siete.

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La primera vez que se vieron; su primera conversación. Soñaron con todo aquello, todos los detalles de los que se habían olvidado parecieron regresar. Tumbados, cada uno en su cama, durmiendo, después de aquella abrumadora fiesta en la cabaña de Afrodita.

» Cielo nublado. Oscurecido. En un lugar del centro de Nueva York, una adolescente con una chaqueta de cuero y vaqueros rasgados andaba, después de hacerle una visita a la madre de un amigo para entregarle una carta de su hijo. Se detuvo en una callejuela, al sentir como sus tripas rugían del hambre. Suspiró, metiéndose una mano en uno de los bolsillos de la chaqueta para buscar su cartera. Entonces, notó movimiento cerca de sus espaldas. Se puso en guardia.

Agarró la mano de la persona que trataba de robarle. Se giró con rapidez. Delante de sus ojos: una chica de no más de unos 12 años, de cabello castaño largo, ojos azules y altura promedio.
Thalia soltó a la niña. Que se asustó con rapidez y negó con la cabeza gacha, esperando que no le pegase ni llamase a la policía.

—Perdóneme señorita.—La niña estaba completamente asustada. Thalia pensó en irse sin dar explicaciones, pero se sentía amable.—Me muero de hambre, no pensé que...

—¿Que te pillaría intentando robar mi cartera?

—Sí, eso.

—No pasa nada.—Thalia se agachó, poniéndose a la altura de la chica que le miró directamente a los ojos. Y que ojos tenía la pequeña, justo como los de su hermano, Jason.—¿Por qué no te vienes y te compro un perrito caliente?

—Es usted una extraña.—La jovencita apartó la mirada, frotándose el brazo.—Me enseñaron que los extraños son peligrosos, y más si te ofrecen comida o caramelos gratis.

—Muy lista.—Thalia carcajeó mientras acompañaba a la chica al puesto de perritos calientes más cercano al lugar.—Soy Thalia, ¿Cómo te llamas tú?

—Mi nombre es Miranda Maxwell. Pero puedes llamarme Mir. Es más corto.—Miranda sonrió, mostrando una paleta mellada, quizá se le habían caído los dientes de leche hace poco.—¿No tienes apellido?

—Sí. Pero no me gusta usarlo. Era el de mi madre, Grace.—Thalia se detuvo frente al puesto, recogiendo dos perritos y dándole uno a la niña.—Cuéntame, ¿Que te ha llevado a estar aquí robando por las calles de Nueva York?

SANGRE DE ZEUS. ➵ TRAVIS STOLL ☤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora