veintitrés.

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Miranda se decidió adentrar en el campamento enemigo, andando con delicadeza entre las tiendas de campañas que servían como techo a los demonios. En una de esas tiendas, estaba el hijo de Apolo, Devon. El cual estaba encaprichado con la idea de tener a la semidiosa solo para sí, egoísmo en estado puro.

Al entrar Miranda en la tienda de Devon, este se quedó maravillado. Cerró lo mejor que pudo el velo de esta y saludó a la joven con un abrazo rápido.

—¿Que haces aquí?—Devon dijo, preocupado por la chica.—Te podrían matar. Tienes que irte.

—¿Y tú? Tampoco es seguro, se desharán de ti cuando dejes de servirles.—Miranda frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—Mhm.

Devon pensó en lo que había actuado todo ese tiempo para decirle a la chica. Sabía que ella le había engañado. Sabía que había besado al engendro de Hermes. Imperdonable. Entonces lo hizo. Agarró a la chica, que perpleja lo miraba al ver que la tenía bajo su agarre de forma inesperada.

Le pegó. Le dio un bofetón a la hija de Zeus. Lo suficientemente fuerte como para partirle el labio. Después la beso. Ella se separó de él, le pegó una patada en la entrepierna y se fue corriendo. Su labio sangraba.

Se colocó tras un árbol, respirando con fuerza. Estaba asustada. Devon salió a su encuentro, arrastrándose entre los arbustos. Hablaba en voz alta para que ella le escuchase.

—¡MIRANDA! Sal- sal de dónde estés... por favor.—Devon gritó su nombre con voz desgarrada, la ira se podía notar en el ambiente.—¡Miranda, sé que estás asustada, he estado en tu lugar! ¡Pero yo puedo liberarte! Como no respondas pienso entregarte a los demonios.

No obtuvo respuesta ninguna. Miranda estaba en el mismo árbol, paralizada, casi lloriqueando, aguantando el nudo que tenía en su garganta. Su labio le dolía pero tenía que aguantar. Si aguantaba podría salir de ahí.

—¡Estábamos hechos el uno para el otro! No me importaba que fueras una zorra. Te iba a convertir en mi propiedad, nadie más hubiera sido capaz de mirarte. Sólo si me hubieses escogido.

—Tú.—Dymas entró en escena, con una espada colgada de su cinturón, mirando a Devon con desprecio.—¿Qué es este escándalo?

Miranda pensó que sería un buen momento para huir, pero Devon la agarró al oírla, y acercó una daga a su cuello. El metal de la daga estaba frío, y comenzó a clavarlo contra la yugular de la chica.
Le hizo un corte en el cuello. Ella gimió de dolor.

Dymas no lo dudo ni un segundo.

—Suéltala.—Devon soltó a Miranda a regañadientes, dejándola caer al suelo. Dymas se agachó y ayudó a la joven a incorporarse un poco.—...¿Te ha hecho él esto?

Dymas hablo en un reno seco. Miranda asintió lentamente. El demonio se levantó de nuevo. Devon estaba inmóvil. Dymas lo mató allí delante. Con su espada, lo atravesó y clavó su cuerpo al tronco del árbol.
Devon agachó la cabeza al ver la hoja atravesando su abdomen, para luego levantar la cabeza mientras sangre salía de su boca. Dejó salir su última exhalación de su boca.

—No volverás a hacerle daño a ninguna mujer. Has cobrado tu condena: la muerte.

Miranda se levantó por completo del suelo lentamente. Estaba asustada. La brutalidad de aquel ser era innegable.
Dymas la observó esperando que esta se dijera algo.

Ella tragó saliva y decidió salir de ahí corriendo, pero no le dio tiempo. Dymas la acorraló contra un roble y la miró con expresión seria.

—¡Lo has matado! ¿Lo has matado de verdad?...—El labio roto de la chica seguía sangrando, igual que el corte en su cuello. No le quedaba energía.

Dymas trató de acariciar los labios de ella, pero esta levantó la cabeza, evitando su contacto.

—No me toques. Estás enfermo. ¡Déjame ir!

Miranda seguía demasiado impactado como para darse cuenta de que Dymas solo quería ayudarla. El demonio negó con la cabeza.

—No puedo hacer eso.—Dijo, con una expresión de dolor en su rostro. Sabía que aquella chica no tenía nada que ver con su amor pasado.—Me has mentido.

—¿Vas a matarme a mi también?

Dymas resopló y besó a la chica. No le importaba que no fuera Cascadia, pero tenía que entregarla a Hera de todas formas.
Miranda lo empujó después de que él la besase.

—Déjame irme de aquí. Es un aviso.—La chica gruñó y sus ojos emitieron un destello curioso. Al menos Dymas se había deshecho del desgraciado de Devon. Miranda agarró su anillo y este se transformó en una espada.—Gracias por haberle matado, pero tengo que irme.

—Lo repetiré una vez más: eso no será posible.—Dymas agarró su espada, desenvainandola.—Eres tan terca como una mula. Hasta que no te mate, ¿No te cansarás de decir lo mismo?

Miranda bufó y se abalanzó contra el demonio.
Si se había podido deshacer de Devon, el traidor, siendo calculadora, también podría deshacerse de Dymas.
La chica consiguió apuñalarlo, pero la herida pareció restaurarse, regenerándose el tejido de piel muerta.
Dymas rió amargamente y lanzó su espada. Miranda levantó las cejas y su cuerpo comenzó a flotar, esquivando la espada voladora con rapidez.

—¿Te gusta jugar no?—Miranda dijo. Chasqueó la lengua y recogió la espada de su adversario. El demonio abrió los ojos lo más que podía.

La chica se dejó caer sobre él clavándole su propia espada. El demonio se quedó, con su abdomen clavado al suelo.

Miranda se fue, volando al lugar desde donde había llegado allí. Dymas no tardaría mucho en recuperar sus fuerzas, pues la chica no lo había matado, solo herido.

Travis se asustó al verla herida, corrió hacia su dirección al llegar ella. La agarró por los hombros y la examinó con cuidado.

—Ha matado a Devon.—Ella dijo mientras Travis le daba un trozo de ambrosía.—Tenemos que irnos. Va a buscarnos. Me he encargado de él, por ahora.

—Vale, pero primero dime. ¿Qué te han hecho? Si ha sido Devon el que te ha hecho esto...—Travis hablaba en un tono amargo.—debería haberlo matado yo antes.

—Está bien, ya está muerto del todo.

SANGRE DE ZEUS. ➵ TRAVIS STOLL ☤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora