Rukia no está bien.
Al menos eso es lo que dice su hermano. Se la ha pasado llamándome por teléfono para que vaya a verla, dice que está todo mal. Yo maniobro lo mejor posible el auto para seguir a una velocidad de rayo y no estrellarme con algo en el proceso.
―Diablos, Rukia. ―Me escucho vociferar a mí mismo contra ella. Prometió que estaría bien y no lo cumplió.
―Ichigo, yo soy una shinigami...
Todavía recuerdo la seriedad con lo que me dijo eso. Pensé que solo era un juego de patio de colegio. Siempre jugábamos a que éramos segadores de almas, usábamos palos de escoba como espadas y creábamos nuestros propios hechizos, nos divertíamos explorando "casas embrujadas" para encontrar fantasmas enemigos y acabar con ellos. Ese tonto juego siguió a lo largo de varios años hasta que poco a poco fue desapareciendo. Sin embargo, una parte de mí siempre supo que Rukia de verdad lo creía, que ella era un shinigami.
A través de los kilómetros ella se encuentra en una clínica psiquiátrica y yo piso el acelerador a fondo para llegar y alcanzarla, para traerla de vuelta a la realidad, o hundirme en su locura. Me toma algunas horas regresar a la ciudad que me vio nacer. Ni siquiera me detengo en mi casa o para comprar algo de comer, conduzco directamente hacia el hospital psiquiátrico de la ciudad. Doy un par de pasos por el estacionamiento y luego caigo en la cuenta de que llevo la bata blanca de doctor, con furia me la quito, dejándola dentro del auto.
―Rukia Kuchiki, necesito verla.
―Nombre ―Me pide la enfermera.
―Ichigo Kurosaki.
La señora mira un rato la computadora y después asiente con la cabeza mientras yo me desespero rápidamente. Finalmente me da el cuarto y se ofrece para acompañarme. Ella camina lento y yo casi quiero darle una patada para que se mueva algo más rápido que una tortuga. Habitación 15. ¿Coincidencia? No lo creo. Es un número que siempre me ha acompañado toda mi vida.
―Estaré afuera, si necesita ayuda grite. Puede pasar.
La puerta se abrió frente a mis ojos y una luz cegadora atrapó mis ojos. Cuando me pude acostumbrar observé una silueta delgada dándome la espalda. Su cabello negro estaba tan largo como nunca antes. Estaba sentada sobre la cama, mirando hacia la pequeña ventana alta por donde entraba la luz abrazadora del sol. Nos separaron tantos años y tantos kilómetros que ahora me parece imposible que estemos en la misma habitación. Rukia está ahí, a un par de pasos. Pero no me ve, no voltea.
―Ya me tomé la medicación ―arguyó con voz enfadada.
―Rukia ―exclamé.
Sus pequeños hombros se levantaron un poco y enderezó la espalda, giró su cabeza un poco, lo suficiente para verme de reojo y se mostró sorprendida. Su tez seguía blanquecina y en sus ojos aun brillaba el violeta. Lucía entre confundida sobre mi presencia, como preguntándose si realmente yo estaba ahí. Ella regresó su mirada al frente y entonces supe que esto no sería fácil. Decidí acercarme, poniéndome a un lado de ella, de pie. Observé su rostro de joven adulta, parecía firme y segura. No movió su cabeza pero sus ojos me miraron.
―Ichigo... no estoy demente, ¿de acuerdo? Así que deja de verme así ―Se cruzó de brazos, frunciendo el ceño. Aquello hizo que me sorprendiera. No me esperaba esta Rukia tan segura de sí misma. Debo confesarlo, una parte de mí esperaba verla asustada y perdida, y que aquello me permitiera convertirme en algo dependiente para ella. Cuando niños yo siempre fui dependiente de Rukia, esperaba que esta vez fuese al revés. No lo fue.
―Pensé... ―dije nervioso, rascándome la nuca ―que estabas muy mal.
Ella puso los ojos en blanco.

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Ella hollow
Mystery / ThrillerElla dice ser una Shinigami que tiene miedo de convertirse en un Hollow. Rukia no está bien de la mente y nadie puede negarlo, aun sabiendo eso, ¿quién se quedará con ella? ¿quién puede amar a una loca? A través de los kilómetros Ichigo intentará al...