Un amor, un tanto, terrorífico

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Ella permanecía acostada en la cama. El seguía contándole chistes que la hacían sonreír, le dedicaba canciones que se convertirían en sus favoritas. Ella no mejoraba. El intentaba tranquilizarla con un suave: "tranquila, cariño, pronto mejorarás".  Pero no mejoraba cada hora su piel se tornaba más pálida y empezaba a despedir un olor a muerto. El se negaba a abandonarla y le decía que no tuviera pena. Cuando el sol se ocultó, el se acostó a su lado y la abrazó quedándose dormido a los pocos minutos. Al amanecer, cuando los rayos del sol se filtraron por la ventana, el despertó, le deseo los buenos días pero ella nunca contestó. Y, es que, por más que el le hablara y gritara ella nunca despertaría. Con el pasar de los días su cuerpo seguía pudriéndose, de aquel hermoso rostro que un día hizo que la luna muriera de envidia, ahora, solo quedaban escasos recuerdos de días llenos de alegría y un rostro calavérico, que se desvanecía cada día.

Antes que el sol caiga o se eleve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora