Tuvo que cerrar los ojos, no quería ser cegado por la luz, sería una lástima perder la vista sin haber visto a una chica real en ropa interior, como diría Robin, paños menores.
Experimentó una lluvia de calor cayendo sobre él como si fuera arrojado bajo un bravo y tórrido sol de verano. La temperatura le cosquilleó en la piel unos segundos y se desvaneció al igual que una exhalación se escapa de los labios.
Frente a él tenía una pequeña casa sosteniéndose sobre la moqueta de hojas secas, naranjas y pardas. Sus pies se enterraban en aquella mullida alfombra. Los pinos alzaban sus ramas horizontales y Cer gritaba a todo pulmón.
—¡La fiesta de boda fue grandiosa! —ella miraba en el cielo como si quisiera contar las estrellas.
Pero no había estrellas, ni boda.
Con la nuca tocando su espalda y los brazos caídos hacia los lados giraba torpemente arrastrando los pies y barriendo hojas. Creyó que estaba haciendo la tonta, no sabía cómo se divertían las dríadas, pero entonces notó la preocupación en los ojos de Olivia, nada nuevo, ella estaba todo el tiempo con máscaras sobre su cara. Mascarán.
Tal vez le daba igual cómo estaba Cer, solamente seguía la etiqueta, hacía lo que se debía hacer, como responder correctamente en un examen del que poco te importa la calificación. Pero también estaba Río allí, trataba de agarrarla mientras giraba, pero Cer no lo veía, estaba demasiado entretenida escudriñando el cielo o la boda, reía y respiraba entrecortadamente con los ojos perdidos en un punto inalcanzable.
—¡Hubo un gran banquete y entre los invitados ilustres estaban casi todas las divinidades! ¡Pero era perezosa y estaba retrasada! ¡Un paso detrás del otro! ¡Soldado! ¡La casa se cae sobre el lago y sobre ella!
Soltó una risilla y continuó girando.
Había visto gente así, pero bajo los efectos de unos cuantos narcóticos.
—¡Haz algo! —ordenó Olivia, abusando de su autoridad, como si todavía tuviera.
—¿Qué le pasa?
—¡No sé! ¡Se puso así! —explicó Río, retrocediendo para que Cer, que continuaba girando, no chocara con él.
Kaldor se aproximó hacia ella y la tomó de los brazos con fuerza. Las piernas de ellos se enroscaron, pero no perdió estabilidad.
—Cer, querida, sé que pierdes la cabeza sin mí, pero por favor, estás haciendo el ridículo, no dejas nada para Río.
Ella continuó observando el firmamento, estiró un brazo, sus dedos anhelantes se extendieron cuanto pudieron, quería tocar las cortezas o el banquete o lo que fuera que mirara en el cielo.
Abrió la boca ligeramente, asombrada.
Kaldor le rodeó la barbilla con la mano, le bajó la mirada y la obligó a observarlo, a que se aferrara al mundo real. Él se estremeció al encontrar dos ventanas vacías, de una casa vacía, en un lugar vacío. Era como mirar los ojos de un pez.
Cer liberó aire como si quisiera decir algo, pero las palabras se le evaporaran en los labios, sus ojos se humedecieron de desesperación, había regresado, pero eso no significaba algo bueno Soltó un ruido inarticulado, como un animal sin aire, incapaz de hablar.
Trató de liberarse de su agarre y empujarse lejos de su cuerpo con las palmas abiertas, sin quitarle los ojos de encima, moviendo los labios para liberar palabras que se convertían en balbuceos. Movió las piernas. Kaldor perdió estabilidad y ambos se sentaron sobre el suelo, ella quería caminar, pero solo lograba arar la tierra, crear surcos sobre el suelo húmedo del bosque.
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Tu muerte de abril
FantasyKaldor no pudo dormir en toda la noche ¿Cómo podría? Mañana es el día más afortunado de toda su vida, de hecho, el único que tendrá: por fin saldrá de prisión, lugar en el que lleva encerrado desde que nació. Olvidado y condenado por el destino de...