Capítulo Noveno

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▬▬▬ ᴛᴀxɪ ᴛᴏ ʜᴇᴀᴠᴇɴ ▬▬▬

El timbre de tañido hirsuto y sombrío de la mansión, se expandió por todo el ancho y largo de sus salones y habitaciones

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El timbre de tañido hirsuto y sombrío de la mansión, se expandió por todo el ancho y largo de sus salones y habitaciones. Una de las empleadas no tardó en abrir la puerta principal a quien estuviese llamando del otro lado.

      Una vez había abierto la puerta, a la muchacha no le dio tiempo a preguntar de quién se trataba o a escuchar cuando le dijeron a quien pasaban a buscar, pues Linda, con los ojos escondidos tras unas gruesas gafas oscuras, hizo de lado a la trabajadora tras mencionar el nombre de la única Asher con la que mantenía una relación y se adentró en el lujoso recibidor.

      Estuvo dos veces dentro de esa casona tan exuberante al igual que antigua. La primera vez fue cuando, luego del entierro del señor Asher, junto al resto de las personas más allegadas a la familia, se instalaron en los sillones y sillas que se dispusieron en el jardín y parte de la sala de estar que daba a éste, en medio de un silencio lúgubre interrumpido de vez en cuando por murmullos profanadores del tan reciente luto, esperando a que las tres mujeres terminasen el asunto que llevaban a cabo en la planta superior con el señor George Martin. Asunto por lo cual se adelantaron al resto en llegar a la mansión.

       La joven rubia no vio por qué apresurarse en abandonar el recibidor. A pesar de que la muchacha le ofreció asiento en la habitación contigua, prefería esperar ahí a Margot y evitar a toda costa encontrase con su estriada y antipática tía. Ellas dos jamás cruzaron más de una o dos palabras, pero los breves encuentros dados entre ambas fueron de suficiencia para tener certeza de que no se agradaban para nada, y las miradas desdeñosas que se dedicaban eran fiel prueba de ello.

      Sus tacones ocasionaron eco sobre el suelo de ajedrez cuando giró sobre su propio eje, con el rostro elevado hacia el techo. Primero examinó las esquinas, donde muy precisamente se extendían los revestimientos de estilo victoriano más preciosos que había visto, los más detallados y que delataban en su estética el gran empeño que se impartió al hacerlos. A excepción de eso, lo único que se robaba la atención era el enorme candelabro que colgaba con elegancia en medio del extenso techo. Se detuvo ahí, con la concentración sumida en la apreciación de cada detalle que conformaba a la pieza antigua, quizá más antigua y con más historia que la casa misma. Quedó cautivada con los ligeros destellos que aparecían reflejados en las gotas de cristal suspendidas entre las telarañas del mismo material. La luz natural que que provocaba las bellas centellas plateadas, provenía de la gran ventana que, al igual que los detalles del techo, eran de un estilo victoriano. Ésta se alzaba sobre la meseta alfombrada de las escalera. Sus detalles circulares eran lo segundo que los ojos que admiraban al ingresar por la puerta principal. Lo primero era, claramente, el candelabro.

       Pudo quedarse más tiempo ahí, detallando cada pequeño decorado del lugar, pero no fue posible debido a que oyó a tiempo un par de voces cuyos dueños parecían dispuestos a bajar. Sin desesperarse y manteniendo una tranquilidad propia de quien se encuentra en un museo y simplemente decide continuar el recorrido hacia la siguiente sala, se dirigió en dirección contraria de donde estaba la habitación que la chica del servicio le había señalado en un inicio. Y no era por querer darle la contra, simplemente ese era el único lugar de la casa, aparte del recibidor, en el que había estado con anterioridad.

𝙏𝙝𝙚 𝙗𝙪𝙩𝙩𝙚𝙧𝙘𝙪𝙥 𝙘𝙝𝙖𝙞𝙣 | 𝗍𝗁𝖾 𝖻𝖾𝖺𝗍𝗅𝖾𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora