(❁ DOS ❁)

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Eran las tres de la mañana, todos dormían en su camas, calentitos bajo la manta fina pero abrigadora esperando en los brazos de morfeo que pasarán las horas así seguramente algún adulto se levantaría para ir a trabajar, los adolescentes y niños a estudiar.

Mientras él permanecía sentado en el suelo de tierra, con la noche negra sin estrellas y el viento chocando su cuerpo desabrigado esperando que llegará su momento de trabajar.

¿Trabajar? ¿Siendo las 3 de la mañana?

Desgraciadamente si.

Llevó sus manos hechos puños a su labios soplando el aire caliente así calentarlas ligeramente y al momento de juntar las cosas no se cortaría.
Su vista se dirigió a su amigo quien estaba haciendo lo mismo que él, le sonrió pero solo recibió una mueca.

3:17 de la mañana. El camión llegó.

Todos se levantaron, como un perro listo para atacar, del suelo con sus bolsas en mano, listos para comenzar. La caja trasera del camión se inclinó tirando en el suelo toda la basura formando una gran montaña.

Subio hasta casi la mitad metiendo sus manos entre la basura comenzaron a revólver todo, sin asco, sin importar el olor desagradable tratando y luchando contra sus propios compañeros en conseguir las mejores cosas, los mejores trofeos.

Así eran todas sus madrugadas, revisando la basura de los demás, intentando con todas sus fuerzas no lastimarse porque si lo hacia no lo curaban, si no lo curaban no podría trabajar, y si no lo hacia no comería.

Era un círculo simple, no había otro trazó.

Su bolsa estaba que rebalsaba de cosas que seguro ganaría un premio. Estaba más que feliz y contentó. Comenzó a bajar de la montaña con cuidado llegado al suelo con una sonrisa pero eso desapareció cuando chocó contra la superficie desnivelada. Y no por su cuenta.

Se levantó de golpe comenzando a correr hasta él desgraciado que lo tiró notando que su bolsa estaba tirada, la levanto y siguió su curso enojado sabiendo lo que haría pero estaba vez no se callaría.

–¡Eso es mío!

Su grito estaba cargado de enojo y desesperación. La mujer de la casa, con su vestido largó y desgastado lo miraba sería y sin filtro en su rostro con el niño alado suyo riendo.

–¿Cómo dices? ¡Arrodillate!

Como si una voz de mando o una orden de un sargento se tratará callo al suelo sordo, secó, frío. Su cabeza acompañó el momento quedando agachada con la vista en su pantalón negro y sucio por la tierra.

Eso es mío, yo lo busqué y él me las quitó.

Aunque se escuchara aguda su voz salió sería y firme con cada una de sus palabras claras. La vista seguía en el mismo lugar ya que no desea verlos pero al escuchar la mentira del otro niño no lo resistió, la levantó de golpe detallando en ella enojó.

–¡Esta mintiendo! ¡No es verdad!

Un impacto, fuerte y firme, cayó sobre su mejilla izquierda quedando en ella los dedos huesudos marcados de la mujer.

–¿Estas diciendo que mi hijo es un mentiroso? ... Ya verás que sucede.

Todos fueron testigos de su castigó, todos escucharon su llanto descargador y las súplicas despiadadas de su garganta seca y quebrada. Todos lo vieron caer ante los golpes mezclando el agua salada de sus ojos con la tierra sucia.

Pero nadie podía meterse.

Una hora. Solo eso y su espalda había sido liberada de los cinturonazos, quedando totalmente roja e hinchada, con algunas pequeñas heridas abiertas que en algún momento sanarian mientras las de su memoria no lo harían.

Los demás se fueron a dormir luego de verlo sufrir y él quedo a su cuidado fuera de la casilla, entré los deshechos, con su rostro sucio y marcas ardiendo en su piel. Tomó aire así dejar de llorar y se dispuso a caminar con dolor lejos de la casilla, talvez así conseguiría más cosas.

Solo esperaba que las calles no estén tan transitadas así poder recolectar con cuidado y sin miradas sobre su frágil cuerpo.















HMD

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