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Porque el de cabellos castaños siempre había sido tan débil que todo lo que cargaba lo ocultaba detrás de una máscara, una máscara conformada por más que mentiras y excusas que parecían no tener fin, palabras propias con las cuales se ahogaba, resultando difícil el respirar, pidiendo a gritos silenciosos la ayuda que desde un principio necesitó y continuaba necesitando.

No obstante era terco, similar a un niño caprichoso, se convencía que todo pasaría, el derecho de llorar, el derecho de quebrarse, el derecho de gritar por todo lo que pasaba le era un lujo, no lo merecía, el creía que no lo merecía, por ello seguía portando aquella máscara la cual, con el tiempo, se comenzó a quebrar.

¿Que era lo que el español necesitaba para finalmente hablar de sus penas y el interminable dolor por el cual pasaba?

–Hey.– Escucho un llamado familiar sacándolo de su ensoñación, giro al dueño de la voz que reconocía casi al instante.

–¿Qué?– Preguntó con un tono de voz grosero, no era intencional pero ya tenía la costumbre de contestar de esa manera cada vez que ajenos interrumpían sus pensamientos.

–Llevo media hora llamándote, idiota.–

–¿En serio?– Preguntó con sarcasmo, desviando la mirada a quien sabe dónde a la par que arrancaba el pasto en el cual ambos se encontraban sentados.– No me interesa lo que me tengas que decir.

Nuevamente se ponía a la defensiva con el único que parecía soportarlo, ni él mismo entendía como el rubio a su lado seguía aguantando sus actitudes, pero no le sorprendía, las dos representaciones de sus respectivos países siempre se llevaron de esa manera.

El resto continuaba pensando que tanto el de procedencia inglesa como el de procedencia española se odiaban como en un pasado solían hacerlo, aunque las cosas cambiaron bastante entre ellos, se seguían comportando como un par de imbéciles que discutían entre si solo porque, bueno, ¿les era divertido molestar al contrario?, aparentemente esa era su única justificación.

–Si, claro, whatever, estás distraído desde la mañana, ¿en qué tanto piensas?–

–Nada que te interese.–

–Seriously you.– Se levantó de dónde estaba sentado para ponerse en frente del castaño, agachándose nuevamente para tomarlo de los hombros, obligándolo a mirarlo a los ojos.

Carajo.

–Te estoy diciendo que no es nada.– Trato de evadir los intensos ojos azules que parecían ver su alma, como si supiera que es lo que le pasaba, eso, eso le aterraba.

–Estas mintiendo.– Con su diestra lo tomo del mentón, haciendo que de nueva cuenta lo volviese a mirar, provocando un nerviosismo no muy notorio en el castaño.– Bien, empieza a hablar.

–Lo que me pase no te debería importar, vete a la mie–

Antes de concluir su frase fue interrumpido por los labios ajenos, odiaba cuando hacía eso, el muy hijo de puta sabía que era débil ante sus besos.

Maldito tramposo.

–¿Debo recordarte por qué si me importa?, sabes que lo haré si hace falta, te recordare que te amo a pesar de que seas un imbécil y por eso lo que te pase me importa.– No recibió ningún queja o golpe como normalmente esperaría, eso le fue suficiente para saber que se encontraba mal.

Ninguno dijo nada más, el rubio se limito a abrazarlo y simplemente el castaño correspondió, aferrándose al cuerpo ajeno, comenzando a llorar, soltando todo lo que llevaba cargando los últimos meses, sintiéndose patético por no poder hacer nada bien, sabiendo que no merecía ser la representación de una nación entera cuando no podía conservar la compostura hacia quien se suponía debía demostrarle que era fuerte y no lo contrario.

Porque lo único que necesitaba para romper esa máscara era el idiota que tanto odiaba y a la vez tanto amaba.

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620 palabras.
23/11/2020

Uᴋ x Esᴘᴀɴ̃ᴀ ╭❲᥆ᥒᥱ ᥉ℎ᥆t᥉❳༉ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora