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Unas manos fueron lo primero que percibí desde donde sentía mi cuerpo flotar, o más bien mente. A pesar de que estaba confundido y algo asustado, también estaba decidido en cumplir la promesa que le hice a SunHee, pero eso no le restaba peso ni miedo a la situación en general.

Estaba usurpando prácticamente el lugar más privado de una persona. Su mente y sus recuerdos. No creo que a nadie le agrade el hecho ni la sensación de un desconocido husmeando como turista extranjero por su casa, por lo que no me sorprendería que me den un par de patadas en las pelotas.

Sin embargo, estas manos que recorrían mi cabellera con dulzura y casi adoración. Ya saben de esas que solo alguien dulce y lleno de amor brinda inconscientemente, como las caricias de mamá cuando era pequeño y tenía pesadillas constantes. Me reconfortaba el simple hecho de tener alguien vigilando mis sueños, pero ahora puedo afirmar que me causa escalofríos.

No conocía a Jimin quien es mi persona predestinada de nada. Lo desconocido es perturbante ¡Al diablo con la idiotez esa de la emoción por lo nuevo! ¡Yo podía morir aquí mismo si resulta ser quien no debo encontrarme! ¿De dónde demonios saco EMOCIÓN? Tengo terror de abrir los ojos.

Santa Luna, realmente estaba quieto controlando mi respiración e intentando verme lo más relajado posible.

Sentía por ratos como si jugara a enrollar mechones en sus dedos y como soplaba su aliento haciéndome cosquillas. Malditas terminaciones nerviosas cossquilludas.

¿Y si no era ninguno de los dos y era un ser raro? ¿Qué tal uno espeluznante y horrendo? ¿Y si era un cadáver?

Vamos, Jeon Jungkook eres mejor que esto. Oh dragones antiguos, las malditas cosquillas.

— Para ser un alfa tu cabello huele bien. ¿Qué shampoo usas? — Quise tragar saliva pero seria muy obvio ¿No? — Sé que estás despierto. — Rió. — Bueno, en realidad aquí nunca se duerme así que lo que quería decirte en realidad es — Sentí como se acercó mucho más a mi rostro, en específico a mi oído. Podía sentir el roce de piel y no sé qué tipo de piel contra la mía. Santos cielos. — Sé que estás consciente, querido Jeon Jungkook.

Y si estaba aterrado antes intenten ponerse en mis zapatos ahora.

Lo que sea que fuera se alejó y si quieren saber cómo era su voz, no lo recuerdo del miedo y eso es patético. Solo sé que no es agradable ni endulzante, es como arenosa y ni idea porque tan solo aparece ese adjetivo para describirla. ¿Es siquiera un adjetivo?

Un golpe en mi pierna me alerta.

— Ya abre los ojos. ¿Son del color del mar? ¿Del verde pasto? ¿Del gris lunar? ¿Del ámbar precioso? — Un toque cerca de mi ojo. — Te voy a clavar los dedos a la de tres. Una. — ¿Dijo clavar los dedos? — Dos. — ¿Para sacármelos? — ¡Tres!

¡Maldita sea! Me senté inmediatamente. ¡Se saltó el dos y medio! Siempre hay un dos y medio.

— Oh, son color tierra mojada o lodo mejor dicho. Un loddo muy turbio.

Mi vista recayó en un duende. No era pequeño ni grande, pero si tenía unos dientes bastante afilados al igual que sus uñas. Y pensar que pude tenerlas en mis ojos. ¿Cómo no las sentí en la cabeza? Pudo agarrarme el cerebro si deseaba.

— No saludar es de mala educación, y no me van tan bien personas sin modales, alfa o no. — Mostró nuevamente esos dientes.

— Encantado de conocerte...

— Soy Urtah, un placer. — Extendió la mano. — Aunque no te he encantado acepto el saludo.

Extendí la mano antes de que las cosas no estén a mi favor, y sentí un ardor en el brazo. Jadeé al instante y él se llevó la mano a su nuca.

Reinicio. KOOKMIN. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora