El celo

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En cuanto vio la carta, la agarró con rapidez, antes de que Zayn la cogiera para leerla. Eran sus cosas, nadie tenía derecho a coger sus cosas.

-Me voy a un sitio tranquilo, donde nadie me moleste y espero que os sintáis aludidos- sonrió levemente Louis antes de salir corriendo y dejar de oír los gritos de Liam y Zayn preguntando por el Alfa misterioso.

Llegó a uno de los baños de la planta de arriba, deteniéndose unos segundos para recuperar el aliento. Debería hacer más ejercicio y comer menos.

Abrió la puerta, la carta firmemente sujeta contra su pecho, pero se detuvo al ver que había un Alfa de cabello largo y rizado y ojos verdes. La camisa blanca, con los primeros botones desabrochados, dejaba ver varios tatuajes y, joder, unos firmes músculos. Los jeans negros ajustados resaltaban su trasero, que Louis no pudo evitar mirar. Su rostro era hermoso, no había otra palabra para describirlo. Su mandíbula era perfecta, sus ojos eran verde esperanza para Louis y su nariz era perfecta. Todo él era simple y llanamente bello.

Parecía que Louis le interrumpió cuando estaba arreglando su cabello, ya que sus manos, con grandes anillos, estaban enredadas todavía en él y miraba a Louis con sorpresa, como si no le esperara allí.

Louis entrecerró los ojos y decidió ignorarle. Sería lo mejor.

En cuanto entró en unos de los cubículos cerró con pestillo, y no lo quitaría hasta que ese tonto Alfa atractivo se hubiera ido.

Reía mientras leía la carta. Sus ojos brillando por la alegría, las arruguitas bajo sus ojos marcándose y una carcajada sincera brotó de sus labios como hace mucho no lo hacía. Susurró el nombre del Alfa, Edward, como si fuera un pecado decirlo en voz alta.

Su rostro se volvió a ensombrecer al leer el final de la carta. No estaba preparado para enfrentar esa etapa de su vida aún, aquel Alfa le había dañado. Salir de una relación tan tormentosa como esa fue un logro, sobrevivir después de ella un milagro y confiar en algún alfa que no fueran sus hermanas o Zayn  iba a ser imposible.

Volvió a leer la carta, esperando que esa lista VIP pronto contara con alguien más, pero no pudo continuar más en sus cavilaciones porque un pinchazo de dolor en el vientre le hizo abrir los ojos con sorpresa y jadear en busca de aire.

Su jodido celo se había adelantado.

Y, lo que era peor, ese Alfa seguía allí afuera.

Contuvo la respiración todo lo que pudo y evitó jadear a pesar del dolor. Por desgracia, el olor a Omega en celo que se debía percibir fuera del cubículo. Maldijo en voz baja y se removió un poco. Volvió a maldecir al notar que algo de lubricante salía de él.

Dejó salir unas lágrimas de impotencia al oír como el Alfa cerraba la puerta del baño y se acercaba a su cubículo. Vio sus zapatos, unos botines negros brillantes y bonitos. Tenía buen gusto y, desde luego, sabía cómo vestir. Sacudió la cabeza, intentando despejarse y no escuchar a su Omega que el rogaba porque gritara a ese Alfa que les follara.

Se le saltaron las lágrimas al oír que el Alfa carraspeó. Seguramente usaría la voz para hacerle salir y le follaría contra cualquier superficie sin piedad. Lo intentaría denunciar, pero el mundo entero le diría que fue su culpa por ir a la universidad en celo y el juicio se quedaría ahí.

-Em...- habló el Alfa. Louis dejó de moverse, incluso podría decir que de respirar. Esperaba cualquier cosa, cualquiera, pero no tuvo más oportunidad de estar con sus cinco sentidos. Una ola de dolor le hizo doblarse y cayó al suelo, llorando ruidosamente y llamando a alguien que ni siquiera conocía. Llamaba a Edward.

Todo lo que no te dije ·Larry Stylinson·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora