(❁ SEIS ❁)

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–¿Porqué le diste una de las curitas?

Un pequeño gemido de dolor escapó de sus labios al sentir como era retirada su camiseta ya que la sangre de sus heridas no curadas se habían pegado a la delgada tela que lo cubría.

Sintió como el agua fría se llevaba el liquidó rojo para luego sentir el ardor del alcohol impregnándose en su carne dañada. La última curita cubrió una de las mas grandes heridas y por fin saboreó la tranquilidad y relajo del dolor.

–Por que lo necesitaba Hoseok.

La verdad no era, pero mentira tampoco.
Había sentido un pinchazo de solo ver como aquel pálido tenia una herida y la necesidad de curarla cosquilleo en sus manos generando hacer lo que hizo.

Cuando se fueron de la plaza ambos siguieron su rumbo hasta que el pelinegro sintió dolor en su espalda. Su paso se apresuró y a lo lejos la casilla se dejo ver.

Sus bolsas fueron entregadas a la mujer quien al notar la gran cantidad entregó los platos de comida y de recompensa una moneda, cumpliendo las reglas. Además permitió que usarán el alcohol así curar las heridas como lo estaban haciendo.

Listo.

La voz suave del castaño dejo concluida la tarea comenzando a guardar los elementos en la caja oxidada dejando a el de ojos claros solo en la "habitación".

Y sus pensamientos comenzaron a volar.

"¿Estará bien el chico?"

"¿Porqué no vio por donde caminaba?"

"¿Qué estará haciendo ahora?"

Esa y muchas más preguntas se hizo en silencio.

"¿Porqué pienso en eso?"

Sacudió su cabeza tomando su camiseta manchada con algunas gotitas de sangre, después de todo es la única única que tiene, y se la colocó teniendo extremo cuidado. A su lado, la moneda permanecía sobre su bolsa negra.

Podía comprar algunas curitas. No, no tenía idea si le alcanzaba.

Podría comprar algo para Hoseok ya que había gastado su billete en él. ¿Pero que podía ser? Bueno, luego se encargaría de eso.

Por ahora lo guardaría, así cuando tenga suficiente podría conseguir mejores cosas. Tomó la moneda en sus manos y salió de la casilla, como era ya mas del mediodía nadie trabajaba y tenían tiempo libre.

Fue hasta la parte trasera de la casilla donde permanecían las cajas con pertenencias de cada uno, tomo la suya, una cajita oxidada con un dibujo de un perro amarillo en la tapa así se diferenciaba.

Dentro solo había una libreta con un lápiz negro, la parte filosa de un cuchillo (la cual usaba para sacar punta al lápiz) un pequeño espejo y una bolsa atada con alambre.

Tomo aquella bolsa de tela quitando su seguro así colocar todo lo que había dentro en su mano, cuatro monedas y sumando la nueva eran ya cinco.

Estaba feliz, para cualquiera eso seria la nada misma, una mísera que no puede gastarse en nada pero ante sus ojos azules era una vida de sacrificio.

Día, tarde y noche, horarios indefinidos, peleas con segundos, castigos, miradas de desagrado, asco y amenazas. Todo eso y más solo por sobrevivir.

Así era la vida para algunos, naciendo desde cero y talvez jamás llegar a el uno pero no porque no quisieran salir de ahí, no. Las ganas siempre están, hasta que llega un día que te rindes.

Tus brazos y piernas se debilitan como tus esperanzas,  tus pulmones y corazón ya no luchan por un poco más y tu conciencia te pide que no lo intentes. Y ahi, sus ojos se cierran sin saber que jamás volverán a abrir.

Estuvo junto a muchas personas que les paso, sintiéndo miedo, tristeza y hasta amargura por no poder ayudar pero si ni él podía a veces.

Pero entendió que jamás hay que abandonar, no hasta que tu cuerpo te diga basta.

Y eso haría hasta el final.

Guardó todo en su lugar llendo adentro de la casilla así tomar su bolsa negra y salir en busca de su sobrevivencia.

No te rindas « YM »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora