- ¿Pretendes ir a la tienda?- Joaquin no quería creer en aquella pregunta.
- Si.
- ¿Resolviste desafiarme?.
Él respiró hondo, intentando no perder la calma.
- Combinamos, Renata y yo, que haré apenas los pedidos, lidiar con el computador y atenderé el teléfono. Si fuera necesario, contratar alguien más para ayudarnos. ¿Satisfecho?
- No totalmente.
- Peor para ti.
Emilio mostraba un mirar sombrío - Estás jugando un juego peligroso, agape mou (mi amor) - a Emilio le gustaba decirle apodos amorosos a Joaquín en griego era una especie de camuflaje y que Joaquin no dominaba el idioma.
- Nada cambió, Luis.
- ¿Crees que no?.
No hubo respuesta. El celular de Joaquin sonó, y al leer el mensaje de texto él se levantó, ya tomando su cartera.
- Me tengo que ir.
Emilio también se levantó y se paró frente a él, metiendo la mano por sus cabellos mientras le daba un beso rápido y provocante, apenas atizando el deseo.
- Aprovecha tu día.
Joaquin no quería prestar atención a la ironía de aquellas palabras. Si Emilio imaginaba que el sexo resolvía todos los problemas, estaba equivocado. No conseguía dejar de recriminar por haber sucumbido a la seducción de él, despreciando la única forma de resistencia que le restaba. Pero bastaba recordar lo que viviera en sus brazos para que le subiese en el mismo instante un intenso calor.
Fue una larga mañana. Aún esforzándose por disminuir el ritmo, Joaquin no paró un segundo.
- Ve a almorzar -Renata insistió. - Siéntate en la parte de afuera de uno de los cafés y toma un poco de aire fresco. ¿Puedes traer un sándwich? ¿Tomates secos en pan de centeno?
En un día tan lindo, Double Bay mantenía su estilo elegante, con sus boutiques finas y varios cafés. Cerca del mar, la brisa refrescante amainaba la temperatura alta. Sintiendo necesidad de caminar, Joaquin atravesó la calle y siguió algunas cuadras,eligiendo por fin un pequeño café, que apenas tenía algunas mesas desocupadas.
En ese mismo instante, un mozo lo atendió, y su pedido llegó en tiempo record.
El sándwich de pollo con ensalada estaba delicioso. Joaquin sonrió al pensar que, con el embarazo, su apetito le exigía por lo menos seis comidas diarias. Y no podía pasar de la hora de alimentar a su bebé, si no se sentía con náuseas.
-¿Joaquin?.
"'¡Oh, Dios, no! ¡Por favor, no! ¡Celine!" Ella misma, vestida como una reina en sus trajes caros e impecables, y como siempre maquillada a la perfección.
-No te importa compartir conmigo, ¿no?- ¿Por qué ella siempre trabajaba con el doble sentido?.
-¿La mesa, Celine?.
-Evidente, querido. Quiero apenas un café. -y se acomodó. - Y precisamos conversar.
- Ah, ¿en serio? - Joaquin estaba muy tentado de levantarse y salir. Pero fue una especie de fascinación que la mantuvo en su lugar. - Sobre...
- Emilio, claro.
¡Imagina! ¿Qué más podría ser? Joaquin miró su reloj. Tengo que volver a la tienda en pocos minutos.
- Emilio y yo estábamos discutiendo nuestra situación ayer.
- No me digas. -pudo ver muy bien el brillo en los ojos de la otra mujer, y arqueó una ceja.