Los caídos

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Era un día de verano, el sol se ocultaba pintando el cielo de colores cálidos. Recuerdo a la perfección ese día, era un dia como cualquier otro, en realidad, pero tu lo cambiaste, cambiaste mi vida.
Me encontraba mirando el cielo y te vi, una pequeña bola de fuego, quizá no debí ir a ver que era pero algo me impulso a ir a investigar, curiosidad la llaman unos; estupidez la llaman otros. Después de varios minutos de buscar la dirección donde esa bola había caído la encontré o te encontré. Me asusté demasiado y por un impulso me acerque y me di cuenta que aún vivías. Otra persona se hubiera alarmado demasiado y llamado a la policía al ver a un hombre semidesnudo manchado de un extraño líquido dorado. Pero yo no soy como las demás personas o, quizá, si pero me engaño a mi misma pensando que tengo algo en especial. Me pregunté si eras tú lo que vi caer del cielo, pero, también, me pregunté ¿cómo aguantaría la caída? Me quede asombrada y cautivada por tu belleza tan angelical. Abriste tus ojos y mi corazón empezó a latir más rápido de lo que ya lo hacía. Tu rostro se llenó de confusión, pero luego lo entendiste todo y tus emociones cambiaron, la tristeza y dolor se apoderaron de tus ojos y casi me largo a llorar pero en segundos todo cambió y esa tristeza en odio se convirtió. Todo tu rostro se llenó de ira y dolor que me fue imposible no preguntar :
— ¿Tu-tu estas bien?

Me miraste con interrogación e incredulidad.

— ¿Crees que estoy mal?— me preguntaste con soberbia.

Me quedé callada intentando descubrir el porque de tu ira desproporcionada.

— Esto parecerá raro pero debo preguntar ¿tu eras la bola de fuego que cayó del cielo?

— ¿Quien sería si no fui yo?

— Pero eso es imposible, ¿Nadie resistiría a esa caída?

— Al parecer soy nadie — respondiste con arrogancia.

Intentaste levantarte del suelo pero fallaste y gritas te de dolor, que causo una agonía en mi corazón como si yo lo sintiera también. Intente ayudarte a levantarte pero me rechazas te. Te quedaste en el suelo, yo no podía dejar de observar te y de pelear con migo misma y evitar preguntar si eras un angel y si lo eras ¿dónde estaban tus alas?

— ¿Eres un Ángel? — pregunte con miedo y curiosidad. Me miraste y la ira nubló tus ojos y con rabia me respondiste:

—No. Ya no lo soy.

Y hay fue donde lo entendí todo, no supe que hacer, estaba llena de dudas pero no parecías alguien dispuesto a darme respuestas.

— Eres un caído.

— Soy el primer Ángel caído.

Estabas débil, herido, derrotado y lleno de rabia. Te propuse llevarte a mi casa y aceptaste con dificultad. Tenias algo atrayente que no me permitía dejar de apreciar tu belleza. Pero también ese aire de peligro y que gritaba que no me responderías las miles de preguntas que tenía en mente.

Fuiste el primer caído, luego te siguieron más.

Antes que el sol caiga o se eleve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora