IX. Conejo sangriento

122 12 0
                                    

De las memorias de Rukia Kuchiki.

"―¡Chappy! ¡Chappy! ―gritó mientras lloraba en abundancia y su cuerpo temblaba. La niña de tres años corrió bajando las escaleras hasta legar al patio y se tiró de rodillas contra la tierra, empezando a cavar con sus pequeñas manos desesperadamente. La tierra húmeda y fría era tirada por todos lados hasta que vio algo de pelaje blanco. Rukia se apresuró a cavar más rápido, esperanzada de encontrar a su conejo blanco. Las uñas se le pusieron rojas al igual que sus yemas. Abrió los ojos desmesuradamente y detuvo sus manos. Frente a ella estaba el angelical conejo en un excesivo estado de descomposición, lleno de gusanos verdes y rosados que entraban y salían por las costillas del animal, y por los ojos y por las orejas ―. ¡CHAPPY! ―gritó frenética mientras sus lágrimas se sentían heladas sobre sus mejillas.

¡Rukia, no veas eso! ―Zangetsu llegó corriendo tras ella. La levantó con sus brazos rápidamente y la abrazó contra su pecho para alejarla de esa escena. Intentó taparle los ojos al mismo tiempo pero su hija pataleaba histérica gritando el nombre de su conejo.

¡Chappy! ¡Mi conejo!

No es él, bebé, no era él ―Intentó tranquilizarla.

¡Dijiste que estaría bien! ―le reclamó sollozando, con la cara roja.

Cálmate, Rukia ―La puso en el sillón y la niña se hizo un ovillo.

Mi conejito. ―Cerró sus ojos con fuerza mientras su padre estaba impotente por no saber qué hacer."

Rukia dejó que el viento frío despeinara su largo cabello negro ébano. Con los brazos recargados contra el barandal del balcón recordó taciturnamente aquella escena de años pasados. "Todos morimos", pensó Rukia al momento en que el aire frío le besaba el cuello, "No hay nadie esperándome allá arriba... porque no hay un cielo al cual ir". Por detrás Ichigo la observó con una sonrisa y se recargó de lado en el marco de la puerta.

―Oye, ¿quieres cenar?

Ella se mordió el labio inferior para darse fuerza, volteó con Ichigo y le sonrió emocionada.

―Este departamento está genial, Ichigo.

―Sí, la vista es buena. Entra, aquí las noches son frías y podrías resfriarte.

Veían la televisión mientras cenaban. Rukia estaba entretenida e Ichigo la miraba de reojo. Ella parecía tranquila, una persona completamente normal. Tenía muchas dudas, quería preguntarle un montón de cosas pero no se atrevía, no quería hacerla sentir mal.

―Oye, Ichigo. ―La pelinegra terminó su plato y despegó su vista del televisor.

―¿Qué?

―Quería preguntarte algo, ¿tienes novia? Porque no quisiera que vayas a tener problemas con que me quede en tu departamento.

―¿Estás celosa? ―Sonrió casi con burla.

―No ―Rukia puso los ojos en blanco ―, solo no quiero meterte en problemas.

Siempre había sido lo mismo desde que estudiaban en el colegio, de alguna manera Rukia siempre le rechazaba sutilmente cualquier muestra de coqueteo o romance. El pelinaranja dejó su sonrisa a un lado y se puso un tanto serio.

―No tengo novia. No te preocupes. Oye, ¿tú lo tienes?

―¿Yo? No ―Negó inocentemente.

El Kurosaki bajó la mirada hacia su plato a medio terminar. Rukia volvió a ver la televisión sin darse cuenta de los sutiles progresos inútiles que su mejor amigo intentaba con ella.

Ella hollowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora