(❁ CUATRO ❁)

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Solo el espacio de esas cuatro paredes es el testigo de su sufrimiento continuó. Las palabras hirientes permanecen en su mente y cuerpo castigando sus sentimientos.

En sus ojos, el llanto abunda con las lágrimas cristalinas y su gustito salado, permanecen rojos e hinchados ante los minutos de desahogó casi eterno.

Los brazos finos de fuerza sostiene sus piernas débiles contra su pecho mientras su  cabeza descansa en estas dejando que la lluvia débil choque contra las sábanas guardadoras de sus mas grandes miedos.

Ya basta.

Pero aun así no lograba obtener la firmeza de aquellas palabras. Su garganta dolía sintiéndose a la vez vacía, como su alma.

Ya no quiero.

Pero seguía bajo la oscuridad con su llanto de tristeza sin lograr levantarse de aquella cama desecha y opaca de color como todo a su alrededor, como su vida en si.

¿Qué hora es? La noción del tiempo voló de sus manos al momento de comenzar a caer ante los recuerdos del día anterior y los que venían detrás de ese.

La ventana reflejaba el día gris y sin sentido como estaba él, talvez el día decidió darse el momento de descansar con tanto brillo y permitirse bajar la guardia con algún llanto del cielo.

Se puso de pie llendo hasta el baño de su habitación, sintiéndolo frío como la temperatura del agua de la ducha que se daba.

Las gotas húmedas bajaban por su cuerpo delineando delicadamente cada parte de su superficie y aveces se detenía en las zonas dañadas, con pedasitos de la piel levantada y enrojecida.

Y aunque ya no lo seguía haciendo las últimas heridas seguían allí, recordándole los sucesos que lo mandaron a generarlas.

Tomó sus prendas de vestir, sintiendolas calentitas ante su piel pálida y helada. No se detuvo en acomodar sus cabellos verdes saliendo de la habitación con estos revueltos y sin orden alguno.

Sabia que estaban en el comedor desayunando pero él no los quería ver, camino aún más rápido con los auriculares en sus odios dejando que los acordes de la guitarra sonarán y opacaran los gritos de su progenitor llandolo.

¿Adónde vas? Esa pregunta resonaba en su mente ante la duda de adonde iba. No lo sabía, sólo quería despejarse ante la bruma de soledad de la casa.

Caminó siendo guiado por el destinó juguetón, seguro lo ayudaría en ese momento.

Estaba solo, sin acompañante alguno. Las calles no estaban llenas como solían estar y eso le gustaba, podía combinar sin sentido y que nadie lo insulté al no ver por donde camina y chocar por accidente.

La plaza.

Si, eso sonaba bien. La melodía de un piano inundó sus oídos relajandolo de inmediato, sintiendo cada nota retumbar en su pecho ahuecado con un eco que llegaba hasta cada fibra de su cuerpo.

Y ante la concentración de las notas no sintió al auto llegar hasta él estando listo para ser chocado pero como dejo su día en manos del destinó nada de eso sucedió.

Su cuerpo cayó sobre la superficie del suelo sintiendo de inmediato un peso encima siendo quitada de inmediato. Sus ojos, los cuales se cerrado ante el impacto, fueron abiertos notando la presencia de aquel muchacho que lo salvó.

Arrodillado alado suyo con su rostro demostrando preocupación, sus labios gesticulaban algo pero él no los escuchaba y ni leía porque sus orbes solo podían admirar aquellos ojos de mar.

Frescos, llamativos, admirables de un paisaje pero... ¿Porqué estaban vacíos, solos, sin brillo de vida? Estaban dañados.

Era como versé ante un espejo porque los suyos eran iguales solo descartando el llamativo azul de frío. Los insultos del conductor jamas los escuchó ante la concentración pero tuvo que despabilar ante el llamado mudo del chico.

Y cayo en cuenta que aun tenía los auriculares, se los quitó deprisa y pudo apreciar la tonalidad de la voz de aquel joven.

¿Éstas bian?

Quería hablar pero su voz no salía, estaba atrapada en su garganta seca. Admiró una vez más aquellos ojos que lo llamaban sin intención reflejando la nubla de felicidad, parecían sucios de tristeza y eso no le gustaba. No sabia porque, pero no le gustaba.

Y sin querer aquella negación salio ronca de sus labios finos.

No...

No te rindas « YM »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora