(❁ TRES ❁)

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Estaba cansado, sus piernas dolían ante los calambres de tanto caminar y su espalda aun más. Dirigió su caminar hasta la plaza.

Se sentó en una banca sintiendo de inmediato el peso bajar hasta sus pies, como si tuviera plomo de un momento a otro. Suspiro de satisfacción ante el relajo de sus músculos cansados.

Observo a su alrededor notandolo sin nadie mientras en el cielo un manto gris nublaba al sol brillante volviendo al día uno fresco, triste, opaco.

Las hojas de los árboles caían de a poco ante la estación nueva pero aún no perdían del todo su color,  la brisa fresca se sentía pero sin exagerar y el ruido de los motores de algunos autos que pasaban se escuchaban de fondo.

¿Cómo estas?

De inmediato se dio vuelta encarando a quien estuviera detrás suyo. Un suspiro abandonó sus labios al ver a su amigo con su bolsa en mano, le indico que se sentará a lado suyo así hablar.

Bien, ¿Y ? ¿Qué haces por aquí?

Cuando mamá nos mando a salir decidí buscarte.– Su voz salía como susurros que si no estuviera cerca suyo no los escucharía. – Perdón.

Sus ojos reflejaron confusión ante las palabras del castaño. ¿Porque le pedía perdón? Cómo si hubiera escuchado la pregunta en su mente, su amigo habló.

» Perdón por no ayudarte para que no te castigaran. Y-Yo...

Hey, no llores.– Llevó sus manos hasta el rostro ajeno limpiando con sus dedos las lágrimas que amenazaban en salir y sin querer mancho con algo de tierra las mejillas ajenas. – Estoy bien y no era necesario que me ayudarás ¿Okey?

Con un asentimiento de cabeza sonrió para su amigo logrando calmarlo y que no llorará. Tomo su bolsa negra del suelo mientras le hablaba al castaño y comenzaban a alejarse de aquel lugar desierto.

Ambos caminaban de un lado a otro con sus ojos observando cada rincón intentando encontrar aquellos objetos que garantizaban su comida.

Bingo.

Tomo del borde de la camiseta verde a su amigo arrastrándolo hasta el contenedor negro, aquel que seguro encontrarían algo. Y así fue.

Una, cinco, diez. Sus sonrisas comenzaban a doler ante las latas y botellas que había.

Hoseok entra así podemos juntar aun más, mía brazos son cortos y ya no alcanzó.

El castaño asistió metiéndose de un movimiento dentro del contenedor revolviendo sin miedo y tirando hacia afuera todo lo que les servía. ¡Hasta algunas prendas de ropa usada!

Pero el golpe de suerte incrementó aun más.

¿Qué sucede Hoseok?

No hubo respuesta solo un chillido de alegría genuina. Su amigo salió de aquella caja gigante teniendo en sus manos un pepel con algunos tajos pequeños en algunas partes pero sin llegar a quitar el valor que tenía.

Sus ojos se iluminaron contagiado de la alergia de su acompañante. Un billete, si eso era.

Vamos, acompañame.

Ambos tomaron sus bolsas llenas mientras el pelinegro seguía a su amigo a quien sabe donde. Las calles pasaban al igual que las miradas de las personas a su alrededor hasta que se detuvieron.

Su ceño se fruncio ante la duda de porque estaban en ese lugar, si no tenían nada que hacer en un lugar como ese. Recibió la bolsa del castaño viéndolo entrar con algo de miedo a ese lugar y él se quedó fuera, esperando a que saliera con quien sabe que.

Ante la espera se permitió observar donde estaban, había muchos negocios de diversas ventas y edificios demasiado altos o así se veían ante sus ojos.

La puerta se abrió dejando ver a Hoseok quien sin decir palabras tomó su bolsa pidiéndole en silencio que lo siga, cosa que no se negó.

Luego de caminar unos minutos llegaron a la plaza donde se encontraron notando la aun sin gente. Tomaron asiento en uno de los bancos bajo un árbol mirándose mutuamente.

Del bolsillo izquierdo de su pantalón saco algunos sobres el castaño mostrándose tímido ante la mirada del pelinegro quien no podía creer aquello.

¿Porqué lo hiciste? Era tu dinero.

Quiero ayudarte, siempre lo haces por . – Tendió la mano había él con las curitas esperando a que las tomará.– Por favor chimchim.

Quería llorar ante lo dulce que era su amigo. Cualquiera de los demás niños en la casilla hubiera enterrado el billete o se lo hubiera gastado en comida pero su amigo decidió gastarlo en él, quien no tiene con que pagárselo.

Quizo negarse pero Hoseok insistía en que su espalda lo necesitaba y aunque no eran suficientes para tapar todas las heridas abiertas hubo una que si fue sanada de inmediato, aquella que marcaba la falta de preocupación.

Una de las curitas iba a ser abierta pero la interrupción del pelinegro paró la acción mirando ambos al mismo lugar.

–¿Qué esta haciendo aquel chico de cabello llamativo?...

No te rindas « YM »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora