3.- Adiós agridulce.

153 15 17
                                    

Las constelaciones se sucedían cada mes como recordatorio que la vida humana es efímera. Su apariencia juvenil sufrió las consecuencias del paso del tiempo que inclemente se ensañó con su belleza masculina, reduciéndolo a un menudo anciano cuya piel guardaba memorias de aquellos años que en las sombras y presente tal guardián que soporta calor y lluvias, vigiló a ese niño.

Emocionado, apoyado en un bastón cerca de una gran roca en la playa, Shura aguardaba que el joven llegase a su encuentro para despedirse de él definitivamente.

Faltaba una hora para que el tiempo se cumpliera.

—¡Estoy aquí viejo!—frunció el ceño ofendido ante el apelativo, ganas no le faltaban de golpearlo con su bastón—¡ Hey solo bromeaba!

—Ya falta poco—dijo caminando un poco más cerca del mar—y tú—cerró los ojos cuando una ola de ansiedad asaltó su ser inmortal—habrás saldado mi deuda...

Aioros no comprendía muy bien a qué se refería, desde niño ese hombre al que había conocido como un hombre de cuarenta años le hablaba de los mares y de que lo vería hasta los veinte años lo miraba con algo de melancolía. Movido por unas súbitas ganas de abrazarlo, le quitó su bastón y se puso a su altura.

—¿ De qué hablas Shura?

El aludido rodó los ojos ante la ingenuidad.

—Tu memoria es a corto plazo, impertinente—apostrofó tomando su bastón, Aioros estalló en una confortante risa que significó como el beso de despedida de ese joven que había amado tiempo atrás y que amaba aún.

—Bueno, bueno.

—¡Cállate!

Otra risa más, la misma provocó que en vez de sentir alegría o algo más, le provocó un vacío tremendo. Parpadeó varias veces espantando las intenciones de confesar todo, de decirle que bajo esa apariencia marchita existía un hombre inmortal.

Pasó la hora y sintió el incesante llamado del mar en sus venas. No se volteó a mirar a Aioros quién cruzado de brazos y serio esperaba su revelación, esa que le contó días atrás.

Soltó el bastón el cual se fundió con la arena, caminó como en trance hasta cuando sus pies abrazaron el agua, a través de ella visualizó su reino, su tridente el cual yacía sepultado en las profundidades y la ligereza de su cuerpo que al ritmo de las corrientes danzaba seguido de un cortejo de tritones y nereidas.

—¿Shura?—Aioros se había acercado—¿ Qué es lo que me ibas a mostrar?

Cerró los oídos ante su voz varonil y con matices de preocupación, si flaqueaba no se marcharía y esos ojos azules lo hechizarían el doble.

El golpe de una ola le dio la señal para sumergirse. Sonrió mientras iniciaba su camino de regreso a casa dejando a un desconcertado Aioros quién atónito presenciaba el maravilloso cambio de aquel anciano a un bello hombre de tez clara, cabello oscuro con rayos verdosos que sostenía un tridente que brillaba más que el sol y tan hermoso como las ilustraciones de los dioses.

—¡Impo...!—corrió hasta que el agua llegó a su cintura, estiró la mano para tocar su rostro rejuvenecido—Nooooo, pero...

Se sostuvo la cabeza cuando un cúmulo de imágenes bombardearon su mente, una cefalea por poco lo enloquece.

—Estás a salvo ahora—acarició su muñeca con devoción calmando su malestar—siempre te quise, siempre te amé con timidez, nunca te profanaría.

—¡Por favor no me dejes, no ahora que recordé mis sentimientos por ti!—desesperado trató de retenerlo, más el tritón golpeó el agua con el tridente para alejarlo—¡Shura, Shura vuelve maldita sea!

Infinito Mar [ Sagicornio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora