XI. Revelación del día rojo

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The strawberry and the death. Libro 1.

La mejilla ardió como pólvora que explota con pirotecnia. La mano blanca se estrelló contra su rostro, dejándole caer al suelo. Fade solo tenía en claro una cosa: "voy a matar a mi madrastra. No sé cómo pero voy a realizarlo. Quiero hacerlo. Voy a desmembrarla. Pieza por pieza. Empezaré por la cabeza, le voy a sacar los ojos... "

―Deja de pensar en cosas sangrientas. ―La interrumpió una voz viril desde arriba.

Fade miró hacia atrás, el viento en su rostro despeinaba sus cabellos negros. Llevaba los pies descalzos sobre la orilla de la fría azotea. El cielo era oscuro a pesar de que era de día, una pronta tormenta eléctrica caería en la ciudad. Observó al joven shinigami sentado sobre un tanque de agua en la azotea.

―¿Entonces? ―preguntó Kurosaki sentado a un lado de ella, con los pies colgando en el vacío ―. ¿Te vienes conmigo?

"¿Para qué quedarme?" pensó Fade. Le había dado muchas oportunidades a su madrastra de cambiar, de tratarla mejor pero no funcionó. No funcionaba nada. Ni su familia, ni su escuela, su vida misma no funcionaba, siempre había un vacío que nunca pudo llenar con nada. Su ciudad era una mierda. Le daba asco.

―Sí. Iré contigo ―Aceptó volteando al frente ―. Iré a tu mundo.

El shinigami sonrió de medio lado y se levantó enseguida. El senkaimon de papel fucsia se abrió hacia abajo y Kurosaki saltó sin temor, dando un grito de emoción. Fade se puso de espaldas al vacío, cerró los ojos, se abrazó a sí misma y se dejó caer hacia atrás. No había asfalto bajo sus pies, era un cuerpo libre que caía en picada. Jamás se sintió tan más libre en su vida. Atravesó las puertas del senkaimon y dejó que un nuevo mundo la absorbiera.

"En cualquier lugar menos aquí", deseó Fade.

.†.

Zangetsu apareció al filo de la cama, sonriendo misteriosamente como siempre lo hacía. Rukia despertó de golpe al notarlo y se levantó enseguida para tallarse los ojos con fuerza, al tener la vista clara su padre había desaparecido una vez más frente a ella. No siempre pasaba pero a veces Zangetsu la seguía entre sueños y somnolencia.

―Cada vez está más cerca. ―Se preocupó rascándose la nuca.

"No lo estaría si dejaras que yo tome el control".

―No puedo dejar que salgas para herir a Ichigo.

"No voy a herirlo esta vez... lo prometo" musitó con una voz que rayaba en la inocencia.

―Cállate, Fade. ―susurró al ver que Ichigo empezaba a despertarse. Después cayó en la cuenta de que se habían quedado dormidos en la misma cama. Abrió la boca con sorpresa y se volteó enseguida para que el sonrojo en sus mejillas no fuera descubierto.

―¿Rukia, estás bien? ―Le preguntó el pelinaranja con una voz ronca debido a su reciente despertar.

―Soy yo, si es lo que preguntas. ―respondió tranquilamente. Ichigo sonrió de medio lado.

La mañana transcurrió normal para ellos. Rukia desayunaba huevos con tocino mientras veía las noticias matutinas sobre una joven desquiciada que quiso saltar de la torre de Tokio la noche anterior, el periodista comentó que ya era la décima tercer persona que intentaba suicidarse en aquél lugar. Sorbió algo de jugo de naranja y cambió de canal a uno donde estaba la caricatura de unos conejos blancos. Ichigo puso los ojos en blanco pero no le armó ningún pleito.

―Cierto, se me olvidaba ―dijo Rukia sacando un sobre amarillo que estaba escondido debajo del cojín de su silla. Lo tomó y se lo extendió a Ichigo ―. Es mi paga de la semana.

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