Capítulo Tercero

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▬ ᴅᴏɴ'ᴛ ʟᴇᴛ ᴍᴇ ʙᴇ ᴍɪsᴜɴᴅᴇʀsᴛᴏᴏᴅ ▬

Nuevamente el relato nos traslada a la gran mansión donde se encontraba Jane, sentada en medio de la sala de estar, leyendo por décima vez uno de sus volúmenes favoritos sobre la literatura universal

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Nuevamente el relato nos traslada a la gran mansión donde se encontraba Jane, sentada en medio de la sala de estar, leyendo por décima vez uno de sus volúmenes favoritos sobre la literatura universal. Intentaba, claro es, despejar todo tipo de pensamientos melancólicos que le llevban casi sin querer a un llanto de lo más excesivo, pero bien justificado por el actual estado emocional que era parte suya tras la pérdida de alguien tan querido y amado. Ella era muy apegada a su padre, como se dijo. Este la amaba con locura y hubiera hecho hasta lo indispensable para que esa encantadora sonrisa que la joven pelirroja daba a relucir en los mejores momentos no se extinguiese por medio de dolores y disgustos. La vida del hombre se resumía en ver contenta de la vida a su preciada Jane.

      Estaba tan sumergida entre los párrafos, que no alcanzó a oír cuando retumbó el timbre de entrada, alertando al personal que alguien llamaba a la entrada de la mansión. Solo tuvo que verse interferida en su lectura, por el característico golpeteo de unos tacones deslizándose por el suelo de cerámica de color negro y blanco

      Jane esbozó una sonrisa tenue al ver a su tía parada junto a la entrada de la estancia. Dejó su libro de lado y prosiguió a recibir a la visita como debía de ser, como la señora de la casa. Vaya, todavía no podía verse a sí misma protagonizando ese papel en la casa que la vio crecer.

      —Tía querida —dijo Jane abriendo sus brazos para recibir un ligero abrazo de Colette—. Siéntate, siéntate, por favor. ¿Quieres que le pida a una de las ayudantes que te sirva una taza de té? O mucho mejor, deja que yo te la prepare.

      —No, Jane, estoy bien así.

      Colette, sin despegarse del bolso que traía en manos, tomó asiento en uno de los sillones tapizados con estampados de flores bastante decadentes en color festivo, al igual que el resto de la casa, que siempre se caracterizó por tener un aspecto frío y muy pálido, desvaído que solo pudo ser generado tras la muerte de la madre de las hermanas Asher. Según Jane, a su padre le complacía mucho el aspecto de su casa, por lo cual ella se limitó a llenar de vida multicolor el jardín y su habitación. Tal vez ahora, pensó en un momento de insomnio agobiante, podría conceder a esos tristes muros la dicha de cambiar ese estilo tan lúgubre.

      —Tenía previsto venir a verte días atrás, pero me he encontrado muy ocupada ultimadamente, mucho más que en años pasados. Pero, bueno, dime ¿Cómo te has encontrado estos días?

      Jane frunció con levedad sus finísimos labios, suspirando por sus interiores, intentado por otra vez de manera fallida, que su tristeza no saliera a flote.

      —No puedo mentir diciendo que he estado mejor.

      —¿No piensas que podrías elevar ese espíritu tan decaído saliendo de esta mansión? Querida, quedarte aquí encerrada no es la solución. Deberías de volver a la guardería, te has faltado mucho tiempo.

𝙏𝙝𝙚 𝙗𝙪𝙩𝙩𝙚𝙧𝙘𝙪𝙥 𝙘𝙝𝙖𝙞𝙣 | 𝗍𝗁𝖾 𝖻𝖾𝖺𝗍𝗅𝖾𝗌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora