El viento golpea violentamente contra las ventanas del pequeño loft anunciado la llegada del frío invierno a la capital estadounidense. Hace apenas diez minutos que el despertador de Helena Evans ha anunciado la hora de levantarse, pero intenta aprovechar cada segundo que le queda bajo su cálido edredón. Las ventanas del loft en el que vive están completamente cerradas, o al menos las de su habitación está segura de que lo están, pero aún así el gélido aire del exterior se las ingenia para colarse a través de las finas paredes que la separan del vendaval que hay fuera.
Helena se acurruca tirando de las mantas hasta cubrir su cuello, odia las mañanas y más si el frío inunda su habitación tal como hoy. Con un rápido vistazo a la ventana adivina que no tardará mucho en comenzar a llover, el cielo está completamente negro y aunque ya casi son las 7 de la mañana aún pareciera que es completamente de noche. Cuándo sus amigos le decían que echaría de menos el cálido y húmedo ambiente de España casi no podía creérselo, pero ahora realmente anhelaba los rayos de sol calentando su piel.
Tras tomarse unos segundos para prepararse mentalmente se libera de la calidez de su cama y se incorpora dejando que sus pies rocen el frío suelo lo que hace que todo su cuerpo se ponga en alerta.Un gruñido involuntario escapa de sus labios y se castiga mentalmente por haber estado aplazando llamar al técnico para que arregle la calefacción. Su casera, la señora Hills le había avisado a su llegada de que aquel antiguo artefacto solía fallar usualmente y que si necesitaba arreglarla algún día ella no tendría problema en pasarle el número de un buen técnico, de eso hacía ya 10 meses.
A paso rápido más por necesidad que por verdadera prisa, se calza sus zapatillas en un inútil intento de calentar sus pies y se cubre con una sudadera tan grande que casi llega hasta sus rodillas. Solo con verla se podría decir que tiene ya algunos años, demasiados quizás a juzgar por los pequeños agujeros que tiene en su manga derecha y las manchas que llevan ahí tanto tiempo que ya es imposible que salgan por mucho que Helena se encargue de frotarlas. Una vez que su cuerpo logra entrar en calor sale de su habitación en dirección al pequeño baño que conecta con su dormitorio y se apresura a lavarse la cara y ponerse sus lentillas antes de ir a hacerse el primer café del día para que su mente comience a funcionar. Nunca le había gustado mucho el sabor de aquel amargo brebaje, pero desde su llegada a Londres se había convertido en su mejor amigo para lograr aguantar el caótico ritmo de la ciudad. Las comisuras de su boca se elevan levemente cuando el primer sorbo de café inunda su boca despertando sus papilas gustativas, definitivamente este era uno de los mejores momentos del día.
"Al menos hoy saldrá el sol" piensa con una sonrisa mientras revisa en su móvil la predicción del clima. Debe confesar que ya comenzaba a echar de menos ver el sol.
Cuándo decidió mudarse a Londres sabía que echaría de menos muchas cosas, su familia, sus amigos, la comida casera de su madre, a su perrita summer y hasta a Nate, pero jamás había pensado que llegaría a dar las gracias por ver el sol de vez en cuando. Londres era una ciudad maravillosa pero quizás algo triste.
Una vez que da los últimos sorbos a su café, deja la taza sobre la encimera y camina de vuelta a su habitación para comenzar a prepararse. Abre las cortinas del gran ventanal sobre su cama aunque sabe que aún el sol no ha salido. Frunce el ceño haciendo aparezcan algunas arrugas sobre sus cejas, la ciudad está completamente a oscuras, tan solo dejando adivinar la siluetas de algunos edificios que comienzan a iluminarse lentamente a medida que sus habitantes van despegándose de las cálidas sábanas.
Tras abrir la ventana y tomar una bocanada de aire fresco se aproxima casi mecánicamente hacia el voluminoso armario de madera lacada que descansa en una de las esquinas de la habitación. Maldice en voz baja mientras mira en el cajón revolviendo las prendas, debería haber puesto la lavadora. Tras rebuscar en todos y cada uno de los cajones, acaba conformándose con un elegante smoking de color blanco que realza su bronceada piel. El tejido se adapta perfectamente a su figura, ciñéndose a la silueta que tantas horas de gimnasio le ha costado.
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If I can't have you
Fiksi PenggemarEs increíble como toda tu vida se puede desmoronar de un momento a otro. La gente lo llama punto de inflexión, pero a mí me gusta llamarlo precipicio. Es ahí donde te das cuenta de que todo por lo que has luchado puede desaparecer, dónde aprendes qu...