Nadie que nos explique.¡! Narusasu.

Epílogo.

Epílogo: ¿Cuantos días tiene una vida?

Sasuke había tenido muchas perdidas en su vida, las cuales le partieron el corazón poco a poco.

De aquellos pequeños lapzos de tiempo que pasó con sus queridos ya no existentes, tiene poca cosa que decir. Le sería dificil, quizá, pero no imposible intentar desembrollar los momentos que siguen en su memoria, explicar no muy detalladamente, sobre todo esos en los que cuyo principal efecto consistía en pasar tiempo durante las cenas y almuerzos. Podría introducirse en los misterios de algunos sueños que tenía y tiene que mas bien parecen memorias y exterderse largamente para unir hilos, sacando congeturas de las veces que hacía como que no escuchaba pero en realidad sí.

El tema muerte es algo fuerte para las personas, en el, toda entrada de materia, es atrayente sin violencia, como un torbellino. La solemnidad sorprende y parece que se te apaga el espiritu. Se siente desde luego que se trata de algo grave. Y lentamente, poco a poco, se desarrolla un interes que reposa en la curiosidad ¿que hay más allá?

Ciertamente esto es solo un tema aparte que forma el conjunto de ansiedades del Uchiha que lo abruman por las noches, azotandole con fuerza y no dejándole dormir.

Sí, tal vez todas aquellas perdidas le partieron poco a poco el corazón, pero nada se compara con el amor que sentía y siente por Naruto. Amor, una palabra que proboca revuelos extremos en Sasuke, provocándole las famosas mariposas en el estómago que son más como cucarachas a su parecer. Cucarachas incómodas. Por eso decidío alejarse, dispuesto a desaparecer la sensación.

Sus oídos se volvieron extrañamente sordos y su vista ciega cuando escuchaba como su amor, al parecer ya no correspondido, buscaba refugio en brazos de otra persona, tratando de hayar ese cariño que él era incapaz de dar. Nunca culparía a Hinata, desde que tiene memoria ella siempre tuvo al rubio revoltoso en su mente; más bien, si no fuera por las fuerzas que le daba simplemente pensar en él, ella no estaría viva.

Tampoco puede culpar a Naruto, quien a deseado atención y amor incondicional toda su vida, y tampoco se podría culpar a si mismo. Ya han pasado dos años desde que logró aceptar que fué un idiota, un ser cegado por el odio y la venganza, ignorando todo aquello que lo rodeaba; pero era la opción que escogió y buena o mala, si no fuera por ello, tampoco estaría de pie ahora, frente a las puertas de Konoha, en medio de la noche.

Un manto negruro combinado con notas azuladas tiñe el cielo, apenas en el más lejano horizonte logra ver unos casi tenues rayos de luz anunciando un crepusculo en algunas horas. Fija su oscura mirada en las gigantescas puertas cerradas, sabe poco y nada de lo que le puede llegar a esperar del otro lado. Un Naruto Hokage tal vez. Sin atreverse a pensar un segundo más en ello, se abre paso cuidadosamente, entrando sin pista alguna a la aldea.

Decir que Konoha se había modernizado era poco. Las ahora calles iluminadas, los carteles resplandecientes tal sol, los locales deslumbrantes que llaman la atención de cualquiera lo aclaraban. Por alguna razón se preguntaba si aún existia Ichiraku Ramen.

Se abre paso entre la aldea, observando como hay algunos bares aún abiertos apesar de la hora, y como ciertos locales ya se preparan para abrir. Sonríe debilmente al recordar lo reconfortate que era sentirse en su hogar.

Llega al frente de la torre del Hokage, notando como le han repintado las paredes exteriores y arreglado las pequeñas grietas que se logragaban ver hace unos años sobre las paredes. A paso firme se adentra, aún cuando estuvo sudando a mares desde que sintió el chacra tan peculiar de Naruto dentro de la residencia.

Siente que el camino desde la entrada de la torre hasta las puertas que dan permiso a la oficiona fué solo un parpadeo, contiene entre sus manos dos pergaminos con contenido calisificado que hayó en una de las viejas guaridas de Orochimaru, su misión es entregarlos e irse, nada más.