No hace falta que digas nada.

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-¡¿Qué demonios haces, Sean?!- Tara se colocó al lado de Caleb, que se acababa de incorporar hacía un segundo. - ¡No me puedo creer que le hayas pegado sin razón!

-Adelante, dilo.- Tara lo miró de forma interrogante.

-¿Qué diga qué?

Caleb dio un paso atrás, aún sangrando por la nariz.

-¡Dilo, Caleb! ¡Di por qué te he pegado!- espetó Sean, lleno de ira.

Caleb negó con la cabeza, y caminó fuera del bar, dejando a Tara sumida en la duda.

-Tara...- empezó a decir el chico.

-¡Se acabó! ¡Te has pasado! ¡Se acabó!

Cuando Tara salió de allí con Cloe a su espalda, la moto de Caleb no estaba, así que caminaron las dos en silencio, hasta la casa de la chica.

O O O O O

Jena se había ido hacía horas.

No sabía qué era peor: si el silencio de su habitación, o los gritos de sus primos, que habían llegado esa mañana, resonando por toda la casa.

El caso es que se sentía como una auténtica mierda.

Estaba tirada en la cama cuando alguien aporreó la puerta.

Hizo caso omiso y cerró los ojos, suspirando.

Volvieron a sonar golpes, y la chica se levantó, y abrió la puerta.

Alan sonrió al otro lado.

-¡Segundo día de vacaciones!

-No. Lo siento.

Kat cerró la puerta de su habitación y se apoyó en ella.

-¿Se puede saber qué demonios haces aquí?- dijo, aún con la puerta cerrada.

-Tengo una mala y una buena noticia.

-No me gusta este juego. Lárgate, por favor.- cerró los ojos y golpeó su frente con la puerta.

-La mala es que hoy hay comida de Navidad en el club de la urbanización.

-No. Lo siento. No.

-Aún no has escuchado la buena noticia.- la chica no pudo ver su sonrisa, pero parecía como si pudiera oírla a través del tabique.

-Dispara.

-Nos escapamos del club. Vamos a comer tortitas. O una hamburguesa. O ambas.

-¿Lo dices en serio?

-Odio el club. Tengo antojo de tortitas.

O O O O O O

Sujetó la bolsa de hielo sobre la nariz con su mano izquierda y dio una calada a su cigarro con la derecha.

Había sido una de las peores noches de su vida, no había podido dormir, y eso no era lo peor.

No quería pensar en nada, ni en nadie, pero le resultaba imposible.

¿Qué iba a pasar ahora?

Tenía miedo de que ella se alejara. De que no quisiera saber nada más de él.

El timbre le sacó de su ensimismamiento, como estaba solo en casa, bajó las escaleras corriendo.

Soltó la bolsa de hielo y abrió la puerta.

Tara se encontraba al otro lado, con las botas llenas de nieve, y una sonrisa en sus labios.

-Hola, Caleb.- susurró, mientras él permanecía paralizado. -¿Te importa que pase? Hace frío aquí fuera.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora