XII. Parásito

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The human and the shinigami. Libro 2.

Era una buena vista. La cosa que la iba a matar, a la que los shinigamis se referían como sokyoku, estaba sobre la punta de una colina que dejaba ver el cielo azul mientras el aire fresco despeinaba su cabello negro. Ella; vestida con un extraño kimono blanco, empezó a elevarse hacia el cielo. Era su fin. Fade estaba satisfecha. No iba a llorar, no iba a suplicar perdón. Estaba bien. No tuvo la mejor vida del mundo pero al menos tuvo unos años a su padre y había conocido a Kurosaki, eso era más que suficiente para morir tranquila.

Sus ojos se abrieron estupefactos cuando vio aparecer la gran ave de fuego que iba a tragársela o lo que fuera que iba a hacer con ella. El pájaro lanzó un sonido estridente y de pronto empezó a avanzar hacia ella. Lista o no, aquí venía.

Un segundo, no sentía el fuego abrasador sino una mano tomándola por el vientre. Fade abrió los ojos con algo de miedo y alzó el rostro. Era él.

Kurosaki.

Su sonrisa temeraria, su ceño fruncido, su cabello naranja. El aire le despeinaba ligeramente el cabello. Había un parche en su mejilla, se veía un poco lastimado pero bien. Fade no podía creerlo.

―Tú...

―Yo ―Kurosaki bajó la mirada hacia ella al tiempo en que empuñaba su enorme espada ―. Vamos a sacarte de aquí, Fade. ―Le prometió. Si Fade hubiera sabido lo que eso significaba, hubiera preferido mil muertes en el sokyoku. Mil y un muertes más.

.†.

Decide, Rukia. O la salvas o te salvas. La muerte viene a por Yuzu y en cuanto te sienta tan cerca irá por ti. Por tu dulce cuerpo, por tus ojos frágiles. Por ti, quien escapó de la oscuridad mortal hace años. No escaparás otra vez y lo sabes. Es la definitiva. Ella te atrapará si no haces algo. Rukia. Rukia. Rukia. Rukia. Rukia. Usemos el hollow. Vamos a matarla con nuestro hollow y quedémonos así, de ese modo la muerte no nos buscará. Haz un intercambio, tu vida por la de Yuzu. Hay muchas maneras de salir con vida, Rukia. Escapa, escapa lejos de Ichigo. Salvas a Yuzu y te salvas a ti. Escapa, corre, aléjate de los Kurosaki. Rápido, rápido. Ya viene.

―Rukia, el desayuno está listo. ―La voz de Ichigo hizo que la Kuchiki se levantara como si la cama le quemara. Por su cuello resbalaba una gota de sudor, fue entonces que se tocó el cabello, lo tenía mojado al igual que su espalda. Antes de que su amigo se diera cuenta se metió a la ducha rápidamente, abriendo el agua fría para así dejar de pensar al sentir el líquido helado.

Últimamente pensaba mucho. Fade susurraba ideas, algunas macabras, otras sensatas. Algo le decía que tenía que ir a ver a Yuzu pero tenía miedo de encontrarse con ella. Llegó a la mesa y se encontró con un plato de arroz blanco, sopa de soja y un té verde. Ichigo era muy bueno cocinando. Anteriormente ella intentó hacer algo de curry y todo salió horrible, lo sabía por más que Ichigo insistiese en que no estaba tan mal.

Dieron las nueve de la mañana y los dos ya estaban listos para el trabajo. Ichigo se acomodaba su bata de doctor mientras iba bajando las escaleras al primer piso mientras que Rukia intentaba adaptarse a su uniforme de "enfermera". No tenía esa profesión pero Karin decía que así debería vestirse una recepcionista de un doctor. Usaba un vestido blanco y en la cabeza tenía una especie de sombrerito que nunca se lograba colocar bien. Los suplentes de Isshin y Karin habían llegado por lo que ellos se retiraron a descansar ahora que los del turno diurno habían llegado.

Los días de esa semana pasaron como arena entre los dedos; rápido y sin darse cuenta del tiempo. Rukia estaba silenciosa, trataba de no hablar mucho y comía todos sus alimentos. Ichigo no le decía nada, solo la observaba siempre con el ceño fruncido y analítico.

Ella hollowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora