El martes fue un día lleno, y ni Joaquin, ni Renata tuvieron un solo minuto de descanso en Flores & Buqués. Ya eran las seis de la tarde cuando consiguieron cerrar. El tránsito para Vaucluse era intenso, aún más lento que lo usual.
Emilio se encontraba a pocos metros adelante de Joaquin en la calle, y el castaño siguió al Mercedes al garaje, bajando del automóvil.
-Estás atrasado cariño.- dijo Emilio.
Percibiendo el tono de desaprobación, Joaquin forzó una sonrisa. —Bueno, entonces tú también lo estás.
Una pequeña sonrisa se esbozó en los labios de Emilio. Colocó la mano detrás del cuello de Joaquin y lo empujó más cerca de él.
-Tienes una lengua felina, muchachito. -inclinando la cabeza, le dio un beso provocante, que lo hizo flotar.
-¿Por qué esto, ahora? .-dijo Joaquin.
-Porque tenía ganas. -Emilio trazaba con el pulgar la línea de los labios del castaño.
¿Será que él tenía idea de lo que el simple gesto le causaba? En la cama, Joaquin no tenía la menor duda de que sí. Pero, ¿y fuera de ella? ... Apenas pensar en él ya hacía que su sangre le corriera más rápido en las venas.
Química sexual, él siempre se decía, era una entidad poderosa. ¿Pero y el amor? ¿El encuentro de un alma gemela a quién entregar sin reservas el corazón? ¿Será que era algo imposible de alcanzar en la vida real? ¿Será que ese tipo de sentimiento sólo existía en fantasías románticas?
Cuando se casó con Emilio, Joaquin sabía que el amor no formaba parte del trato.
Pero en el fondo deseaba más que eso cambiara.
-¿En qué estás pensando?-dijo Emilio.
Joaquin pestañeó al oírlo, y se transportó de sus reflexiones al presente.
-Estaba sólo imaginando lo que puede pasar entre Jacob y Renata.
Emilio pasó un brazo por sus hombros, y se dirigieron al hall.
-Garantizo que Jacob no precisará de mucho esfuerzo para endulzar.
"¿Cómo tú haces conmigo?" Ya subiendo las escaleras, mientras Emilio paraba para conversar con Martín, Joaquin afirmó apenas -Renata no estaría de acuerdo contigo.
Se dirigío a su habitación, Joaquin se quitó la ropa y entró a la ducha.
El barullo del agua no permitió que él notase que la puerta se abría. Se llevó un susto enorme cuando Emilio abrió la puerta de la mampara de la ducha.
-¡¿Qué crees que estás haciendo?!.-gritó el castaño.
Él tomó el frasco del acondicionador de las manos de Joaquin y vertió una buena cantidad en sus propias manos, comenzando a masajear sus cabellos, Emilio amaba lo hermoso y sedoso que era el cabello de su esposo, que se lo dejará largo era una gran fantasía lo hacía lucir como un muñeco.
-Mimándote un poco -dijo Emilio mientras seguía tallando su cuero cabelludo.
La entonación sensual con que dijo eso colocó los nervios de Joaquín a flor de piel. -No preciso esto, Emilio.
Las manos de él pasaron por su cuello, y entonces fue como si un roce mágico se desparrama hasta sus hombros.
Todo él se calentó, su pulso se aceleró. Emilio lo colocó debajo de la ducha, refregando con cuidado su cabellera, y con delicadeza recostó su boca en la de el pequeño castaño, con movimientos rápidos y provocantes.