31- Olivia

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Escribió en la hoja:

Hola, amiga. Regresé.

Olivia observó la entrada, se paró del sillón, evitó pisar a Río, que estaba recostado en el suelo, con los pies encaramados a los almohadones, observando con pereza la hoja. Ella se asomó a la puerta, aferrándose del marco, Pepa permanecía fuera, mirando el campo de follaje muerto.

Hola, C. Te extrañé mucho. Hacías falta aquí.

—Le respondió —anunció Río incorporándose y aproximándose al papel—. Eh, princesa puente, las letras se escribieron sola. Mira, mira.

Olivia regresó a la mesa de té, se sentó con tranquilidad en el sillón, acomodando su abultada falda verde. Los tres contemplaron la hoja. Bajo la caligrafía apretada y pequeña de Calvin apareció una amplia y redonda letra en cursiva.

—Gracias por avisarme, Río.

Vine con amigos ¿Lo has notado? —escribió Calvin.

¿Nacieron del otro lado del muro? —las letras aparecían en la hoja, escritas con sangre también, pero no había pluma que las escribiera.

A Olivia le revolvió el estómago porque le recordó a la fuente.

Sí. El fauno es Río, la dríada se llama Cerezo, él... manchado es Kaldor y la humana hermosa es Olivia.

Olivia se ruborizó, Río la codeó en las piernas y le guiñó un ojo a modo «Lo has enamorado, coqueta»

—Son encantadores, pero se los ve exhaustos ¿Hace cuánto no descansan?

Calvin enarcó las cejas hacia Río y la otra humana. Olivia se frotó los ojos con una mano temblorosa.

—Yo siento que estuve estos tres días dormida. En una pesadilla.

—Hoy es el tercer día que estoy despierto —comentó Río, aun sentado en el suelo, de piernas cruzadas, dándole golpecitos a la enana mesa de café—. Me dio nervios el Ritual y no logré conciliar el sueño, luego la siguiente noche estaba ocupado siendo desterrado y emborrachándome como camarón en el agua. Y ahora estoy en esta hermosa casa que seguro está llena de piojos.

—Igual —concordó Olivia—. Excepto por lo de los piojos —se anticipó para no ofender a Pepa—. Este lugar me parece... acogedor.

—Sí, cogedor de piojos —insistió Río.

—Hace tres días —escribió Calvin—. Fueron desterrados y atacados por un sicario.

Olivia agradeció que no pudiera que solo ella era seguida por sicarios.

—Pueden quedarse aquí, si gustan. El asesino está fuera en este momento, a tres kilómetros, buscando huellas. Los quiere cazar.

Calvin arrugó el entrecejo, humedeció los labios y escribió apresurado, provocando el armonioso sonido de la pluma raspando el papel:

¿Cómo lo sabes?

—Tengo amigos de todo tipo, algunos están correteando por la tierra, o escondidos en los árboles. Vivos o muertos.

Calvin se puso pálido como el papel.

¿El asesino vino alguna vez aquí?

—No puedo responder eso, sabes que no delato los secretos más oscuros de mis amigos. Pero aquí están seguros, si alguien trata de entrar no lo permitiré. Calvin, siempre puedes contar conmigo. Cerraré la puerta. Nadie más pasará. Les aconsejo que pasen la noche aquí, descansen, coman y recompónganse, a la mañana el asesino se hallará lejos.

Tu muerte de abrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora