Las clases comenzaron, y yo la verdad es que iba muy perdida, no tenía ni idea. Yo hacía mis cosas como yo creía, sin ayuda de nadie, no la quería. Tampoco tuve la oportunidad de hacer amigos, ni los quería porque no quería hacerles daño.
Nos tocaba recreo, y como no me senté en la entrada del patio, observando a cada uno de ellos pero vi algo familiar y algo que no quería ver, ellos. Poco a poco fui viendo como se me acercaban, venían con un par de chicas y dos chicos más.
-Hombre mi querida Daniela, ¿Como estas? - dijo Jesús. Me levanté y me puse frente a él.
-Estaba muy bien hasta que apareciste. - Yo la verdad es que estaba muy relajada, no me importaba nada. No de momento. - Vosotros tampoco os librais eh, que me molestais también. - Cuando dije eso sonreí victoriosa y me giré para irme, pero alguien me cogió del brazo pegandome hacia él, y como no era Jesús.
-A mi no me vas a hablar así...
-Yo te hablo como me da la gana, tú no me vas a mandar lo que tengo que hacer o lo que no. Así que por favor, dejame en paz y vete con... - iba a decir algo muy grosero pero me lo calle corriguiendome. -Tus queridisimas amigas, que de seguro que ellas te desean.
De ellos ya no volví a saber nada más durante unos días, la verdad es que ni se volvieron ha acercar a mi, y eso me relajaba. La verdad es que no tenía ganas de estar con nadie. Le extraño mucho, y no hay solución. No puedo volver donde estuve gran parte de mi vida. Es algo que no puedo evitar, y más con gente como ellos. No tenía a nadie y tendría que superar yo sola los problemas.
Hay un par de chicas que la verdad es que son muy majas pero como siempre digo no quiero amigos, pero era inevitable no hablar con ellas, me hacían sentir bien. Asi que pensé que ¿Porqué no? Por que no intentar empezar de verdad.