Dear Elise... (parte 2):

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Desde ese día todo cambió.

Bueno, en parte.

La sangre, heridas y muertos continuaban. La guerra no daba señales de terminar; pero, para él, otra fuera se desataba dentro y no fuera.

Mucho más peligrosa y cruel.

Pero a la vez, la más hermosa y cálida.

Se había enamorado.

De una forma muy masoquista, pero con las mejores intenciones, siguió hiriéndose a posta para visitar la carpa de la «sádica enfermera» —como la había apodado— y así iniciar una nueva ronda de conquistas.

Aunque siempre salía con más heridas que con las que entraba.

Heridas.

Eso la hacia recordarla constantemente, y es que, en un ambiente como ese, era lo menos que se podía evitar ver.

Se revolvió en la cama en busca de algo; o más bien, alguien.

Ante la ausencia de su pequeño cuerpo, se despertó del todo; revisando con la mirada la habitación que habían comenzado a compartir hacía unos meses.

Al verse solo, se asustó. Se incorporó con velocidad en la cama y revisó frenéticamente cada rincón de esta.

«Quizás sea un sueño», se golpeó para verificar que sí, que todo era muy real.

Estaba completamente solo.

El pánico lo comenzó a invadir.

¿Desde cuándo se dejaba llevar de ese modo por las emociones?

No se reconocía.

Lo primero era mantener la calma.

Respiró profundo.

CALMA SUS COJONES.

¡Estaban en una jodida guerra, los secuestros de rehenes y los asesinatos encubiertos eran completamente normal!

¿¡Cómo podía calmarse cuando la posibilidad de ello era mayor del 75%?!

Un ruido proveniente del baño lo sacó de su estrés mental.

No pensó en esa posibilidad, el terror lo venció primero.

La puerta de madera se abrió con suavidad y de ella salió una mujer con un vestido de dormir blanco y su largo cabello rubio atado en una trenza.

Sus ojos azules reflejaron sorpresa al ver al hombre despierto y a punto de un ataque de pánico.

—Perdón, Rintarō. No era mi intención despertarte.

El dulce tono de su voz lo tranquilizó.

No dijo nada, solo sonrió y la tomó de la mano para acostarla junto a él y abrazarla de manera protectora.

Después de 5 meses de constantes visitas por parte del médico y de las amenazas de castración química de la enfermera, habían comenzado una relación. Al año se casaron. Ni siquiera él se espero que la chica le diera el «sí».

—¿Vómitos otra vez? —preguntó besando su cabeza.

—Sí. —se limitó a contestar mientras se dejaba mimar.

—Te he dicho mil veces que me despertaras. Me asustaste.

—Y yo te he respondido otras mil que no es necesario, puedo llegar sola al baño. —sintió como el abrazo se intensificó.

𝕋𝕙𝕖 Ⓣ︎Ⓡ︎Ⓤ︎Ⓣ︎Ⓗ︎  𝕦𝕟𝕥𝕠𝕝𝕕  |᯽| Bungo Stray Dogs |᯽| ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora