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Si pudiera dolerme la cabeza, supongo se me estaría partiendo en dos. Pero, tan solo tenía la sensación.  Una leve sensación en lo más profundo que me decía que esta palpitaba.

Mi corazón por el contrario estaba muy quieto, pero alerta. Algo estaba cerca.

Urtah no había aparecido desde que  comenzó prácticamente la cacería, aunque a veces podía sentirlo y prácticamente escucharlo decir la frase que me retumbaba en la cabeza.

Podía ser un ser algo no agradable de tener a la vista, pero su personalidad era impactante y sus consejos me habían salvado de caer en más de una trampa al igual que un hoyo sangriento.

Había pasado una eternidad de tiempo y un sin fin de sucesos con el único fin de detenerme, o matarme más bien. ¿Habría mi abuelo contactado a mis padres? ¿Mamá se habría preocupado? Pero, eran pensamientos que llegaban cuando todo estaba relativamente muy, muy calmado y vacío aquí.

El miedo me había abandonado desde la última vez que un proyectil de espinas se había disparado y casi me deja ciego, fue ahí donde supe con certeza que no me serviría de nada ese temor si no era más grande que mi determinación.

Luche con garras y dientes junto al alfa dentro de mí. Realmente estaba probando mi valía aquí en este lugar, y eso tenía orgulloso a mi lado animal. Esperaba que con ello pudiera ganarme algo de la confianza de la parte humana de Jimin.

Ahora estaba en el centro de un terreno destruido, rodeado de edificios altos y grisáceos a punto de caer, resquebrajados con videmrios rotos y cortinas desgarrada por solo Jimin sabrá qué, el ambiente acompañado por un ruido que me perturbaba retumbando con ecos el inhabitado espacio logrando que estuviera con casi los ojos en la espalda.

El cielo era oscuro, lleno de nubes negras cargadas de agua y con pequeños remolinos de viento suscitandose mientras daba un paso a la vez, como si quisieran agarrarme, engullirme y succionarme. Era aterrador si lo ponía de ese modo. Si era atrapado por uno de ellos, estoy seguro que realmente jamás volvería. Ni yo, ni Jimin.

Hojas secas y manchas de brea cubrían el suelo en un patrón irreconocible, manteniendome activo para no pisarlo porque aquí no estaría seguro ni siquiera del agua de lluvia. Si es que no descargaban otra cosa sobre mi, lo cual sería lo más probable.

La incertidumbre era peor que el miedo, porque se mezclaba con él.

Me sentía algo alegre cada vez que el entorno se modificaba, porque si bien traía consigo uno más peligroso, sabía que me estaba adentrando cada vez más en su mente y pronto tendría que enfrentarme al omega. Era como suspirar de alivio y expectativa.

Mentiría si dijera que eso no calaba en lo más profundo de mis huesos. Era un frío desgarrador.

Un golpe en mi cuello me desestabilizó.

— Madre mía. — Fue lo único que alcancé a soltar ante el imprevisto y silencioso ataque.

No sentía dolor, pero eso no evitaba que el cuerpo reaccionara como normalmente lo hacía ante la situación expresada. Quizás me desmayé, quizás sólo cambió el lugar. No lo sé con certeza. Lo único que tenía seguro era que estaba siendo secuestrado o movilizado para ser mutilado.

Quien sabe que ente sería esta vez el que aparecería ante mí, solo rogaba que no intentara nada con mis ojos o estaría realmente en problemas. Los necesitaba para ver.

Tenía suficiente con tener que estar atento a no sufrir daño alguno en mis piernas y brazos.

Intenté incorporarme del suelo de la desprovista luz de la camioneta a la que me habían lanzado sin cuidado alguno o en la que había aparecido mágicamente, así que ajustando mi vista ante el estrecho y limitado movimiento que se me permitía, noté que estaba rodeado de herramientas de todo tipo.

Reinicio. KOOKMIN. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora