Bodyguard...

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—¿Aún hablas con gatos?

—¿Todavía te gustan las niñas pequeñas?

Dos preguntas.

Simples y retóricas, pero con una dura historia detrás.

Historia que comenzó sin el consentimiento previo o la voluntad de alguno de ellos, sino por la de un tercero; un tercero al que le debían todo: su trabajo, su cargo, su libertad; y más que todas esas cosas banales, le debían lo que eran, le debían su vida.

Natsume-sensei era el que había permitido —tanto si fue para beneficio propio como si no—, tener todo lo que atesoraban hoy en día.

Uno era la noche.

El otro era el crepúsculo.

Tan cerca y parecidos y a la vez tan lejos y diferentes.

Eso era lo que eran ambos.

Se conocían tan bien, pero negaban saber los sentimientos del otro.

Se comprendían tan bien, pero ignoraban los pesares del otro.

Sentían lo mismo, pero ninguno decía nada.

¿Por qué?

Pues quién sabe.

Sí ni siquiera ellos dos conocen el por qué, cómo esperan que yo, que solo veo desde las sombras lo que ocurre y nunca se contó, sepa algo.

Tan inmaduros por dentro, pero capaces de liderar a personas de una forma totalmente diferente.

—La Port Mafia y la Agencia de detectives no son iguales en ningún aspecto. —dijo uno de ellos, el de cabellos más oscuros, tiempo después; mientras que ocurría un suceso denominado "Canibalismo".

Ahora que uno de los dos decía morir por obligación para que el otro continuase viviendo, era cuando más se negaban a decir lo que en verdad pensaban.

—Fukuzawa-san, si mueres, la guerra terminará —continuó diciendo aquella sarta de cosas que salían de su racional cerebro, sin tener en cuenta su lado irracional, pero—irónicamente—el más sincero —. Pero, si yo muero, la mafia correrá salvaje y tomará represalias en todo, y esto conducirá a una guerra aún más sangrienta.

«No sabes cuánto te equivocas», pensó Fukuzawa fastidiado.

Que la guerra pararía dice, ¡Ja! Que equivocado estaba.

Se veía que no conocía ese lugar de locos que lideraba Yukichi.

En primera instancia, no estaba entre los ideales de Kunikida dejar las cosas así como así. Para Dazai sería una forma de quitarse el aburrimiento el hacer Yokohama arder. Atsushi, pobre Atsushi, él sí que demostraría cuanto agradecía al presidente el haberlo acogido; aún si tuviese que enfrentarse a su peor miedo (cofcofAkutagawacofcof) vengaría su muerte injusta. Kenji, Tanizaki y los demás se dejarían arrastrar por el maquiavélico plan de Dazai. En fin, eso terminaría peor de lo que la Port Mafia sería capaz de provocar.

No pudo decir nada, pues ni siquiera sus afilados reflejos lograron evitar que el bisturí lanzado por el ex doctor hiciera un corte mortal en su cuello.

—Me disculpo, Fukuzawa... porque no te puedo vencer en términos de fuerza, te atraje a una pelea injusta.

Siempre fue así, él, médico veterano de guerra e, incapaz de salir de ese ambiente ya cotidiano, se unió después a la Port Mafia, era el cerebro. Curaba a las personas sin ni siquiera pensar o dudar un segundo en su primera decisión, era algo así como un sexto o séptimo sentido, lo hacía por instinto. Sabía luchar, sí; tenía una habilidad poderosa, también, pero no eran lo suficiente para acabar —o por lo menos salir ileso— de una emboscada.

Ahí es donde entra Fukuzawa.

El encargado de compensar la balanza.

De hacerle compañía como pago por la absolución de sus crímenes cometidos durante su tiempo de sicario.

De protegerlo a toda costa.

De ser su guardaespaldas.

Recuerda la vez —como muchas otras— que su pequeña oficina que le servía para dar consulta, terminó destrozada y llena de cadáveres caídos bajo el filo de su espada, que apenas y lograba ver cuándo la desenvainaba.

El piso totalmente sucio y manchado con caudales de sangre que salían de las personas que habían osado atacarlo.

Un charco de sangre.

Vio con pesar la mancha carmesí que se estaba formando bajo la cabeza del albino, frente a él. Justo debajo del cuello, donde estaba el corte que él mismo había hecho con limpieza y perfección.

Lo estaba mirando.

Lo estaba mirando mientas se desangraba y en sus ojos no había un atisbo de rencor u odio.

Tan diferente a la escena que tanto vio en su juventud; donde todo se superponía, a excepción de la persona que estaba a pasos de morir.

Tan parecido pero tan diferente.

¿Recuerdan?

—Este es el destino, supongo —dijo mirándolo desde arriba. Ya el otro había cerrado sus ojos —. Lo siento mucho.

Se disculpó, sí.

Pero no con Fukuzawa; sino con él mismo.

Se disculpó por algo que no quería hacer desde un comienzo.

Se disculpó con la parte que le pedía a gritos que le dijera:

—Vuelve a ser mi guardaespaldas, pero esta vez... durante toda tu vida.

𝕋𝕙𝕖 Ⓣ︎Ⓡ︎Ⓤ︎Ⓣ︎Ⓗ︎  𝕦𝕟𝕥𝕠𝕝𝕕  |᯽| Bungo Stray Dogs |᯽| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora