56- Kaldor.

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 Ella volteó el teléfono del lado de la pantalla, era negra y reflejaba todo el bosque, cada rama blanca, incluso reflejaba a...

—Hola, Kaldor querido —Reflejo estiró los brazos, como si quisiera abrazarlo—. ¡Vi cómo mataste a esas bestias la noche anterior! Pienso que nuestra relación ha avanzado mucho. Creo que estoy listo para contarte algo de tu vida personal ¿Quieres saber qué pensó mamá de ti? Primero deshazte de Olivia y te lo diré todo, cada pensamiento será tuyo.

Al instante Olivia prendió el teléfono y la pantalla proyectó una luz blanca, ella lo observaba de reojo, de seguro se preguntaba qué era lo que él estaba viendo porque Kaldor ni siquiera parpadeó desde que había sacado el móvil. Cuando Reflejo aparecía él perdía el conocimiento, a veces no movía ni un musculo.

Le quedaba nula batería, aprovechó los escasos segundos para entrar a la casilla de mensajes. Vacía. Nadie le había escrito. Y contaba con señal satelital. Casi pudo notar el peso que se alojó en los estrechos hombros de ella.

—Oh.

El teléfono se le apagó, pero ella continuó mirándolo por unos segundos, absorbiendo la idea de que había escapado de casa y nadie la había llamado. Tragó saliva y se lo dio tocándolo con la punta de sus dedos como si estuviera infectado.

—Es todo tuyo.

—¿Esperabas la llamada de alguien? —preguntó Kaldor agarrando el móvil, jamás había tenido un teléfono celular en sus manos.

Casi se sentía normal, como un crío con padres, escuela, redes sociales y esas cosas ¡Y todo con solo tocar un teléfono! El electrodoméstico se ajustaba cariñosamente a su mano manchada.

Ella meneó la cabeza, pero dijo que sí.

—Mis amigas. Creí que ellas se preocuparían... no importa.

Trataba de fingir que no le dolía, que ella controlaba la situación porque si la familia real quiere controlar un reino entero debe manejar primero sus sentimientos ¿O no? Kaldor inclinó la cabeza hacia un costado, analizándola.

Ella era un espejo, cada vez que querías mirarla, rebotaba en la imagen de otro más.

—Que coman mierda —soltó Kaldor, tratando de consolarla.

—Eh. Sí. Seguro —sonrió de lado, pero aplastó la risa bajo unas uñas que arañaron los labios.

Había repetido tantas veces ese gesto que ya estaba lastimándose ahí también, como los moretones que ella misma se provocaba en las muñecas y las manos.

—¿Quién las necesita?

Olivia no respondió porque su expresión desamparada ya era suficiente respuesta: yo las necesito. Comenzó a jalarse del cabello disimuladamente.

Vaya, esa chica necesitaba dejar de necesitar. Kaldor también había perdido a sus amigos, así que sabía cuánto dolía, sin embargo, eso no significaba que pudiera ayudarla.

—Es que creo que ellas piensan que estoy muerta —aclaró—. Por eso no se preocuparon en contactarme.

Kaldor no tenía consuelo para ese problema, además le daba igual que ella lo tuviera o no. Pelearse con tus amigos, es una cosa, en eso Kaldor podía ayudar, pero que ellos creyeran que habías caducado era otro asunto. Después de todo no era un puto trabajador social para mejorar ánimos.

Mi nombre es Kaldor y tengo problemas para socializar.

Olivia giró dementemente los ojos hacia el cadáver y lo señaló con un dedo como hacen los niños pequeños.

Tu muerte de abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora