No sé si estoy siendo muy exagerado con esto, pero de algo de lo que sí estoy ciento por ciento seguro es que va a continuar así, los chicos ocupado y yo, metafóricamente, tocando a su puerta que probablemente, siga cerrada. ¿Hasta cuándo? No lo sé.
Llego a la casa de Lilly y le cuento lo sucedido, ella me dice que una vez le pasó lo mismo pero que logró salir de ese vacío que «llenaba» su corazón. Yo le pregunté:
—¿Cómo lo hiciste?
— ¿Cómo hice qué?
—Digo, arreglar «eso» de tu corazón.
—No fui yo quien lo hizo, Charlie. Fue alguien más, un héroe común y corriente —dijo.
¿Héroe? ¿Común y corriente? ¿A quién narices se refería?...
—¿Entonces quién fue?—le pregunté.
—¿Aún no te has dado cuenta? —me dijo poniendo las cejas en forma de arco.
—No —le respondí mirando al piso de su alcoba.
—Muy pronto lo harás.
—¿Alguna vez has deseado desaparecer por completo o, peor, que nunca hubieses nacido? —le pregunté mirándola a los ojos.
—Sí, Charlie. Solía hacerlo pero luego llegó esa persona y me di cuenta que no vale la pena querer eso, hay personas que te quieren más y que están a la espera de un abrazo de tu parte.
Lo hice, la abracé.
Aunque Lilly no me reveló en el acto quién fue su «héroe» me puse a pensar que mi historia, de alguna extraña manera, se estaba pareciendo a la del chico Christian de cuarto año, ¿recuerdas? Al que sus amigos rechazaron y terminó trágicamente intoxicado con un frasco de pastillas para dormir y realmente no quiero que mi historia termine así. Luego, ¿quién estará ahí para Lilly?
Al poco tiempo, me doy cuenta de que el tal «héroe» del que Lilly hablaba me era un poco familiar, me era familiar porque hablaba de mí. A veces quisiera nunca decepcionarla porque la aprecio y sólo por eso no quisiera cometer errores que dañen nuestra amistad —la cual hasta ahora, va «radical»— y, si alguna vez desaparezco, quiero que ella desaparezca y vaya conmigo a cualquier parte.
Con mucho cariño,
Charlie.
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Las Ventajas de Ser Invisible 2
FanfictionCharlie, un chico de 16 años, tiene un reto mayor que el que tenía antes: ir al segundo año sin sus mejores amigos, Sam y Patrick.