Me termino la margarita muy rápido. Vaya que tenía sed y ni cuenta me había dado.
— ¿Quieres bailar? —me pregunta Frank, después de darle un sorbo a su bebida. Se relame los labios de forma muy seductora. Aparto la vista sonrojada y agradecida a las luces sicodelicas.
—No se bailar, si quieres mantener a salvo tus pies, aléjate de mí—le advierto divertida.
Ríe con encanto. Observo como las esquinas de sus ojos se arrugan levemente cuando sonríe. Se levanta del asiento emocionado.
—Te enseñaré—dice mientras coge mi mano con suavidad y me jala hasta la pista de baile.
Lo sigo y me quedo de pie junto a él sin saber muy bien que hacer. Nieego con la cabeza incrédula.
—Relájate—me indica.
—Lo estoy—aseguro.
—Tus piernas—dice.
—Ah. Vale—hago lo que me dice. Relajo mis músculos.
—Siente el ritmo. Déjalo entrar y recorrer tu cuerpo. ¿Lo sientes? Deja que te controle.
Lo miro fijamente con indecisión. Él me mira superando que reaccione. Después de un rato, veo sus hombros subir y bajar en lo que es claramente un suspiro. Pongo atención a la música y reconozco una bachata. Frunzo el ceño. «Eso no se puede bailar» pienso.
—Ya sé—me susurra al oído, llamando mi atención—. Cierra los ojos y déjate llevar.
Se irgue y m mira arqueando las cejas esperando que siga su indicación. Cierro los ojos con un suspiro. Esto es ridículo.
Siento que se acerca más a mí. Su mano rodea mi cintura y presiona la parte baja de mi espalda. Doy un respingo y abro los ojos. Me mira divertido.
—Cierra los ojos, no te haré daño.
Obedezco y siento sus manos fuertes agarrar los brazos. Coloca mi mano izquierda sobre su hombro y entrelaza los dedos de mi otro brazo con los suyos. Quedamos como si fuésemos a bailar vals. Aprieto los labios conteniendo la risa. Su cuerpo empieza a moverse al ritmo de la música. Trato de seguirlo pero mis pies se enredan en cada paso que doy, es inútil. Suspiro frustrada. Probablemente me veo demasiado ridícula.
—No pienses—susurra acercándome más a él—. Pon tu mente en blanco.
- «Es difícil poner mi mente en blanco con tantas voces en mi cabeza»- pienso exasperada.
Entonces intento empujar todas las voces dentro de un rincón de mi cabeza. Logro ponerla en blanco y empiezo a moverme sin pensar.
—Wao—escucho a Frank—. Creí que no sabías bailar.
Abro los ojos y me encuentro a mí misma bailando en sincronía perfecta con su cuerpo. Sonrío por mi logro y sigo moviéndome dejando que mis pies sigan el ritmo.
Él me coge de los dedos y me da un par de vueltas alejándome y trayéndome hacia sí mismo. Aterrizo en sus brazos con elegancia. Las vueltas y la bebida alcoholizada empiezan a hacer efecto en mi cuerpo y cabeza. Comienzo a marearme pero no le tomo mucha importancia y continúo bailando. «Su turno» pienso.
Le cojo de la mano y le doy una vuelta sobre su sitio. Él no da muestras de haberse mareado como yo. Buen bailarín. Me da un par de vueltas más y seguimos bailando. Ahora nos hemos convertido en el centro de atención. Con la mirada desorientada alcanzo a ver un rondel de personas aplaudiendo y vitoreándonos.
—Estoy cansada—le digo a Frank, después de haber bailado un par de piezas musicales.
Él me agarra la mano y paramos de bailar. Caminamos para dirigirnos a nuestra mesa fuera del círculo de personas que ya estaba dispersándose. Recorro la mirada por el lugar y el gentío. Doy un salto al verlo.
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Anormalidades
RomanceAntonella Wright es una chica de diecisiete años, aparentemente normal excepto por una cosa: Ella es capaz de escuchar los pensamientos de las personas que la rodean. No se equivoquen. Puede hacer esto desde que tiene uso de razón y no sabe por qué...