Con un gruñido de frustración cierro mi libro con fuerza y lo lanzo sobre la cama frente a mi, bajo los escalones muy molesta por qué no me dejan leer en paz.
Llego a la cocina y encuentro a un desconocido con un cuchillo en la mano y a mi madre tendida en el suelo inmóvil sobre un charco de sangre, me enojo aún más y le quitó el cuchillo al hombre que me mira atónito.
¿Ahora quien traerá dinero a casa y cocinara para mí?
—¿Quien eres? —pregunto bastante confundida y enojada.
—¿Por qué no te veo tendida en el suelo llorando o huyendo y rogando por tu vida? —me pregunta con notoria curiosidad.
—¿Por qué lo haría?
Sonríe.
—Tu y yo nos vamos a divertir mucho.
Se acercó rápidamente a mi e hizo que me golpeara la parte baja de la cabeza contra la pared.
Todo se volvió negro.