Capitulo 1

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Desde pequeña me di cuenta de la belleza de las muñecas de porcelana siempre me atrajo ese color pálido y esos frágiles rasgos que le dan al moldearlas, pero también me di cuenta que al romperse en su interior no había nada, así es, estaban absolutamente vacías. Tal vez sea algo tonto u obvio si lo piensas, lo que nunca me imaginé fue que hoy me sentiría así.

Alaia Scott.

Sé que estoy dormida, sin embargo tengo los ojos abiertos y lo que alcanzo a ver es mi techo, quiero levantarme pero no puedo, incluso siento que no respiro, me siento sofocada y ya estoy empezando a asustarme, escucho que gritan mi nombre pero no puedo reconocer la voz ya que la escucho a lo lejos, siento que me agitan con fuerza pero no veo a nadie, tengo miedo, estoy al punto de desmayar por la falta de oxigeno, por más que intento liberarme de lo que sea que me esté agarrando es inútil pues todo se torna oscuro.

—¡Alaia!— escucho el grito que me hace sobresaltar en mi cama, veo a mi alrededor con desespero buscando algo fuera de lugar pero lo único que veo es a mi hermano parado al pie de mi cama.

—Eres tu— susurro con alivio sosteniendo mi cabeza por el dolor matutino que me azota habitualmente por trasnochar.

—¿Otra vez esa pesadilla?— cuestiona André preocupado.

Me levanto y recojo mis sábanas, sin ninguna intención de responderle agarro mi toalla y camino con dirección al baño.

—No quiero hablar de eso— murmuro y cierro la puerta sin darle tiempo a debatir mis palabras.

Comienzo a quitarme el pijama dejándolo en el suelo para adentrarme en la ducha, giró el grifo permitiendo que caiga el agua fría directo en mi cabeza, a pesar que teníamos calentador no me gustaba utilizarlo en las mañanas, el agua fría hace que me despierte bien y no me permite pensar en esa estupida pesadilla.

Salgo del baño y comienzo a buscar cualquier cosa para ir al instituto, cuando por fin encuentro algo decente que ponerme me dirijo a mi espejo para peinarme, suelo tomarme mi tiempo mientras todo el caos mañanero que ocurre en mi casa se calma. Digamos que tengo una familia algo grande, pero se podría decir que nuestra convivencia es poco decente, cualquiera que nos viera diría que tenemos la familia perfecta. Una madre que nos atiende, el padre que siempre está presente y los hijos siempre unidos, claro, si lo cuenta otro es perfecto, pero si le prestas atención, si ves un poco más de tiempo de lo que mira el resto te podrás dar cuenta de mi descontento.

Cuando ya he terminado decido bajar a desayunar, el pasillo de la enorme casa me recibe y no dudo en moverme con prisa antes de que se me haga tarde para ir a la preparatoria.

Al bajar las escaleras me encuentro con mi madre, no me molesto en desearle buenos días, simplemente le tomo la mano para detenerla.

—¿A donde vas?— inquiero con el ceño fruncido, le observo de pies a cabeza, su pelo desaliñado y la enorme bata me da la impresión de que no piensa salir hoy —Hoy es el recital de las gemelas ¿No piensas asistir mamá?

—Me siento algo indispuesta hoy Alaia, voy a subir a descansar. Tu padre se encargará de ellas hoy— responde soltándose de mi agarre con cuidado yo solo puedo regalarle una sonrisa tensa.

—Claro.

—Tu desayuno esta servido en el comedor.

Asiento mientras bajo las escaleras aunque sé que ya no me esta mirando, camino hacia el comedor pero antes de abrir las puertas me aliso la falda aunque sé que esta perfectamente planchada.

Las gemelas me reciben con una sonrisa mientras comen y yo les sonrió devuelta antes de tomar asiento al lado de André quién ya casi está terminando su desayuno al igual que papá quién está en la cabeza de la mesa.

La Sombra De Mi Corazón. [Completa]✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora