9. Loneliness

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Soledad. Eso es lo que siento recorrer mis venas. Me susurra al oído dónde estoy, me recuerda que pronto ya no habrá nada importante.

Soledad. ¿Qué piensas si te digo eso? Personalmente, esa palabra hace que por mis ojos pase una recopilación de todos los momentos vividos. Buenos y malos. Hace, que piense en mi madre, hace, que piense en mi padre, en mi hermano e inclusive en Michael. Me siento tan sola aún rodeada de gente. ¿Cómo ese puede ser posible?

Mi madre se ha despertado hace unas horas, para mi suerte, era yo quien estaba junto a ella en la camilla del hospital cuando eso sucedió. Ella sonrió, así como sólo una madre puede hacerlo, sonrió tratando de hacer que mis lagrimas dejasen de caer, sonrió por mí, por mí y nadie más, tratando a toda costa de transmitirme un poco de felicidad de la que ella en realidad no poseía. Le dije que durmiera un poco más, que necesitaba fuerzas. Y así lo hizo.

Pero entonces eso fue cuando mi madre despertó... Rebobinemos unas cuantas horas atrás, para cuando yo llegue a casa y vi a mi madre siendo transportada a la ambulancia.

Michael estaba junto a mí... Aún después de nuestra discusión, él estaba allí. Yo corría y corría, apartando al tumulto de gente que había rodeado la escena, para mi suerte, divise a los señores Adams a unos cuantos metros de donde yo me encontraba. Corrí hacia ellos sintiendo el escozor de mis ojos causado por las lagrimas. Layla me abrazo fuertemente, mientras las lagrimas rodaban por sus mejillas.

— ¡Kazi, aquí estas! —había dicho Layla.

— ¡¿Qué ha pasado?! —pregunte con el corazón desenfrenado.

—Tu madre, ella ha tenido un decaimiento... Yo... Yo fui a vuestro apartamento porque tu padre me llamo, ya que no respondían al teléfono... Fui y la puerta estaba abierta... Parece que tu madre había tratado de salir pero no soporto por mucho tiempo y se derrumbó por la salida. La encontré tirada en el suelo con el rostro totalmente blanco, llame a la ambulancia y vinieron de inmediato. Gracias a dios llegaron a tiempo.

Lleve mis manos a mi boca echándome a llorar aún más fuerte. Sentí unos brazos rodearme y fue entonces cuando recordé a Michael.

— ¿Ella, ella estará bien? —había preguntado mientras un nudo se formaba en mi garganta.

—No lo sé. —Dijo Layla.

Michael se removió de su agarre, soltándome de su abrazo y llevando su mano hasta el bolsillo de su vaquero. Saco el móvil de su bolsillo y después de una rápida mirada a la pantalla, se llevo el móvil velozmente a la oreja. Trate de no enfadarme, de tratar de comprenderlo o por lo menos tener un poco de consideración... Pero no podía. No lo podía creer, yo le necesitaba en aquel momento. ¡Por dios, mi madre estaba entre la vida y la muerte y a el le importaba más una puta llamada!

Lo veía caminar de un lado a otro, sus pasos resonando en el frío pavimento mientras su mano libre desaliñaba su pelo con nerviosismo, su ceño se fruncía y aunque no podía escuchar lo que decía, podía ver sus labios temblando como si quisiese llorar. Quería entenderlo, pero no podía. Estaba cegada, sentía que todo a mi alrededor era cenizas. Que todo lo que antes era justamente todo, ahora era simplemente nada. Sentía un dolor en mi pecho como si en cualquier momento desfallecería. No sentía mis piernas, mi respiración era agitada. Me sentía sola. Sin nadie.

—Iré a ver como va todo —dijo Layla mientras caminaba hasta la ambulancia. Asentí agradecida tratando de sonreír, pero lo único que logre conseguir fue una mueca.

Michael colgó después de varios minutos. No sé si era mi imaginación, pero sus ojos estaban cristalizados. Se veía como uno de aquellos días soleados que de pronto se volvían grises.

Camino hacia mí mientras se mordía el labio con nerviosismo, y entonces dijo aquellas dos palabras que fueron la gota que derramo el vaso. Sólo dos simples palabras capaz de arrebatarme todo lo que poseía en aquel momento. Sólo eran dos sencillas y a la vez terriblemente difíciles de decir. Sólo dos palabras.

—Debo irte —había dicho Michael.

Y yo no pude decir nada, porque las palabras no me salían como para poder armar una frase completa. Porque estaba al límite y esto era demasiado para mí. Simplemente me quede allí, estática, sin saber qué hacer. Y él simplemente me miro, con sus tristes ojos azules centellando bajo la luna, y susurro un silencioso "lo siento mucho" para luego darse la vuelta y caminar directamente hasta el coche que se encontraba a unos cuantos metros por detrás de él.

Yo no podía apartar la vista de su anatomía haciéndose cada vez más lejana. Por cada paso que él daba, algo dentro de mí moría lentamente. Por cada latido de su corazón inaudible, el mío caía destrozado en mil pedazos para luego volver a unir sus piezas y repetir el proceso.

Una de las partes de mi alma estaba junto a mi madre, debatiendo entre si irse o no. Y la otra parte estaba junto a Michael, entrando en aquel coche y desapareciendo entre la oscuridad de la noche. Se había ido y no sabia por qué me dolía tanto. Quizás era el rencor de saber que no estaba junto a mí en un momento decisivo de mi vida, se había ido y sentía que le odiaba, no sabía que pasaría, y eso era lo peor de todo. La incertidumbre de no saber.

—Si no puedes ver el sol, por lo menos disfruta de las estrellas —dice mi madre haciéndome sobresaltar y salirme de mis pensamientos.

— ¿De qué libro es? —pregunto sonriendo al saber que por lo menos ella está junto a mí.

—No lo sé.

—Mamá...

— ¿Sí, cariño?

— ¿Por qué aveces no sabemos nada, y a la vez, sentimos que lo sabemos todo?

Ella me mira y sonríe levemente, un destello de orgullo pasa por sus ojos a pesar del dolor que asumo siente en estos momentos. Sin embargo, relame sus labios y entrecierra los ojos buscando la respuesta correcta para mi pregunta. Sonríe después de un tiempo en silencio, como si hubiese buscado las palabras perfectas. Con dificultad levanta una de sus manos y me indica que me acerque hasta ella. Me inclino hacia adelante y agudizo el oído mientras escucho su voz suave y dificultosa hablando como si de un secreto se tratara. Como si lo que me esta diciendo fuese la clave para todo y, efectivamente, así lo es.

—No es que no sepamos nada, la cuestión es que no queremos aceptar que lo sabemos y por ello, decidimos cegarnos ante la vida misma. No somos ciegos, simplemente tenemos miedo de abrir los ojos y encontrarnos con algo que no nos guste. No es incompetencia, es miedo.

Y ella tiene razón, ella tiene toda la razón.

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Chicas, por favor votad y comentad. No sé, siento que la historia no os gusta :(

Winter Lights [#Wattys2015] (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora