DE PEDACITOS DE TI

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[Flashback]

ALÍCIA
¡Ah!
(siente una patada, se acerca a Río)
¡Mira! Ahora aquí, a ver si lo notas.

Río intenta sentir al bebé. Alícia siente otra patada.

ALÍCIA
¡Otra!

RÍO

(sonríe con ternura)
Son como pataditas.

ALÍCIA
(con sorna)
Es que cuando me tomo un café, se viene arriba.

Alícia se sienta en frente de Río.

ALÍCIA
Dime qué sabes del transportador.

RÍO
Yo no sé nada de ningún transportador.

ALÍCIA
(sonriendo)
¿No?

Río niega con la cabeza.

ALÍCIA
(con sonrisa falsa)
Sí.

Agarra la máscara de gas.

ALÍCIA
Ponte la máscara.

RÍO
No quiero...

Alícia indica a Osman que se acerque. Río lo mira nervioso.

ALÍCIA
(sonríe nerviosa)
O te la pones tú, o te la pone Osman.

Río cede. Alícia abre el gas.

ALÍCIA
Y venga, otro viaje a los caballitos.
A ver si empezamos a recordar, que se me están hinchando los tobillos.

[Más tarde]

Alícia está en una de las habitaciones del zulo, tumbada con los pies en alto.

Lleva tantos días sin descansar bien que le duele todo. Hace casi dos meses que está encerrada allí con Río. No ha conseguido sacarle absolutamente nada. Tiene a Prieto presionándola diariamente y su paciencia está empezando a acabarse. Estaba tan segura de que Aníbal confesaría pronto que se niega a rendirse. Jamás había torturado a nadie de ese modo. Había interrogado a sospechosos durante días, sin darles tregua, era la reina de la tortura psicológica, pero nunca nadie llegó tan lejos como ese chico. Era increíble.

Le parecía digno de admiración y de vez en cuando hasta sentía lástima por él, pero su rabia y dolor eran tan grandes que enseguida volvía en sí y seguía torturándolo. Fue ella la que trató de evitar en la medida de lo que pudo que Aníbal fuese únicamente torturado físicamente. Ella optó por el gas, por las drogas, por los cafés... sabía que quizás no sería suficiente pero era incapaz de hacerlo sufrir a base de palizas. Fue Prieto, a la desesperada, quien ordenó que lo enterrasen vivo. Alícia ese día se encerró en su cuarto y lloró como no había llorado desde que murió Germán y eso que cada día se ahogaba en sus propias lágrimas cuando se iba a la cama, tras horas de interrogatorio. Ella sabía que no sólo lloraba por Germán, eso que estaba haciéndole a Río iba en contra de su naturaleza. Era una hija de puta, sí, era conocida como la reina de las hijas de puta, pero no se había ganado esa fama a base de golpes, sino de inteligencia.

En la comisaría no había nadie mejor que ella para encargarse de los casos más difíciles. Desde que Raquel los traicionó, Alícia encrudeció sus tácticas. Le dolió en el alma aquella traición a pesar de que ya no eran amigas, o eso creía. No podía creer que alguien como Raquel, tan cualificada, tan buena en su trabajo, hubiese sucumbido nuevamente a los encantos de un cualquiera sin escrúpulos que la usó y la engañó para lograr su objetivo. Eso le ardía por dentro.

LA VIDA DE OTRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora