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—Imperio —dijo la señora Black apuntando hacia Kriss.
Lo sabía, sabía que resistirse a algo en la casa de los Black no le serviría absolutamente de nada, que podían hacerlo lo que quería, sin embargo, si iba a tener que hacer algo que no quería hacer preferiría hacerlo a la fuerza que romper su orgullo obligarse a hacerlo.
—¿Para qué me sirve tener a esta mocosa de criada si de todas maneras voy a tener que controlarla? —exclamó la señora Black.
—Lo siento mi señora, hablare con ella —dijo mi madre implorándole —hará todo lo que se le ordene, pero no le haga daño.
Siempre era así, no podía creer que mi madre se doblegará a ella tan fácilmente.
—Esta bien —dijo la señora Black quitando el hechizo que me hacía permanecer inmóvil en el suelo —pero dile que la próxima vez que se niegue a aceptarme una orden, no dudare en usar el maleficio cruciatus, se me han quitado las ganas de mi masaje de pies, vallan a su habitación.
La señora Black se fue a su habitación y mi madre me miró con sus ojos cafés furiosamente.
—Te he dicho que no te niegues a ninguna de sus peticiones, sea cual sea, ya estas grande y has vivido muchos años en esta casa para que sigas con tus berrinches.
No podía creer que me estuviera regañando, eran las dos de la mañana y me levantó solo para que le diera un masaje en los pies ¿qué clase de persona es?
