O8.

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Capítulo n. 8, 

D O L O R

Un pequeño suspiro salió de tus labios al sentir como tu madre se iba de casa

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Un pequeño suspiro salió de tus labios al sentir como tu madre se iba de casa. Hoy tendrías el día para ti, aunque siguieras encerrada como si fueras su esclava, al menos no tendrías que soportarla.

Estuviste paranoica desde la última vez que viste a Kenma en tu sofá como si nada, hablando como si realmente te conociera, por una parte te alegraste de poder verlo, aunque era científicamente imposible que un maldito personaje 2D fuera real, no cuestionaste nada.

Estabas tan cansada últimamente que no te preocupaste de tu apariencia, o de las cosas que pasaban alrededor. Te sentías vacía emocionalmente, como si nada pudiera hacerte sentirNada, menos Kenma. Querías volver a verlo, ver su sonrisa, sentir sus manos sobre tu cuerpo. Sabías que era imposible pero querías sentir algo, por mínimo que fuera.

Si antes llegabas a sonreír un poco, ahora todo se había ido a la mierda, tu cara era la misma, tus labios no se movían a menos que fuera para hablar, ni siquiera tenías ganas de llorar, solo estabas ahí, sin saber qué deberías hacer con tu vida, a dónde ibas o que pasaría contigo en el futuro. Ah, futuro. Antes pensabas en terminar tus estudios para irte lejos de esta casa maldita, vivir una vida medianamente feliz, donde fueras estable. Pero ahora todo era negro. Por mucho que intentaras usar tu imaginación para verte feliz, en otra casa más bonita y con personas a las que realmente le importes, no lograbas ver nada de eso, ni siquiera en tus sueños.

Todo estaba tan vacío y oscuro como tus sentimientos. Parecía que a cada día que pasaba te ibas apagando más, como si hubieran consumido toda la energía que te quedaba. Nada estaba bien.

Te miraste al espejo, tenías la cara impasible, igual que siempre, intentaste sonreír, pero solo salió una mueca. Tu respiración empezó a acelerarse con tan solo mirar tu reflejo, empezando a odiar tu aspecto físico, por una vez en mucho tiempo una punzada hizo que tu corazón doliera, tus ojos se aguaron y tu labio tembló, intentaste controlar tu respiración, pero era imposible. La tristeza que empezó invadiendo tu cuerpo se convirtió en una rabia que emanaba desde el interior de tu corazón.

Volviste a mirar tu reflejo, con el ceño fruncido, la cara empapada en desesperación e ira, mordiéndote el labio tan fuerte que el sabor a metal no tardó en hacerse paso por tu paladar, pero no le diste importancia. Apretaste el puño hasta que tus nudillos se pusieron blancos, con una última inhalación profunda golpeaste el cristal una y otra vez.

Los fragmentos que no cayeron al suelo se incrustaron en tu piel, perforando tu cuerpo mientras que la sangre goteaba recorriendo tu brazo. Miraste como la sangre bajaba lentamente, manchando el suelo poco a poco, sin molestarte en recoger o tratar tu herida observaste los pequeños trozos de cristal que todavía se sostenían en la pared.

Sonreíste de una manera enfermiza apretando tus mejillas con las palmas dañadas, manchándote la cara de sangre en el proceso. No sabías por qué estabas haciendo esto, nunca habías sentido el deseo de autolesionarte y ahora lo estabas disfrutando. Sin entender lo que pasaba contigo misma comenzaste a reír y llorar al mismo tiempo, cayendo al suelo de rodillas, clavando más cristales sobre tu piel.

No sabías por qué, pero parecía que tu cuerpo se movía solo, agarraste un pedazo bastante grande, acercándolo peligrosamente a tu brazo. Tu pulso tembló por un instante pero apretaste el cristal entre tus manos, sentiste el frío atravesar tu piel, haciendo paso a que la sangre se desbordara de tu cuerpo. Simplemente querías sentir algo, al parecer tu única salida fue experimentar dolor físico para poder sentir mínimamente algo real.

No sabes cuanto tiempo pasaste tirada en el suelo del baño mientras te desangrabas, pero tampoco es como si te importara mucho. Tus ojos empezaron a nublarse, tu respiración se fue apagando con el paso de los minutos, tu mente empezó a divagar mientras sentías que te desvanecías en total oscuridad.

Justo antes de cerrar los ojos, viste una cabellera rubia apoyada en tu hombro, acariciando tu mano herida con delicadeza. Giraste la cabeza de una manera dolorosa para ver como Kenma te sonreía, provocando que tu mente colapsara por completo, ahora cayendo definitivamente en la más profunda oscuridad.

─Todo estará bien.

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𝗗𝗮𝘆𝗱𝗿𝗲𝗮𝗺┃Kozume KenmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora