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La mañana llegó más rápido de lo esperado, y la noche se esfumó como una efímera pompa de jabón en el aire. Saeran, quien siempre despertaba antes de que el sol llegase a su punto máximo, había pasado toda la noche en vela observando los monitores de las cámaras en la habitación de Ana. No comprendía el abstracto y complejo "por qué", de dicha acción. Quizás únicamente esperaba a que la chica abriera los ojos en cualquier momento, quizás esperaba no haber perdido a su "juguete" por completo, porque, después de todo, ¿a quien atormentaría si ella no estaba?, ¿a costa de quien demostraría su poder y estatus?, ¿a partir de qué pobre alma despertaría el temor en los corazones de quienes le rodeaban?
Aquellas eran las pobres excusas que se daba a sí mismo del "por qué" aún la quería viva. Y bien él sabía, que Ana era más fuerte de lo que aparentaba, aunque su débil cuerpo se viera al límite, ella seguirá luchando por mantenerse de pie, la perseverancia formaba parte de su esencia, era testaruda, y había un sentimiento aflorando en su pecho que la mantendría con vida. Saeran podía verlo en sus ojos, esos ojos marrones que se rehusaba a mirar, aquellos que hace solo cuestión de horas se vislumbraban sin chispa ni sentimientos, así como con falta de arrepentimientos, pero con la vívida flama del odio, un odio profundo, oscuro y retorcido que él conocía bien. Porque tan pronto una persona empieza a odiar, es un abismo sin retorno donde la mente no tiene límites en cuanto a las tragedias que desea a sus adversarios. Sin embargo, aquel odio no iba dirigido a él ni a sus acciones, pues cada que los ojos de Ana se cruzaban con los suyos, podía sentir como era bañado con una calidez inefable, o a carencia de aquello, simple indiferencia y falta de sentimiento.
La odiaba, era así, se había convencido a sí mismo de que así era desde la primera noche en que la vio, cuando esta besos sus labios sin ningún tipo de vergüenza en una bienvenida inesperada. La repudiaba, todo de ella le producía náuseas, sus ojos vividos y llenos de color, actualmente negros cual carbón. Su aroma indescriptible, su melena negra y su piel morena color canela, su pequeña figura, sus delicadas e inservibles manos, su voz, todo.
Y aún así, no entendía porque la quería viva, porque no podía dejarla ir, porque su corazón se sentía tan apretado al verla postrada en aquella cama sin abrir sus ojos, únicamente viendo cómo su pecho se contraria cada tanto como un recordatorio de que aún respiraba.
Su ansiedad era fuerte, un sentimiento semejante al miedo era aquel que rebosaba en su ser como una aguja a punto de pinchar un globo, pero quería ignorarlo, hacer como si nada ocurriera y restarle importancia.

«¡vamos, Ana!—pensó Saeran con frustración, frunciendo sus labios sin poder despegar su mirada del monitor—abre los ojos, maldito juguete inservible... abre los putos ojos»

Estuvo ahí todo el día, entre el trabajo que se había acumulado y la vigilancia, para ese momento su cabeza yacía en un mundo lejano y sus pensamientos flotaban en el aire, incapaz de concentrarse en su deber de forma apropiada. Aquel involuntario sentimiento de preocupación quemaba en su pecho como la flama más ardiente que había experimentado jamás, se sentía al borde de la locura. Su estrés era tal, que tuvo que tomar un descanso de un par de minutos para tomar agua y ducharse, pues Saeran pensó que quizás algo de agua fría sobre su cabeza disiparía todo aquello que le estaba molestando.

«ese maldito de ray...—maldijo por lo bajo mientras el agua de la regadera humedecía su pálido y delgado cuerpo desde la cabeza hasta los pies—lo se, tiene que ser él, él es la puñetera razón por la cual me siento así..., nunca me sentiría así por cuenta propia..., se que no... ella no me importa... solo es ray interfiriendo con mis emociones... es eso, lo se»

Quería convencerse de sus propias palabras, encontrar una excusa a tomar como válida ante aquellas emociones que consideraba erróneas; al concluir con aquel corto baño, y tras haberse vestido, nuevamente retomó su acto de vigilancia, Ana no parecía haberse movido ni un solo milímetro, pues seguía tal cual la había dejado la noche anterior. Recostada boca arriba en el centro de la cama en aquel cuarto de paredes rosa; tenía la apariencia de una auténtica muñeca de porcelana nueva, pues ella aún utilizaba el vestido de la purificación, cuál había sido limpiado en su estado de inconsciencia por las seguidoras que él había asignado a su cuidado. Estás también habían insistido en arreglar tango su cabello como el maquillaje, puesto que querían que, si está tenía la virtud de despertar, lo hiciera luciendo pulcra y divina, pues haber sobrepasado la "prueba" de purificación la convertiría en una de ellos tan pronto abriera sus ojos y querían recibirla de la mejor forma posible. Saeran no se opuso a aquello, incluso se podría decir que le dio totalmente igual, debido a que, mientras Ana tuviese la oportunidad de abrir sus ojos nuevamente no le importaba en lo más mínimo lo que aquellas mujeres hicieran con su cuerpo, siempre y cuando lo dejasen intacto y no se atrevieran a dañarlo. Aún así, el verla inmóvil y tan arreglada le producía cierto malestar, pues se le asemejaba a un cadaver listo para ser velado y visto por sus seres queridos una última vez.

Meant to be your's [MM Fanfiction]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora