Capítulo 6

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14 de Septiembre de 1.992.

Querido amigo:

En esta última semana mamá ha estado muy furiosa con papá y no he querido involucrarme en lo absoluto. Las cosas en casa se ponen peliagudas. Mientras papá duerme en el sofá de la sala, mamá duerme en la habitación de arriba y yo sigo durmiendo en mi cuarto como de costumbre. Llevan así cuatro días de seguido y papá ha tratado en varias ocasiones de darle una explicación a mamá de lo sucedido, pero, como sabes, mamá siempre gana en estos asuntos.

Todo comenzó cuando el viernes por la noche mamá recibió una llamada del trabajo de papá. Era su jefe, es un señor gordo de barbas que usa siempre ropa apretada, lo que lo hace ver más gordo y no sé por qué lo hace. Le decía que papá no se había presentado a trabajar ese día y que le dijera que estaba despedido por muchas razones y que si quería saberlas, que se presentara el lunes por la mañana a primera hora en el edificio. Luego de esto, mamá agregó en su agenda para el lunes a las 7:00 «cita con el jefe».

Resulta que papá tampoco estaba en casa esa noche y ya era demasiado tarde, eran las 20:00 y papá no suele llegar a esa hora, siempre llega alrededor de las 18:00 o las 19:00 horas. Mamá, aunque furiosa, estaba preocupada y no tenía cómo contactarlo directamente. Así que decidió llamar a casa de sus compañeros de trabajo pero ninguno daba razón de él o de su paradero, y de la misma forma respondieron algunos amigos de mamá y de él con los que siempre salen a divertirse.

Las cosas se complicaron y llegué a asustarme tanto como para decidir acompañarla cuando me dijo:

—Charlie, trae mi abrigo y las llaves del auto que están al lado del perchero. Me voy a los hospitales. Tú te quedas cuidando la casa.

Dijo «hospitales». Eso significaba que papá podría estar herido o algo así.

—Mamá, yo te acompaño —le dije.

Fuimos a casi todos los hospitales de la ciudad y no lo encontramos. Nadie había registrado a papá como un paciente. Mamá empezaba a preocuparse por algo peor: que estuviera muerto y no lo hubiesen podido encontrar. Me da hasta escalofríos de solo pensarlo ahora. Mientras conducía, lloraba a lágrima viva y, de vez en cuando, se bajaba a preguntarles a las personas en la calle con una foto de papá que había encontrado dentro de su cartera en la mano diciendo «¿ha visto a este hombre?».

Mamá iba a toda velocidad, casi a 70 kilómetros por hora en las avenidas y no es normal en ella porque respeta con cuidado cada norma de tránsito establecida en el Estado.

—Mamá, ¿a dónde vamos? Estás saliendo de la ciudad —le pregunté al ver cómo dejaba las luces de los edificios atrás y solo veíamos árboles adelante.

—A la morgue, Charlie, donde trabaja Jonesy.

—Papá no está muerto, ¿verdad? —pregunté.

—No lo sé, Charlie, y aunque lo supiera, aún no te lo habría dicho.

—¿Pero por qué?

Mamá en un grito fulminante me dijo que me callara, cosa que hice porque no quisieras conocerla cuando está furiosa. Le temblaban las manos, estaba sudando demasiado y sus labios estaban morados. También estaba pálida. Yo también lo estaba porque, en el fondo, no quería imaginarme una vida sin papá y creo que no expresar esos sentimientos enfriaban más mi piel.

Mamá quiere mucho a papá y si no estaba muerto no era justo que le estuviera haciendo esto a ella y a mí. Por otro lado, no sé por qué la morgue «donde trabaja Jonesy» queda a las afueras de la ciudad, lo hace más tenebroso y más «peliculezco». Esa palabra no existe, la acabo de inventar.

Al llegar a la morgue a mamá le dicen que sí figura un hombre con los rasgos que ella describió de papá y con el mismo apellido pero que no sabían el nombre porque en la tarjeta que encontraron en su bolsillo decía solo su apellido con una inicial que era la misma. Mama reventó en llanto y me abrazó me dijo sollozando:

—Charlie, papá se ha ido.

Los ojos se me aguaron pero no lloré por no demostrarle debilidad a mamá, de esa forma quería demostrarle que la amaba y que yo seguía ahí para ella sobre todas las cosas. No soy bueno consolando y lo único que supe decir fue:

—Te amo, mamá.

A lo que ella también respondió:

—Yo también, Charlie. No sabes cuánto.

Luego de haber esperado casi dos horas y que hicieran la identificación del cadáver, que a propósito no nos dejaron ver, vino un chico de escasos veintitantos, parecía nuevo allá y nos dijo:

—¿Es este su esposo, señora? Responde al nombre de John.

—No, no es ese —mamá respondió secándose las lágrimas.

De pronto vimos entrar a una señora con una niña llorando preguntando por el mismo John y el chico le respondió que efectivamente estaba allí. La chica abrazó a su madre y creo que de esa forma también le hizo saber que estaba allí con ella y que la vida seguía. Mamá le agradeció al chico nuevo mientras se secaba el resto de lágrimas y nos marchamos a seguir buscando, ahora, en las oficinas de policía. Mamá estaba furiosa y preocupada a la vez.

Llegamos al departamento de policía y nos dijeron que a las 18:00 había entrado un hombre con el apellido de mi padre, dijeron que estaba ebrio y que «no había parado de llorar como niñita toda la noche».

Mamá estaba ahora completamente furiosa y, para colmo, le dijeron que papá había estrellado su Oldsmobile contra otro auto, una camioneta Chevrolet y que el dueño había presentado cargos contra papá. Además, le encontraron una caja de cerveza Milwaukee's Best vacía en el asiento de copiloto y por eso también lo habían puesto tras las rejas.

Mamá pagó la multa y él seguía ebrio. Sólo tuvo palabras para decirle:

—Mañana cuando estés sobrio, arreglamos.

Mamá no suele hablar de esa forma y sólo por eso, sé que va en serio porque, además, noté el brillo de dolor en sus ojos y sé que está decepcionada de papá así como yo y de seguro mi hermana y mi hermano también lo estuvieran si estuvieran aquí. Primero, no sabe por qué lo hizo. Yo sólo esperaba que papá tuviera una excusa válida y para este caso, creo que nadie aún ha inventado una creíble.

A la mañana siguiente papá despertó con jaqueca, no recordaba nada y tampoco sabía lo que le esperaba. Después de una larga discusión con mamá en la cocina y en la cual no me atreví a intervenir, mamá lo disculpó pero que debía dormir  en el sofá. Él entre lágrimas le decía que eso era injusto y que no era para tanto. Mamá le respondió:

—Injusto es que hayas estrellado el auto en esas condiciones. Ahora hay que pagar por el mecánico y, de paso, enviarle dinero a tu hija para la universidad. Esta semana harás horas extras hasta las 22:00.

Luego de que papá se fuera a dormir, mamá me dijo:

—Creo que ahora sí, tu padre sufre la crisis de los cuarenta, Charlie. Pero es muy tosco y orgulloso para aceptarlo —rió.

Puede que haya reído, pero aún sigue furiosa por lo del Oldsmobile y las Milwaukee's Best en el asiento del copiloto. Papá aceptó y debe trabajar todo este mes hasta las 22:00. Te lo dije, mamá siempre gana en estos asuntos y, por otro lado, desconozco a papá. No suele hacer eso.

Con mucho cariño,

Charlie 

Las Ventajas de Ser Invisible 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora